LOS NÚMEROS DE CHÁVEZ
Cual “Quién quiere ser millonario”, en aquella cadena sobre los planes de austeridad del gobierno, el Presidente consultó a la audiencia (a un amigo de la audiencia), especialista en logística y demás etcéteras, cuánto papel se ahorraría el Gobierno si en vez de usarlo por una cara se usara por ambas. La sensación de perplejidad que me invadió no puede ser descrita. Quizás porque me parecía tan obvio que el susodicho me hizo dudar de mis recuerdos matemáticos. En voz clara pero lejana, la audiencia (en singular) contestó “cincuenta por ciento, mi presidente” (porque en ese tiempo era sólo Presidente y no “mi Comandante” o el “Comandante Presidente”). Desde entonces comencé a dudar de la habilidad matemática de “El Comandante”.
Cuando era “pendejo” (su palabra por delante), el presidente relató la confabulación maquiavélica de la anterior directiva de PDVSA, que le mostraba unos números que creía a juntadillas para que luego, no se cuál Ministerio (¿sería el de Energía?), se lo desmintiera, cuando el juraba por su madre que eran ciertos. Obvio que los maquinadores eran los primeros y no los segundos, a pesar de que él no entendía los números ni de unos ni de otros (confesión de parte, relevo de pruebas).
Pero para completar, en la última entrevista concedida a Patricia Janiot, de CNN, a pocos días de su última reelección, el Presidente, hablando de la experiencia acumulada en todos estos años de aciertos y errores, con toda la astucia (me refiero a la mueca) indicó que “hasta ya estaba entendiendo de cómo funcionaba la Bolsa” (sin indirectas, por supuesto). Y hace poco, en esos ir pa´lante y pa´tras, supo que una de las causas de la caída de la Unión Soviética había sido el centralismo asfixiante del Estado.
Mas desde un tiempo para acá el Presidente presume de hacer cuentas al aire, o de la habilidad (mayor que la mía, yo que declino mis capacidades, lo confieso, ante una calculadora) de usar lápiz y papel. Para mi sorpresa los números salen matemáticamente correctos, pero de dudosa interpretación.
Así pues, en lo que llamó el barrio o municipio más grande de Suramérica (Petare), dotado enfrente de unos campos de golf (¿le estaba hablando a la audiencia caraqueña, al resto del país o al extranjero?): el Country Club. Allí, y en la zona industrial de Los Cortijos, se podía aprovechar para construir unas viviendas. No es que se preguntó por problemas de agua, transporte, luz, trabajo, y esas pendejeras que en la IV República, al menos por retórica, planteaban cuando se decía que Caracas había que descongestionarla creando otras zonas de crecimiento (“a la conquista del sur”, por ejemplo). Y el Supremo tampoco parece enterado que una tercera parte de Londres es de zona verde (no montarrales). Y que una cosa es construir una ciudad y otra unos barracones verticales para la tropa. Porque la solución matemática al problema habitacional es la edificación de unas torres de unos 10 pisos, por 4 apartamentos por piso, para 40 familias con un promedio de 5 personas… o sea, 200 personas. Nada que ver con los bloques de cuatro pisos de los Jardines del Valle. Seis edificios por cuadra con una zona de esparcimiento para las 6 torres… 1200 personas… Lo que no especificó es de cuántas cuadras hablamos. Porque una cuadra es una hectárea… pero sin calles ni aceras y menos plazas y esas cursilerías burguesas. Pero redondeémoslo a 10 cuadras: 12 mil almas con sus cuerpos ¡BIEN! Sin contar con el hacinamiento vertical y las luchas por el control de la zona de esparcimiento, hemos solucionado el problema de Petare: sólo nos quedan 988 mil por reubicar…
Yo creo que, además de sincerarse que su fuerte no son las matemáticas de su hermano (entre otras áreas de conocimiento), si lo que desea el Presidente es incordiarle la vida a la burguesía aquí le van unos consejitos: convierta los campos de golf en jardines, colonia vacacional o simplemente en un retén (procure, eso sí, que nadie se acuerde de la propuesta de Leopoldo López, cuando creía que se podían hacer propuestas, o la de Fruto Vivas, para el aeropuerto de la Carlota). Claro que lo que puede pasar es que cierta burguesía mude su pasatiempo a los campos de golf de Aruba, cosa que agradecería inmensamente la isla y los Países Bajos y quien sabe si hasta la burguesía. Porque lo que haría alguien con nociones de matemáticas básicas y sentido común y de la supervivencia afinado, es pensar en que ese es un dinero que se queda en Venezuela, que algún empleo otorga y, si tanto fastidio le causa, le puede clavar un impuesto extra que canalice luego para los petareños a través de su Alcalde… perdón… a través del Alcalde de Libertador.
