LA CONCIENCIA COMO MERCANCÍA


Los teóricos socialistas afirmaban que la sociedad determinaba al individuo. Es decir, se negaba la libertad del individuo para considerarlo como producto de la sociedad. Tal visión ciertamente determinista y simplista, pues existen otra gran cantidad de parámetros igualmente válidos como pueden ser la genética y la biología, el inconsciente o la razón y toda una serie de motivaciones y necesidades, tradición y familia, justificaban sin embargo el que se pretendiese asaltar el poder para desde allí cambiar la colectividad. Controlar la educación, la información y otros más era necesario para evitar la contaminación del capitalismo con sus castillos de cristal.

En la era de la ciencia, donde la comprobación pasa por la experiencia y por la experimentación, vale la pena recordar el experimento comunista del este europeo. Después de 72 años de régimen, de generaciones formadas bajo un estilo de vida, enfrentando la muerte sin el auxilio de la Religión, el hombre nuevo, una vez que el Estado no pudo más tutelarlo, abandonó dicho experimento e incursionó en un mundo democrático y de mercado, y un mercado de corte capitalista. En la región del Caribe está por verse qué pasará con Cuba una vez que las figuras legendarias de la Revolución partan para el Hades de los antiguos.

El modelo venezolano tiene un sentido práctico que enmudecería a los soñadores de cualquier sociedad perfecta: el capitalismo salvaje del Comandante. Este se basa no en que la sociedad determina al individuo sino que el bolsillo determina al individuo. Es decir, toda conciencia tiene un precio. Me gustaría entrevistar a Marx para ver lo que opina no del hombre cosificado por el trabajo capitalista y negrero, sino de la conciencia reducida a mercancía con precio de mercado. Él que en Londres sufrió penurias al punto de morírsele uno de sus hijos. Seguramente la Cosa Nostra estaría más apta para comprender tamaños disparates. El hombre nuevo es aquel que pone precio a su conciencia a cambio de favorecer una revolución. Todo sueño se apoya si hay compensación económica. Las ideas no hay que traducirlas con la oratoria de las palabras convincentes y apasionadas, con la praxis revolucionaria, sino con números… con números en billetes contantes y sonantes. Cualquiera pensaría que es el triunfo de las matemáticas sobre la retórica.

El modelo estatal venezolano mueve apoyos y marchas en base a este principio. Artículos de opinión y medios que no tienen otro techo que el beneficio inmediato. Firmas y votos que apoyan las planillas en los estómagos y, si esto falla, en los costillares. La guillotina del despido que acorrala amenazando con lanzar al mundo del desempleo a familias enteras.

Pero el modelo no para allí, porque sirve también para las relaciones internacionales. Se puede negociar de esta forma el apoyo de Guyana, o del CARICOM, o de África, o de países del Extremo Oriente. Con Cuba cualquier acuerdo es válido para aliviar las presiones gástricas que puedan debilitar la Revolución.

El Estado omnipotente con el Rey Midas a la cabeza se le olvida en el festín de Baltasar que el poder tiene su trono y sus raíces en los pozos petroleros, que no son eternos. Las conciencias que hoy se compran, mañana estarán a la venta y disposición de otros compradores. Los mercenarios de hoy no es seguro que se alisten en las tropas del mañana. Los aliados que se compran hoy desertarán mañana, como los amigos interesados de quien despilfarra su fortuna hoy serán los que lo dejarán abandonado más adelante. Si las verdaderas amistades entre las personas son efímeras a veces, pretendiendo ser eternas y basadas en valores auténticos, que podrá decirse de las alianzas políticas corrompidas desde la raíz.



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