El Sínodo, los dubbia y el matrimonio entre parejas del mismo sexo

 


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Antes que nada, conviene marcar el terreno. Mi pretensión no es adelantarme a posibles soluciones. Como cuando de pequeño iba a jugar beisbol o fútbol (nada bueno en ambos deportes), había que fijar las bases o las porterías y las líneas de faul o de fuera del juego. Dentro de las líneas del terreno de juego el balón estaba vivo. Repito: no pretendo proponer soluciones o condenar posturas, sino comprender la problemática. Lo hago desde mi punto de vista, que puede tener algunas ventajas y otras carencias.

La temática es muy “querida” para el camino sinodal alemán. Allí se dan posturas más osadas en otras consideraciones, que no considero que pueda tocar ni que corresponda a la temática propuesta. Basta decir que, en mi apreciación (lo dije en otra oportunidad), el camino sinodal alemán ha tomado muy en serio la presencia de las víctimas para sus propuestas. Con la contraparte que, por tomarlas en cuenta, no significa que se deba ceder y complacer de manera infantil. Es más: afirmar que en las víctimas está Jesús doliente no equivale a hacerlas criterio de lo que es válido o no desde la fe cristiana (la ortodoxia). La persecución a los judíos (o cualquier etnia), la marginación de la mujer y la discriminación de las personas homosexuales no puede ni debe estar bien. Es cierto que ello implica cambios tanto en la conciencia como en las estructuras. Lo que no significa que la Iglesia deba judaizarse (cuestión que evitó san Pablo), que la mujer tenga acceso al orden sacerdotal (decide la argumentación teológica sólida, que debe auto-revisarse, para evitar argumentar desde posturas misógenas) o que, para subsanar las atrocidades cometidas contra las personas homosexuales, se deba cambiar la doctrina sobre el matrimonio.

El mismo cardenal Marx, que considera que el sacramento del matrimonio solo puede existir entre un varón y una mujer, es abierto a bendecir a parejas de un mismo sexo. Con lo que es posible conseguir dónde está el dilema, ante el que se dan varias posturas. Para los alemanes, se puede bendecir a parejas homosexuales, sin que sea sacramento del matrimonio. Mientras que para un grupo de cinco cardenales es todo lo contrario. Preguntaron al Papa también sobre varios asuntos, a los que debía responder sí o no (las dudas, dubbia tanto en latín como en italiano). Una de las preguntas fue sobre el tema que estamos tocando. Y el Papa no respondió a ninguno con un “sí” o “no”, sino razonando, argumentando y, en este caso, no cerrando la posibilidad de que se aborde y discuta. Él aludió a la importancia de la misericordia y a que exista una Iglesia donde todos quepan. Sin que se admita el matrimonio igualitario o del mismo sexo.

Ya aquí es necesario entender que estamos en el terreno de las distinciones sutiles. No tomarlas en cuenta generaría errores terribles. Por ejemplo, en esta Iglesia caben todos, inclusive los pecadores. O sea, manteniendo como se ha mantenido que toda intimidad sexual para los cristianos está reservada para que la vivan parejas heterosexuales casadas por Iglesia. Ello excluye las relaciones prematrimoniales, las parejas de hecho, los casados solo por lo civil o los divorciados y vueltos a casar. Es decir, no solo los homosexuales. Pero esto no implica que, como ocurre en cantidad de parroquias, haya parejas de hecho o divorciados vueltos a casar que sean amigos del párroco, colaboradores de diversas maneras (no solo económica) y busquen ayuda espiritual. La experiencia de fraternidad debería disponernos a acoger a todos, mas allá los procesos de conversión personal, que son tan complejos de rastrear.

Pero, nos preguntamos ¿hay alguien tan malo a quien se le niegue la bendición de Dios, si la pide? Puede que aquellos responsables de un mal generalizado, y se evitaría la bendición como gesto profético y provocador de cambios. Me imagino los responsables de políticas públicas o dueños de emporios levantados sobre el sufrimiento obrero o defraudando la confianza de clientes o con responsabilidades ecocidas conscientes. A lo mejor en el caso de criminales irredentos. Pero si una persona homosexual me pide (a lo criollo) que la bendiga ¿me voy a negar? Como si me pidiera oración (me imagino incluso imponiéndole las manos) ¿Dios no puede obrar y salirle al paso a alguna necesidad concreta? ¿No es un gesto de acogida, sin renunciar a la moral cristiana? ¿No todo proceso de todo cristiano un asunto basado en la gracia de Dios?

Así que, suponiendo que sea legítimo bendecir a alguien que, sea de manera notoria o porque el sacerdote lo sepa en conciencia, tenga tendencias homosexuales ¿es válido bendecir a una pareja homosexual? Crep que dependerá también del contexto. Fuera del espacio litúrgico, sin que implique un apoyo de la Iglesia a decisiones que son personalísimas, puede que sea válido, porque ni la intención ni la situación pudieran generar dudas sobre su sentido. Se me ocurre que tal cosa pudiera acontecer en la atención pastoral de quienes, siendo homosexuales, como bautizados, demandan la atención de su pastor. O que ocurra en un espacio abierto, como un parque, sin que haya elementos que impliquen otras lecturas.

Pero ¿acaso alguien está proponiendo que, aunque no sea un matrimonio, ocurra dentro de una celebración litúrgica, en el espacio de culto o con signos propios del matrimonio (desde los vestidos hasta las anillos)? Creo que esto sería diferente. Porque, sin que pueda ser matrimonio (excepto que se cambie la doctrina, cuestión complicada por la referencia hacia la Escritura y Tradición), puede generarse dudas y confusiones, inclusive por quienes aspiran a recibir la bendición. Pudiese tener visos sacramentales o cuasi-sacramentales equívocos. Esto supondría un cambio explicativo a la praxis de la Iglesia y pudiera entenderse como un matrimonio… solo que con distinto nombre.

Es en este terreno en el que nos desenvolvemos. Dar una respuesta pastoral no anula a que se lea la Tradición desde la Misericordia. Tradición como lo que se transmite de generación en generación y no como costumbrismo.

El tema es delicado. No basta afrontarlo desde la simpatía a las reivindicaciones históricas que ha conseguido el Movimiento Gay. No es un problema emocional. Pero tratarlo desde la exclusión es también delicado y escandaloso, pues corresponde a una interpelación que aparece como signo de los tiempos. La misericordia no puede ser renuncia a la verdad. Pero una misericordia que no tenga la capacidad de mirar a los ojos del otro es una puesta en escena, pero con pompas teológicas.

Comentarios

  1. Bendecido día P. Alfonzo. Un saludo y mi oración para usted y su Ministerio. En oracion por el Papá e integrantes del Sinodo. Irma Urquiola Alvins

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  2. El asunto como usted dice es complejo, porque la moral cristiana considera los actos homesexuales como, moralmente desordenados. Puede alguien anter de ir a robar pedir que le bendigan?..O será que la moral puede cambiar?

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