SOBRE EL ESTADO EMPLEADOR Y OTRAS SANDECES

Cuando la economía está enferma

Para la teoría psicoanalítica de tradición freudiana, el poder no es otra cosa que el placer sexual reprimido y frustrado que emerge de otra forma. Me inclino a las tesis de Adler, para quien el sexo es una forma de poder, de tener a alguien bajo dominio. En cualquier caso se refieren al poder como patología, cosa que no tendría que ser así. O sea, el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente, lo dijo alguien. Pero existen hombres de excepción quienes ejercieron el poder como políticos y gobernantes, o tienen conciencia de tener un poder de influencia sobre los demás, aunque no sea como políticos.
Decía Arturo Sosa en los años de la IV República que todo político lo que quiere es estar y permanecer en el poder. Decía Savater lo mismo, añadiendo que en democracia, sin embargo, nos aseguramos a que lo tengan que dejar cada cierto tiempo. Y la teoría organizacional tiene en gran estima la rotación en los distintos cargos por la oxigenación que produce a los distintos cuadros.
La cosa está en que es un error considerar que, porque se está en el poder, se puede imponer una visión y unas reglas al resto de la sociedad. Lo cierto es que el poder debería permitir organizar lo que funciona, con los respectivos correctivos, y no pretender organizar lo que no funciona con el objetivo único de control y el poder o por otros intereses parecidos.
En esta línea resulta obvio que todo pueblo tiene en su seno una tradición. Los medios de producción no son cosa de los teóricos, sino la forma de relacionarse con la naturaleza y extraer lo necesario para la vida. La trasmisión (y enseñanza) ha sido generalmente extra-académica. Pero también es dinámica y evoluciona (o se degrada). Pero es anterior a cualquier forma de control, aunque necesite de organización, de reglas, de un cuadro de referencia… en fin, de leyes para compaginar intereses contrarios, no simplemente entre empleados y empleadores sino, por ejemplo, la manera en que un grupo de campesinos utiliza una misma fuente de agua.
Así, pues, la llamada iniciativa privada parte de allí, como también la llamada propiedad privada. Antes que el Estado naciera y pariera sus instituciones, existía la iniciativa privada, con sus aciertos y sus abusos. El Estado productor es una entelequia que puede funcionar en el caso de los estados petroleros por tiempo limitado. El que el Estado absorba toda forma de producción nos llevaría, quizás, a los tiempos de los reyes pastores de Grecia o Palestina.
Este proceso estatalización de la propiedad (¿en nombre del proletariado?) conduce a ciertas incertidumbres: ¿es viable? No solo las maléficas estadísticas indican lo contrario (los números se maquillan), sino que el simple consumidor lo ve en los anaqueles (por no mencionar los conteiners): la concentración de la producción e industria a través de la expropiación (¿confiscación?), el control cambiario y el sofocación del aparato industrial por condiciones de ahogo lo que han agudizado es la dependencia externa.
Ahora, una pregunta: este gobierno nacionalista (el nacionalismo es una patología que enaltece en las emociones de lo propio atacando lo diferente y extranjero) ¿a quién le compra los distintos productos terminados? Por ejemplo, Mercosur ¿acaso a cooperativas, empresas cuyos dueños son los mismos obreros o empresas estatalizadas? NO. A empresas privadas como las que aquí se ha buscado eliminar ¿No es una contradicción filosófica exaltar al proletario nacional deshaciendo la empresa privada para enriquecer a la burguesía extranjera en otros países? ¿No es una patada en los mismísimos principios revolucionarios que el futuro del proletariado nacional se encuentre en la capacidad de exportación de la empresa privada de otros países?
Pero no solo concluyamos que es contradictorio, sino que estatalizar todo el sector industrial y manufacturero es inviable para lo más básico desde que el mundo es mundo: satisfacer las necesidades humanas de los distintos grupos sociales ¿Acaso hay que renunciar a la justicia social?
Si simplemente se tuviera una política inteligente dirigida al campo, prefiriendo a los pequeños campesinos con visión de trabajo pero sin excluir, por eficiente, a los grandes sin traspasar la frontera del latifundio ¿no se podría reducir costos que influirían en el precio final al consumidor? ¿No es una forma distinta del constante aumento salarial pero válida y más real, el que haya alimentos más económicos? ¿No se podrían diseñar políticas diversas a la del puro garrote, sin renunciar a formas de sanciones cuando el caso sea necesario?
Otro tanto se puede decir de las medicinas: una política para elaborar políticas en el país (o nos inspiramos en Brasil), con el fin de abaratarlas ¿no es rendir el salario del trabajador? Una medicina preventiva y unos servicios hospitalarios de primera calidad con personal bien pagado ¿no es una forma en que el trabajador está ya estirando su salario actual?
Así que lo que es la tarjeta “Mi Negra”, el “Bono Petrolero” de la Causa R y la “tarjeta del buen vivir”, todo eso es lo mismo: palos de ciego que buscan atraer votos ¡Sin educación no hay democracia! Si la gente cree que así sentiremos prosperidad, entonces estamos acabados. Una economía real sustenta salarios reales que pueden y deben incrementarse por consenso. Solo un país petrolero como el nuestro cree que todo lo que se pida se puede conseguir, porque el tesoro público es un barril sin fondo ¿y si se acaba el petróleo? ¿Si descubren fuentes alternativas de energía que sustituyan al petróleo? Venezuela basa su economía en el petróleo como combustible y, a la vez, cómo puede apostar a un medio ambiente menos contaminado?
El ingreso petrolero debe usarse de manera inteligente y no botarata.
Además, a las industrias nacionales privadas un gobierno, el que sea, puede regular, puede cobrar impuestos, puede sentarse a negociar, puede intervenir cuando se lesiona realmente los derechos laborales. Una industria localizada en otro país le paga impuestos a otro gobierno, le entrega divisas, contratan a otros obreros, las multas van para otras arcas y, si hay huelga, desde aquí solo podemos sentarnos a esperar que se resuelva.
Finalmente el gobierno no puede apostar a ser policía y patrón a la vez: un obrero que tenga que litigar contra su empleador ¿puede acudir a otro tentáculo del mismo pulpo para que le haga justicia? Solo si el empleador es distinto de quien controla y sanciona puede haber el mínimo de requisitos que la justicia funcione… y que el Estado pueda tener fama de justiciero.

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