TWIN FLAMES




En mis andanzas entre los periódicos del ciberespacio me conseguí con el titular, encabezando la página, de 'Twin flames' de Klaxons o la grima hecha vídeo Saam Farahmand, la nueva estrella de los clips, firma este trabajo entre inquietante y provocador ( http://www.elpais.com/articulo/cultura/Twin/flames/Klaxons/grima/hecha/video/elpepucul/20101119elpepucul_5/Tes ). A lado estaba la imagen de unos desnudos, dispuestos a la manera de un grupo escultórico. Estuve recorriendo las demás noticias y, cuando terminé de hacerlo, me disponía a cerrar la página. Me detuve nuevamente en el titular y la imagen, pensando que se refería a alguna de esas producciones cinematográficas de corte trasgresor, dirigidas a cierto público masculino. Pero la duda se apoderó de mí: decía video y clip, por lo que era una producción de imágenes sobre un guión definido por una creación musical. No detallé otros aspectos pero, dado que otorgo el beneficio de la duda cuando de cultura se trata, di el paso a observarlo (más tarde lo escuché, leí la letra con mi escaso inglés que corrigió la grotesca traducción en Terra).
El video se desarrolla, según la primera impresión, ahorrando recursos escenográficos: no hay paisajes, se trata de un estudio con un fondo con tonalidades azules. Las cándidas imágenes iniciales, casi colegiales, van cambiando en la medida en que los cuerpos (sí, los cuerpos), se van acercando y besando. La ropa comienza va desapareciendo y, como producción británica, no tiene reparo en saltarse los cánones éticos (¿morales o puritanos?) que rigen la comisión de censura americana (para nosotros norteamericanas) para terminar desnudos.
La magia de la tecnología surge no solo haciendo que no hayan genitales, sino fusionando cuerpos. Si fuese, como dije, un grupo escultórico, la experiencia sería otra: tratándose de un video clip es, por lo menos, transgresor del buen gusto. Es una belleza que repugna, no solo por lo orgiástica, sino porque está hecha de retazos de cuerpos humanos. Es embellecer tecnológicamente lo que en la realidad sería monstruoso, trátese de la labor de un psicópata como Hannibal o de un campo de concentración (Auschwitz ).
Ante mi reacción de cerrar, una vez visto, y seguir, me doy cuenta que el final queda abierto, como un signo de interrogación: Esto, en metáfora ¿qué es?
Y, como metáfora, de manera intencional o no, abarca una serie de elementos interesantísimos.
Por un lado está el aislamiento humano: el ser humano como ser-en-soledad. Como ser que busca romper el cerco de la soledad. Y el sexo (no simplemente la sexualidad, que es más sublime, que no cuenta con el símbolo de los genitales sino “casto” como muñeca/muñeco de poliuretano) se presenta como alternativa. Como espejismo de realización. Y así, dentro de la fábula del videoclip, la abrupta soledad busca vencerse (¿o es que la soledad se ve como huída para el individuo ante el miedo al encuentro?) a través de las sensaciones, del tacto, de los sentidos… pero, de manera perversa, sin intimidad. El elixir es bebido de manera grupal. El placer fascina porque es compartido y, en la aventura de la posesión colectiva, se siente la fusión: mi sensación es mía y de los demás, lo que vivo, lo vivo yo y el otro. Es la disolución del yo en una equivocada y fugaz experiencia oceánica o experiencia cósmica, como Abraham Maslow, padre de la Psicología Humanista, describe la experiencia mística.
Pero, si la experiencia mística en la Psicología Humanista cuestiona porque realiza, porque impulsa el crecimiento personal del ser humano, la fusión en el video clip termina en una experiencia monstruosa, abominable, capaz de competir con los seres del inframundo, que emergen del mar de la muerte en el libro de Daniel. La experiencia orgiástica no ha realizado al ser humano, sino que lo ha amputado, lo ha fusionado como experimento genético en twin flames, en llamas mellizas. Pero, más que mellizas, siamesas. En un desorden molecular y genético donde los cuerpos se funden sin orden ni armonía, sin respeto por la alteridad, por lo distinto, donde la experiencia interna de fusión, es desintegradora del ser humano. Una advertencia sobre la perversa posibilidad de deshumanización social, al estilo de Mary Shelley.

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