EL SILENCIO DE LOS INOCENTES
The silence of the lambs, tal es el nombre de la famosa película con Anthony Hopkins. Independientemente del valor que tenga para la crítica, el tema arrastra al espectador a través de una serie de sensaciones al encontrarse, cara a cara, como es posible con la magia del cine, ante un asesino en serie, un psicópata. No cualquier psicópata. Uno excepcional. Uno con la cabeza bien dotada, como psiquiatra. En español, the silence of the lambs la traducen como El silencio de los inocentes.
Sin embargo, la relación con el título no es porque se vaya a hacer una reseña cinematográfica o un comentario acerca de psiquiatría. Surge del estudio de temas de Bioética facilitado por la Universidad Monte Ávila en el contexto del postgrado de Teología Sistemática de la Pontificia Universidad Javeriana, que se efectúa en el Seminario Arquidiocesano de Caracas. Y viene al caso porque tal título es acorde para tratar lo que se llamaría el estatuto del embrión humano, en relación con todos los casos de interrupción del embarazo o manipulación de embriones con distintos fines.
Aunque en este caso más que referirme a lo que pasa en el llamado Primer Mundo, por alarmante que sea, quiero referirme a lo que pasa por este lado del mundo. Quizás no tanto la mentalidad abortista o el uso de las células madre embrionarias, aunque se estén pisando de cerca los talones, como por la imagen publicitaria de la ciencia, cual chistera de mago, que brinda soluciones a la carta contra la esterilidad, lo que causa asombro por la liviandad para el tratamiento de un tema tan delicado.
Tema en boga, por otra parte, para revistas propias de sala de espera o entretenimiento, la oferta concreta que aparece es la superación de obstáculos para la patenidad/maternidad a través de Técnicas de Reproducción Asistida, la más conocida, sin mencionar sus variaciones, la in vitro.
Tales soluciones, presentadas con edulcorantes, sin los detalles reales que deben evaluarse, sea a la opinión pública mediante la divulgación científica interdisciplinar, crítica y discutida (o en discusión), sea a los beneficiarios directos, los padres. Y esos silencios, en personas e instituciones que están obligadas por el juramento hipocrático, inoculan de desconfianza por la sospecha de mercantilización de la vida humana. Porque los costos deberían incluir una completa y desnuda información sobre las problemáticas inherentes, como la fecundación de varios óvulos y la congelación o, incluso, el desecho de los sobrantes junto con los defectuosos, pese a tener una vida independientemente reconocida.
Finalmente, last but not least, la discusión sobre los límites éticos de los tratamientos y la objetiva y no ideologízada (y menos manipulada) discusión entorno al reconocimiento antropológico y estatuto jurídico de la vida humana del embrión. Discusión ésta no fuera de lugar, como lo comprueba no únicamente la actualidad del tema de un tiempo para acá. También lo comprueba el Convenio sobre Derechos Humanos y Biomedicina, aprobado por el Comité de Ministros del Consejo de Europa en 1996 y firmado en Oviedo en 1997. Y, además, el reconocimiento de la importancia del Congreso Internacional sobre El inicio de la vida y el estatuto sobre el embrión humano, organizado por el Centro Universitario Francisco de Vitoria de Madrid y la Pontificia Academia para la Vida, de Roma, en el año 1999, que tuvo el reconocimiento del Ministerio de Sanidad y Consumo de España, declarando el libro que aglutina las ponencias e intervenciones de interés sanitario; y el Consejo de Europa, que lo incluyó dentro de los actos conmemorativos del 50° aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos.
El tema no está cerrado, pese al tiempo transcurrido. Hace falta enfrentarlo y no evadirlo. Tanto así que el Comité Warnock, del Reino Unido, el mismo que legalizó el término “pre-embrión” para referirse al embrión antes del décimo quinto día, afirma la unidad y continuidad entre el óvulo fecundado (cigoto) y todo el proceso que sigue hasta el nacimiento ( cfr. DEPARTAMENT OF HEALTH AND SOCIAL SECURITY, Report of the Comittee of Inquiry into Human Fertizalation and Embriology, 1984). Así pues, el Consejo de Europa exige que se garantice la debida protección de los embriones in vitro, así como prohíbe la creación de embriones para la experimentación (cfr. COUNCIL OF EUROPE, Convention for the protection of human rights and dignity of the human being with regard to the application of biology and medicine. Convention of human rights and biomedicine, 1996). Cuestión no suficiente aunque busque crear reglas claras. Porque ¿qué pasa con la fecundación de múltiples óvulos en las Técnicas de Reproducción Asistida, cuando solo se utiliza uno de ellos y los demás se botan como un material de desecho? ¿Es proteger la vida del embrión congelar los embriones restantes? Eso sin referirnos a otras sutilezas de dichas técnicas, como las posibles o reales alteraciones bioquímicas del material genético, a todo lo largo de la manejo de las mismas.
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