Fe y Política

Las guerras de Religión terminaron en 1648, con la llamada Guerra de los 30 años. Desde entonces se optó, de alguna forma, por la tolerancia.
Pero la tolerancia, después de un cisma de Occidente (una Iglesia y 3 Papas), el surgimiento de Lutero, las exigencias del Renacimiento y la Guerra de 30 años tiene mucho de hastío. Así que no es de extrañarnos que la Fe haya quedado recluida, además de razones extra, al ámbito de lo privado en el Estado Liberal. La inseguridad ante lo objetivamente racional puede comprobarse por el título de una obra publicado en 1637: El discurso del método ¿qué camino seguir para encontrarnos con lo objetivamente irrefutable? En ella Descartes duda de todo el patrimonio anterior para fundamentarlo, a su manera, de nuevo y de forma nueva.
Pero una Fe cuyo único valor sea la esfera privada es una Fe con rasgos caricaturescos. Es afirmar que las verdades más decisivas por las que hay que jugarse la vida presente, y no solo la futura, son de validez privada. Habría que darle la razón a Marx, en sus escritos de juventud, cuando veía la contradicción y arengaba a arrancar de raíz, de la historia humana, a la religión, pese a estar confinada a lo privado.
Y es cierto. Una Fe cuyo único valor sea el privado es una pobre fe. Se confunde con el cumplimiento de lo sociológicamente correcto. La Fe tiene que incidir en lo público y, por lo tanto, en lo político.
Esta conclusión, formulada de manera precipitada, puede conducir no a la emancipación sino a la catástrofe. La Fe debe manifestarse e incidir en lo público siempre y cuando no peque de simplista, tanto en el diálogo como en los argumentos o premisas para la acción. La fe como sentimiento religioso de Schleiermacher o Miguel de Unamuno no sirve, porque el sentimiento, en un campo tan pasional, rápidamente se ofusca. O se fanatiza. O se trivializa. O sirve para aceitar opciones ideológicas.
La condición para que la Fe pueda manifestarse en lo público es que acepte, de antemano, lo complejo de la realidad. Y el diálogo con lo diferente sea una manera de interrogar esa realidad. Y en ese interrogatorio, la Fe será inspiradora y esclarecedora, pero no ofrecerá recetarios. Al final los argumentos, falibles aún, serán argumentos humanos, pero que, además de ser formulados desde el ámbito de la fe, serán purificados por la vida, la praxis y la comunidad de la Iglesia.

Comentarios

  1. Querido Alfonso: ¡Qué alegría encontrarte por estos mundos "virtuales"! Tu artículo muy interesante y agudo, me parece que te estoy escuchando cuando te leo,...Desde esta isla de Tenerife, donde vivo desde hace unos años, aquí siempre tu amigo, con mi oración y mi afecto,

    Marcelo

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