SANADO EL CORAZÓN HERIDO: El Hatillo Octubre 2010

Retiro de espiritualidad y psicología

La relación entre espiritualidad y psicología no siempre han sido cordiales, así como entre teología y psicología. Para la teología tradicional la psicología era la de San Agustín o Santo Tomás, con su división del hombre en cuerpo y el alma y sus potencias, la vida vegetativa, sensitiva e intelectiva, los hábitos, etc. O quizás la introspección de santos como san Juan de la Cruz o Santa Teresa. Así que la Psicología que se ha venido abriendo camino desde el siglo XIX, haciendo énfasis en las conclusiones a partir del método de investigación experimental, fue delimitando su campo y la forma de comprender al ser humano. Claro que ha tenido aportes, pero con enfoques centrados en lo exterior, observable y medible de la conducta (el conductismo); o el método del diván, propio de Freud y la llamada psicología profunda, que reduce sus conclusiones a alteraciones de índole sexual únicamente. La llamada psicología humanista reacciona contra estas posturas, que normalmente generalizan las conclusiones extraídas a personas enfermas. La apertura misma del Vaticano II posibilitaron un acercamiento provechoso, de respeto de los ámbitos tanto de la psicología y teología, pero en un diálogo a veces crítico, pero muy fructífero. El camino recorrido desde hace algunos años ha permitido la colaboración en diversas áreas, no solo en caso de problemas de salud mental, sino en el proceso de crecimiento en general y para la formación de sacerdotes y vida consagrada. Esta valoración y confianza se han plasmado en diversos documentos eclesiales. Y este acercamiento ha permitido también el engranaje entre psicología y espiritualidad cristiana.



Pero esto que parece tan evidente, no lo ha sido así en la práctica. Viejas desconfianzas siguen presentes, o porque se tacha el recurso a la Psicología como falta de fe o porque hay espiritualizaciones inconsistentes como si no existiera la corporeidad (“no somos ángeles”, diría Santa Teresa), por visiones de la gracia “contra natura” (que se impone sobre lo humano) o por esnobismos que suplantan la sana integración entre ambas por un reduccionismo hacia lo psicológico que desconfía de lo espiritual (sobrenatural). En fin, que se oscila de un extremo a otro negando la amplia y rica gama que hay en la franja central.



El retiro-taller de espiritualidad y psicología, cuyo nombre propio es “Sanando el corazón herido”, plantea como objetivo la ayuda al crecimiento espiritual como cristianos unido al crecimiento como personas. Solo personas sanas pueden amar sanamente. Y la sanación en un proceso dinámico: nunca se puede decir que alguien ha sanado de manera definitiva sin riesgo de recaídas o nuevas situaciones que afecten negativamente. Basta pensar en el estrés de la vida diaria para corroborar la novedad de nuevos factores perturbadores. Este objetivo común plantea para el creyente el recurso de distintas herramientas, tanto en el ámbito espiritual como apertura al Amor Gratuito e Incondicional de Dios (experiencia orante y sacramental de Dios) así como manejo de situaciones donde el componente psicológico (emociones, conductas inadecuadas, autoestima, etc.) inciden con mayor notoriedad.



El taller contó con momentos densos de oración y charlas orientativas a cargo de la Dra. Ana Josefina Cesarino, doctora en Psicología, apoyada por el P. Alfonso Maldonado. La dinámica resultó muy interesante, se ofrecieron pautas, orientaciones tanto para el trabajo personal para la vida cotidiana como el recurso ocasional pero impostergable al sacerdote y al psicólogo para la superación de aquellas facetas más delicadas.



La asistencia fue de unas 56 personas en la hermosa casa de las “Esclavas de Cristo Rey” en el Hatillo, con una atención espectacular de parte de las Hermanas. La sonrisa final de los asistentes aseguraba que se había hecho la obra que el Señor había querido. “Que lo que Dios ha iniciado, Dios lo conduzca a feliz término”.


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