ESPIRITUALIDAD Y TRINIDAD
Icono de la Trinidad de Roublev, que representa la unificación de la vida monastica y la posibilidad de unidad política de la Rusia del siglo XV |
Resulta evidente que hay una profunda sed de espiritualidad en el mundo. Lo triste y llamativo es que cambiamos lo genuino por imitaciones de baja monta. O sea, identificamos una necesidad imperiosa que, lejos de buscar satisfacerla con lo mejor del patrimonio de la humanidad, queremos anestesiarla con cualquier sucedáneo.
De esta forma, espiritualidad, según el lenguaje común que se está manejando, incluye desde las supersticiones de viejo cuño pasando por extravagancias de energías siderales hasta ateísmos materialistas que ofrecen también sus espiritualidades. Para algunos ser espiritual es cultivar el espíritu humano, en la mejor versión del humanismo renacentista. Así que lo que ocurre en ocasiones es la suplantación impostora de humanismos, supersticiones, esoterismo por espiritualidad. El resultado final, obvio, es la pérdida de tiempo, energía y dinero sin que ocurra un encuentro con la Divinidad.
Cuando mencionaba al principio la espiritualidad según lo mejor del patrimonio de la humanidad, lo hago por razones de apertura. Como cristiano creo que mi camino está definido por una trayectoria en la que se han forjado un buen grupo de convicciones. Pero para aquel que no ha hecho este recorrido, y no ha descubierto la centralidad de Jesucristo como camino, es válido que la pregunta por la espiritualidad incluya otras posibilidades. Y estas posibilidades son legítimas, en cuanto ofrecen ciertamente un camino de acercamiento a Dios. Pero la condición es que sea serio, no algo acomodaticio y a conveniencia.
Porque la espiritualidad, como búsqueda de Dios, es una búsqueda de discípulo, no de maestro. Por lo que hay que dejarse guiar. Y esto implica toda la vida, en el sentido englobante. Lo que conlleva opciones y renuncias, sacrificios, vaciamiento, crecimiento y ascensión. Y para tal aspiración las personas no pueden ponerse en manos de cualquiera ni adoctrinarse con el palabrerío de cualquier charlatán.
De ahí la importancia de las grandes tradiciones religiosas.
Pero de todas esas tradiciones, obvio que el cristianismo es la que más ha influido en occidente. Y la espiritualidad cristiana parte de la convicción de la presencia cercana de Dios Padre en el esfuerzo de seguir al Hijo en virtud del Espíritu Santo. Tanto la oración personal como la litúrgica están marcadas por la Trinidad. Pero no se trata de una repetición cíclica de ritos o plegarias. Es cierto que tal cosa tiene suficiente valor en otras tradiciones religiosas. En el cristianismo es un camino que incluye la historia, tanto de forma individual como colectiva. La misión no es un apéndice de la espiritualidad. Es la conciencia de que la humanidad entera camina al encuentro el Dios Trino al final de los tiempos. Es la conciencia de que en esta vida está en juego la salvación/perdición de los seres humanos, tanto dentro de la historia (como sería el desastre ecológico) como para el final de la historia, en la eternidad.
La espiritualidad cristiana es unificación alrededor de la Trinidad en la experiencia caminante y de comunión de la Iglesia/misión. Y ello implica una dimensión interna. La persona medianamente sincera reconoce la existencia de impulsos, de una fuerza desintegradora que lo lleva a actuar en contra de lo que considera razonablemente justo. Aquello que llama tentación, aunque haya sido ridiculizado por ciertas formas de pensamiento.
Sin embargo, desde tiempos de los griegos esta constatación ha caído en el campo de las evidencias. Y de las evidencias que había que resolver. Así, dentro de las diversas corrientes, dejando aparte aquellas que teorizaban sobre la virtud, había quienes creían que todo conflicto se resolvía en su satisfacción. O sea, el ser humano se realizaba resolviendo las contradicciones internas dándoles luz verde: desde la pasión sexual hasta el sueño, la comida, la bebida… Cosa que no es cierta. El ser humano puede sentirse degradado como ocurre, por ejemplo, con el alcohólico. Pero lo contrario tampoco es cierto: la solución consiste en la represión. Toda necesidad física debe ser reprimida.
La solución se da en la integración ¿cuál integral? En la integración contemplativa en la Trinidad. Que todo confluya hacia la Trinidad y de la Trinidad surja el amor atrayente y la gracia para que ocurra toda la integración en el amor.
Y este proyecto puede llevar toda la vida. Incluye a solteros, casados y consagrados. Sin excepción de razas, sexo o edad. Y es un proyecto que vale la pena.
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