La pregunta sobre la indisciplina criolla

Hemos escuchado hasta la saciedad el carácter anárquico, desordenado e indisciplinado del venezolano. Y yo, durante un buen tiempo, he creído que era así. Pero me ha aflorado una duda, algo más que metódica.

En muchos otros países, por lo menos en las sociedades desarrolladas, el nivel de institucionalidad es alto y respetable. No que no haya fallas o errores, pero el sistema casi se corrige a sí mismo. El cuerpo de normas es claro, así como la forma de cumplirlas y de aplicar la sanción, en caso de trasgresión. Los garantes de hacer cumplir las normas, sea a nivel preventivo o represivo, están altamente profesionalizados. La estadística de policías es de 1 por cada 100 habitantes (ese era el dato que se manejaba a principio de los años 90). Y así por el estilo.
Más volvamos a Venezuela, que no tiene la extensión del gigante del norte aunque es más grande que la mayoría de los países europeos. Su densidad poblacional es inferior, es cierto. Pero la cantidad de personas garantes o vigilantes de la legalidad es extremadamente menor, en algunos casos ausente (fuera de algunos municipios privilegiados). Los índices de homicidios es muy alto pero proporcionalmente los “malandros” son grupos pequeños, de gran rotación por la corta edad de vida, en los barrios. Y se puede enumerar una enorme cantidad de delitos que son nuestro dolor social de cabeza. Las cárceles están hacinadas, la impunidad es galopante y un gran etcétera. Pero detengámonos: vivimos en una sociedad fragmentada desde hace décadas, con un clima político y económico totalmente contrario a la convivencia ciudadana, y una exaltación en el discurso gubernamental que promueve el rompimiento de cualquier norma ¿Cómo es posible que no nos hayamos hecho pedazos todavía? ¿Cómo es posible que circulemos por entre el tráfico pudiendo usualmente llegar a nuestros trabajos y retornar a nuestros hogares sin percances mayores? ¿Cómo es posible realizar transacciones comerciales que casi rozan en lo caballeresco cuando las garantías jurídicas son mínimas?

Es decir, en el ciudadano común (común= estadísticamente el que está en la media y es el más probable de encontrar) hay un respeto básico por las normas de convivencia o por la convivencia que implica la aceptación de normas. La muestra concreta se da en la conducción de automotores: los vivos son unos pocos que crean un caos catastrófico.

Si esto es así, habría que preguntarse por qué. O sea, si lo usual de las normas llamadas leyes es su carácter coercitivo que obliga su cumplimiento, ¿por qué el caos no es mayor y más generalizado? ¿qué hace que el común acepte cumplir unas normas por las que no será seguramente sancionado?

Y ante esas preguntas confieso realmente no saber la respuesta: ¿será que internamente afirmamos merecer algo mejor que lo que tenemos? ¿será que internamente estamos convencidos del valor de las normas? ¿será que internamente tememos las consecuencias, reales o ficticias, míticas o lógicas, de actuar equivocadamente? ¿será autoestima o culpa arquetípica? ¿simiple sumisión? ¿se tratará de civismo o una especie de sabiduría, en el sentido socrático del término, que está buscando emerger?

Comentarios

Entradas populares