Cuando era “pendejo” (su palabra por delante), el presidente relató la confabulación maquiavélica de la anterior directiva de PDVSA, que le mostraba unos números que creía a juntadillas para que luego, no se cuál Ministerio (¿sería el de Energía?), se lo desmintiera, cuando el juraba por su madre que eran ciertos. Obvio que los maquinadores eran los primeros y no los segundos, a pesar de que él no entendía los números ni de unos ni de otros (confesión de parte, relevo de pruebas).
Pero para completar, en la última entrevista concedida a Patricia Janiot, de CNN, a pocos días de su última reelección, el Presidente, hablando de la experiencia acumulada en todos estos años de aciertos y errores, con toda la astucia (me refiero a la mueca) indicó que “hasta ya estaba entendiendo de cómo funcionaba la Bolsa” (sin indirectas, por supuesto). Y hace poco, en esos ir pa´lante y pa´tras, supo que una de las causas de la caída de la Unión Soviética había sido el centralismo asfixiante del Estado.
Mas desde un tiempo para acá el Presidente presume de hacer cuentas al aire, o de la habilidad (mayor que la mía, yo que declino mis capacidades, lo confieso, ante una calculadora) de usar lápiz y papel. Para mi sorpresa los números salen matemáticamente correctos, pero de dudosa interpretación.
Así pues, en lo que llamó el barrio o municipio más grande de Suramérica (Petare), dotado enfrente de unos campos de golf (¿le estaba hablando a la audiencia caraqueña, al resto del país o al extranjero?): el Country Club. Allí, y en la zona industrial de Los Cortijos, se podía aprovechar para construir unas viviendas. No es que se preguntó por problemas de agua, transporte, luz, trabajo, y esas pendejeras que en la IV República, al menos por retórica, planteaban cuando se decía que Caracas había que descongestionarla creando otras zonas de crecimiento (“a la conquista del sur”, por ejemplo). Y el Supremo tampoco parece enterado que una tercera parte de Londres es de zona verde (no montarrales). Y que una cosa es construir una ciudad y otra unos barracones verticales para la tropa. Porque la solución matemática al problema habitacional es la edificación de unas torres de unos 10 pisos, por 4 apartamentos por piso, para 40 familias con un promedio de 5 personas… o sea, 200 personas. Nada que ver con los bloques de cuatro pisos de los Jardines del Valle. Seis edificios por cuadra con una zona de esparcimiento para las 6 torres… 1200 personas… Lo que no especificó es de cuántas cuadras hablamos. Porque una cuadra es una hectárea… pero sin calles ni aceras y menos plazas y esas cursilerías burguesas. Pero redondeémoslo a 10 cuadras: 12 mil almas con sus cuerpos ¡BIEN! Sin contar con el hacinamiento vertical y las luchas por el control de la zona de esparcimiento, hemos solucionado el problema de Petare: sólo nos quedan 988 mil por reubicar…
Yo creo que, además de sincerarse que su fuerte no son las matemáticas de su hermano (entre otras áreas de conocimiento), si lo que desea el Presidente es incordiarle la vida a la burguesía aquí le van unos consejitos: convierta los campos de golf en jardines, colonia vacacional o simplemente en un retén (procure, eso sí, que nadie se acuerde de la propuesta de Leopoldo López, cuando creía que se podían hacer propuestas, o la de Fruto Vivas, para el aeropuerto de la Carlota). Claro que lo que puede pasar es que cierta burguesía mude su pasatiempo a los campos de golf de Aruba, cosa que agradecería inmensamente la isla y los Países Bajos y quien sabe si hasta la burguesía. Porque lo que haría alguien con nociones de matemáticas básicas y sentido común y de la supervivencia afinado, es pensar en que ese es un dinero que se queda en Venezuela, que algún empleo otorga y, si tanto fastidio le causa, le puede clavar un impuesto extra que canalice luego para los petareños a través de su Alcalde… perdón… a través del Alcalde de Libertador.
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