El realismo del portal de Belén
Con la caída del muro de Berlín, se cayó cierta forma de
racionalidad y de acceso a la realidad. Con ello se dejó en entredicho la
aspiración a la verdad y se sustituyó por el subjetivismo emocional. El cambio
de paradigma supuso una vuelta a la individualidad, pero también a la soledad.
Lo real equivalía a la intensidad emocional, elevada a la altura de experiencia.
Lo inmediato, promovido por el auge de las nuevas tecnologías de la
comunicación, hizo innecesario la concatenación de las mediaciones, más propias
del discurso racional.
La difusión de este paradigma resultó muy apropiada para la
consolidación del mercado como único sistema de convivencia posible y, por lo
tanto, gobiernos afines. Una población desagregada y ocupada de lo emocional,
sin mediación racional comunicable, era previsible que pudiese controlarse. El
auge del chavismo en Venezuela fue y se mantuvo desde lo emocional y la
identificación con el líder carismático. Además de las finanzas petroleras.
Pero en distintas partes la lógica pudo reproducirse. Es el caso de Trump en
los Estados Unidos. Por lo cual la lógica de poder, más allá si el ideario
fuese de colectivista o neoliberal, tenía el mismo agarre: lo emocional en
sustitución de la realidad.
Sea por desgaste o porque la propaganda de izquierda está
mejor orquestada y su épica convoca mejor a lo emocional, de los gobiernos con
prácticas liberales (más allá si los políticos se llamaran de izquierda o de
derecha) se dio un resurgimiento de gobiernos llamados de izquierdas con
referencias a los ideólogos clásicos del marxismo y a la revolución cubana. De
la fragmentación liberal de la década de los noventa, se da el agrupamiento entorno
a ciertas consignas de izquierda. Siempre apoyada en un subjetivismo ramplón,
que se niega a la mediación de la reflexión y del contraste de las ciencias
exactas, puras o sociales. Vale el que se esté en el poder o se tenga el apoyo
de las mayorías, como si eso bastase para ungir de verdad cualquier discurso.
Así es que, desde otro punto de vista, tanto el nihilismo
como el relativismo (inclusive como resignación ante la imposibilidad de
coincidir en lo que es real), dejaba por fuera cualquier consideración
metafísica, ontológica y moral (entendida como ética universal). Si no hay
naturaleza humana, o no es posible acceder a ella, muchos puntos de vista son
opiniones y la moral es convencional. Solo que el “agujero negro” de real, o la
suposición de que todo lo opinable e imaginable goza del estatus propio de la
realidad, es falaz.
Los ataques del 11S del 2001, la invasión a Afganistán e Irak,
el colapso financiero mundial del 2007, el surgimiento de ISIS, los ataques
terroristas en suelo europeo, Ucrania, el conflicto Israel y Hamas con los
daños mortales a la población de Gaza, las crisis migratorias, la situación de
DDHH en Venezuela y otras partes, y la emergencia de las crisis ambientales no
permiten hacer consideraciones subjetivas. Hay una realidad muy objetiva con
explicaciones reducidas a pocas alternativas no conciliables entre sí. Unas
acciones, por libres que sean tomadas, tienen unas consecuencias medibles y
otras acciones, las propuestas, pueden significar correcciones significativas.
Y detrás de ello hay exigencias éticas. Hay una realidad que no se puede
obviar. La misma economía debe reconfigurarse, con dilemas sobre el impacto
ambiental, el problema laboral y la robotización y automatización de los
procesos industriales.
Dentro de este panorama, los cristianos seguimos señalando
el portal de Belén, como la alternativa. En contraste con la desconfianza ante
la posibilidad de acceder a lo real, creemos que la realidad se sustenta en
aquel que nace de María. Más que una confesión hecha desde un discurso metafísico
es la irrupción del Misterio en clave salvífica. Más que explicación de la
realidad, es ser alcanzados por aquel que tiene la mayor densidad de lo real.
Lo que supone una consideración de la gracia como un asunto muy real
también.
La iniciativa de Dios no es principalmente inspiradora, sino
generadora de gracia. La misma comprensión y coincidencia, algo así como “visión
compartida”, proviene de una experiencia de gracia, tan real que transforma, si
bien es escurridiza a la consideración solo emocional.
No es una explicación ilusoria, imaginativa o mítica, aunque
necesite expresarse a través de símbolos, a falta de mejores recursos. Tampoco
es una posibilidad mágica, pues necesita de la conversión del ser humano, de
sus hábitos y costumbres. Tampoco elude la conversación, discusión, el asesoramiento
o el papel de las soluciones técnicas. En el Niño-Dios se encuentra cifrada la
posibilidad de futuro, en un momento donde el absurdo acorrala en calles sin
salidas. En él se puede restituir la confianza en el otro, si el otro muestra
la misma adoración ante el recién Nacido.
¡Feliz Navidad!
Comentarios
Publicar un comentario