EL SISTEMA COMO DESAFÍO
Hay un desafío común, cosa curiosa, tanto para el chavismo como para la oposición: el sistema. Más allá de las bases ideológicas, con ellas se puede llenar metros de papel toilette si en la práctica no funcionan. Es decir, crear realmente un sistema alternativo que, si es sistema, debe funcionar. Podrán discutirse los principios de uno y otro, o su legalidad, o su moralidad, pero el reto es que, aunque pese al bando contrario, el sistema tenga vida y autonomía, se mueva por sí mismo, funcione.
Y es en esto que el gobierno tiene una tarea pendiente. Porque ha ido desmantelando un sistema deficitario, pero mejorable, y se ha dejado el terreno allanado para construcciones que no terminan de aparecer. Se pueden crear campañas publicitarias, inyectar “reales”, apuntar la oratoria contra enemigos invisibles y conspiraciones de diverso tipo, pero eso solo dilata la confesión de fracaso. Un sistema que no tiene vida propia, que hay que moverlo a punta de “realazos”, arengas o “cucando” a los adversarios, está destinada a pulverizarse de la memoria de los venezolanos. No va a crear condiciones ni medios institucionales donde la gente pueda satisfacer demandas y necesidades. Se va a encontrar que, después del delirio de las manifestaciones, sus condiciones de vida empeoran. En suma, frustración y desconcierto.
Y es en esto que el gobierno tiene una tarea pendiente. Porque ha ido desmantelando un sistema deficitario, pero mejorable, y se ha dejado el terreno allanado para construcciones que no terminan de aparecer. Se pueden crear campañas publicitarias, inyectar “reales”, apuntar la oratoria contra enemigos invisibles y conspiraciones de diverso tipo, pero eso solo dilata la confesión de fracaso. Un sistema que no tiene vida propia, que hay que moverlo a punta de “realazos”, arengas o “cucando” a los adversarios, está destinada a pulverizarse de la memoria de los venezolanos. No va a crear condiciones ni medios institucionales donde la gente pueda satisfacer demandas y necesidades. Se va a encontrar que, después del delirio de las manifestaciones, sus condiciones de vida empeoran. En suma, frustración y desconcierto.
Pero ese mismo es el reto para la Oposición. Pues no solo se van a encontrar con el sistema cuartarrepublicano desmantelado (si se puede hablar de IV República) sino con el país devastado, y no por las hordas de Boves y del Decreto de Guerra a Muerte, sino con un camposanto de intenciones, con la ausencia de técnicos e intelectualidad que prefirieron abrirse camino en otros lados y con la anemia de las iniciativas privadas. En este panorama desolador, donde se aúnen desempleo, inflación, carencias en servicios básicos, de salud y educación, será la herencia de las huestes aventureras que confundieron el país con el Mar Caribe y creyeron vivir en la “Tortuga”. Y el problema está la de montar un sistema alternativo, basado en la misma Constitución vigente, pero que logre, en lo cotidiano y práctico, salirle al paso a las necesidades del venezolano.
Porque si se apostó por un hombre de boina y palabras seductoras, fue porque para la gente el sistema no servíaO o no existía: para obtener atención mínima había que empujar el sistema a punta de manifestaciones, tomas de carreteras, protestas y huelgas. Claro que actualmente pareciera que si se apelara a lo mismo, te etiquetarían (como han hecho) de conspirador y te arriesgas a la cárcel sin derecho a pataleo. Así que hay que ir montando un sistema donde la gente no tenga que mendigar o vender su conciencia para que le respeten sus derechos. Si la gente llegara a percibir que esto va siendo posible, probablemente se comprometería con el sistema, porque creería en él. La Democracia volvería a ser cultural.
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