ENTRE LA CIMA Y EL ABISMO: LA BIOLOGÍA DE LA SEXUALIDAD HUMANA
Por ideología entendemos esa manera de concebir e interpretar el mundo, de manera honesta e inconsciente, a partir de la propia situación política, cultural, social y económica. Surge de lo que buenamente pensamos que es, sin examinarlo a fondo. Puede decirse que es interesada, siempre que entendamos que hay intereses legítimos e intereses torcidos. Interpretamos que las cosas son así, porque así mentalmente cuadran con nosotros. La ideología deja campo sin examinar, si es que examina alguno, y lo que piensa cree que es así, y esas ideas funcionan para lo cotidiano, aunque estén equivocadas. Se diferencia de la manipulación ramplona y el engaño, en que cree en lo que dice, sea o no cierto. A quien manipula y engaña no le interesa la verdad o la sinceridad, sino conseguir que el otro crea lo que él sabe que es falso. Claro que algunos pueden interesarse en engañar y alimentar ideológicamente posiciones que no pasan por la criba de la crítica.
Esta introducción sirve para tratar el tema de la sexualidad, donde hay manipulaciones interesadas por motivos políticos y económicos, pero también ideologías, como la biologicista. Con ella algunos pretenden justificar cierta promiscuidad sexual de todo tipo pues, total, tenemos nuestros instintos como el resto de los animales. Para ellos la biología lo dice, así que no le hacen mucho caso al espíritu. Y eso sin recurrir a Freud.
Pero nos enfrentamos a una postura ideológica. Examinemos la cuestión. Asomémonos por algún momento por la otra cara de la luna.
En los animales se dan instintos que funcionan como programas hormonales imposible de evitar o postergar. Virginia Woolf lo describe con genialidad y maestría en su novela Flush: ante las feromonas que delatan el celo de la hembra, el macho no puede hacer otra cosa que lanzarse enceguecido a cortejarla hasta aparearse. Así que los psicólogos prefieren hablar de pulsiones sexuales, más que impulsos o instintos, por la capacidad de decisión sobre ellos: cómo satisfacerlos, como orientarlos, qué buscar, cuando, donde, con quien… además de darle significantes y descubrir contenido moral y sin necesidad de esperar a que la hembra humana esté en “celo”. De tal manera que la biología no funciona igual en animales que en seres humanos: sino pregúntele a una mujer qué piensa si alguien le insinúa que está en celo. Aunque habría que admitir lo que es obvio para la biología: los órganos sexuales están diseñados para el encuentro y la procreación (aunque biológicamente se pueda hablar de reproducción). La anatomía y fisiología masculina encuentra total complementariedad en la femenina, no solo en cuanto a la forma, sino en la vascularización, lubricación y demás fluidos en la vagina y útero de la mujer, que permitan que los espermatozoides alcancen a los ovocitos y los fecunden.
Pero resulta que esa misma biología que se invoca para equiparar la sexualidad humana con la irracionalidad de los instintos no toma en cuenta otro aspecto: los seres humanos no se aparean como el resto de los animales, sino que la postura más cómoda, la que necesita de menos acrobacias, es la que se hace frente a frente (quienes argumentan otras posturas lo hacen haciendo advertencias sobre detalles para evitar intentos de placer fallidos). La hembra no se dispone sumisamente sino que abraza. Los rostros quedan uno a lado del otro y la intimidad viene acompañada con los sonidos, los besos y el recurso de la palabra. Es manifestación emotiva de la interioridad de ambos.
Más todavía, se tendría que añadir otro aspecto: la especie humana es la única en la que la hembra es también capaz de experimentar orgasmos. Habría que considerar que en tiempo distinto a los del hombre, por lo que, si se quiere evitar la sensación grotesca y repulsiva del macho que descarga sus necesidades en la hembra, la capacidad de ternura, diálogo y espera están incluidas para el éxito del acto sexual.
Estas consideraciones externas quedarían incompleta si no se recuerda que la relación sexual no está simplemente gobernada, como en el resto de los animales, por lo que se llama el cerebro reptil: el hipotálamo dando órdenes a la glándula pituitaria o hipófisis y esta sobre las gónadas. El llamado neocortex, propio de los animales superiores, lo que es el encéfalo y más concreto el cerebro, participan a título pleno. Eso incluye lo que es el aprendizaje. Ya en los chimpancés se ha demostrado que cuando crecían aislados del resto de la manada, de adultos sentían el instinto sexual sin conseguir consumirlo. Esta participación del neocortex hace que el acto sexual pueda llenarse de aprendizajes (constructivos o degradantes), que se asimilan en la memoria y que crean asociaciones de estímulo-respuesta según el condicionamiento clásico de Paulov. La responsabilidad con la sexualidad no está simplemente ligada a la posibilidad de enfermarse o salir embarazada. También está ligada a la de evitar hacer experiencias dañinas que afecten el desempeño sexual, tanto desde el punto de vista biológico, psicológico como humano como la integridad personal y autoestima. La capacidad de recordar está unida al sentido de identidad, por lo que yo considero lo que soy en base a lo que he hecho (la pérdida de la memoria afecta la identidad de la persona, como ocurre en ciertos accidentes). Las parafilias parecen tener origen en el tipo de experiencias que se han realizado, independientemente de los causantes, por esa plasticidad que tiene el cerebro para crear nuevas asociaciones estímulos/respuesta distintas de las asociaciones originales.
Coito de frente, placer en ambas partes de la pareja, encuentro, espera, diálogo, ternura capaz de vivirse, biológicamente, sólo entre un hombre y una mujer. La biología liga la relación a la reproducción. El neocortex a una variedad de comportamientos y significantes, donde pueden incluirse los valores morales objetivamente descubiertos y asumidos. Experiencia única digna de ser vivida desde lo que secularmente se ha llamado, sin adulteraciones, el amor y el amor como entrega. Componentes biológicos, psicológicos, morales y espirituales sin que se puedan definir fácilmente cuando termina uno y comienza el otro ¿Cuánto tiene de físico y cuánto de espiritual? Para quien se reserva su capacidad de entrega para el encuentro definitivo con una sola pareja, tales distinciones no son importantes: todo es maravilloso. Para quien hace experiencias múltiples, la semejanza o diferencia de una experiencia con otra es motivo de angustia, que le obliga a comparar y se le hace difícil trascender. Una experiencia tan importante para el ser humano debe ser difícil de vivirla con la persona equivocada: abrir los ojos y estar con otro/con otra distinta de la que se ama definitivamente.
Estoy de acuerdo contigo, si bien es cierto que tenemos muchas cualidades naturales como habitantes de este planeta y las cuales compartimos con el resto de los seres vivos también es cierto que tenemos sentimientos y lo más importante el discernimiento para saber lo que esta bien y lo que esta mal. Igualmente, hay dos puntos bien importantes, los cuales también tocaste, como son la responsabilidad y la no culpa: “…está ligada a la de evitar hacer experiencias dañinas que afecten el desempeño sexual, tanto desde el punto de vista biológico, psicológico como humano como la integridad personal y autoestima…”
ResponderEliminar¡Me encanta! te felicito Alfonso. Voy haciendo tiempo para poder leer los demás temas