De la dialéctica a la dialógica
La dialéctica en la historia del pensamiento conlleva a la lucha de los opuestos con la derrota de uno y la aparición de una nueva síntesis, que debiera ser superior y mejor. Tal es el planetamiento de la filosofía hegeliana y del marxismo. Para quienes creen a rajatabla que tales planteamientos son una radiografía de como se mueve la historia, su aplicación, y no solo su cumplimiento, es cuestión de honor. Bajo este manto, más ideológico que filosófico, cualquier cantidad de patrañas y atrocidades pueden justificarse y camuflajearse. No solo hay quien honradamente cree en la veracidad de los presupuestos, hay quienes se aprovechan de la ingenuidad de los otros. Tal, parece ser, el caso de Venezuela. Es obvio que la situación es cada vez más complicada. Pero también es obvio que la historia no es ni puede ser dialéctica, sino dialógica. No se mueve por el enfrentamiento sino por reconocimiento. Y el diálogo y el reconocimiento suponen la libertad. El todo y la nada se juegan en el uso que hagamos de la libertad. Una libertad para construir o una libertad para destruir. Y tal libertad se juega también en la verdad. El problema, y de ahí se aprovechan algunos, es que la verdad está fragmentada. Quizás no la verdad, pero sí el espejo donde la verdad se nos refleja (reflexionar=reflejar). Y no podemos acudir a autoridades porque tales autoridades las hemos derribado. Puede que hoy en día ocupen el puesto vacío de quienes fueron antes referencia sobre la verdad alguna caricatura, pero lo cierto es que estamos solos. Por ello por lo menos podemos coincidir no sobre lo que es la verdad, pero sí sobre lo que no lo es: lo que es el error. Por lo menos podemos olerlo por las consecuencias, de si es o no lo que anhelamos. Así que por nuestra libertad en cada momento de la humanidad puede haber gloria o caos.
Pero ¿qué hacer ante la maniobra de la dialéctica? Usar la dialógica. Ante una acción se supone que se debe reaccionar de la manera opuesta o contraria. Si actuamos así alimentamos la estructura monstruosa que nos va engullendo. Debemos pensar y decidir qué hacer, y no reaccionar con un automatismo suicida. Y la dialógica hay que usar en un sentido de avanzada, y no de resistencia.
Si creemos que se puede dialogar con quien tiene el poder, podemos ser unos soñadores. La dialéctica del poder no les permite dialogar. El diálogo supone debilidad. Se puede dialogar con quien se siente débil, con quien es débil, con quien necesita completar con algo su comprensión sobre la realidad. El poder se alimenta acallando la debilidad, sino vicaria de la misma: yo mando para que tu gobiernes, aunque tu no participes en el mando. Los puentes no pueden tenderse hacia arriba, sino de manera horizontal. Entre los horizontales renacerá la esperanza... y el poder.
Qué alegría encontrar un compañero en esto de superar la dialéctica y proponer la dialógica... por si es de su interés: http://www.dialogicalcreativity.es/2013/02/de-la-dialectica-la-dialogica.html
ResponderEliminarUn saludo!