RUPTURA DE LA TRADICIÓN CULTURAL DE OCCIDENTE
En occidente hay un quiebre de las evidencias. Nos preguntamos por qué las cosas deben ser de determinada forma y nos encontramos desprovistos de cualquier ropaje intelectual para enfrentarlo. Y en ocasiones la oportunidad política ciega cualquier otra consideración. Como que afirmar una cosa no está tan alejado de afirmar lo contrario y, si es posible, hasta las dos a la vez. No se percibe mayor consecuencia sino que todo va a permanecer inmutable en la naturaleza humana.
Pero el costo de la ilusión puede ser fatal. Nada más considerar, a modo de ejemplo, la posibilidad de adopción en las parejas homosexuales, o las diversas formas de reproducción asistida donde lo único que se chequea es la existencia o no de anomalías físicas. En ambos casos, pero no solo en estos, se presenta una amnesia colectiva intencionada: vivir en un eterno presente, sin pasado ni futuro. De esta forma se relega la historia y la tradición de la memoria colectiva, como la psicología de la memoria individual. Y la referencia al pasado es fundamental, sea como impulso, sea como advertencia de lo que no se quiere repetir. La acumulación de la experiencia permite tomar decisiones acertadas, lo cual es válido desde el punto de vista individual o social.
En la dinámica de la responsabilidad compartida, que se llama democracia, el debate tiene un papel irremplazable. Es claro que este es susceptible de ser manipulado, aunque sea por los medios en que se presenta: el debate necesita de palabras que argumenten, por lo que está confinado a la habilidad del orador; el orador depende de los medios de difusión de su mensaje; finalmente, por refinados que sean los recursos que se utilicen, siempre se depende de la benevolencia del público, como dirían los antiguos, para escuchar los planteamientos. Así que la posibilidad de debate tampoco asegura la validez de las conclusiones.
Pero el camino recorrido por los pueblos, como el camino de cada uno en particular, es referencia obligatoria al pasado. En ella encuentra identidad y explicación e, inclusive, reservar morales para enfrentar desafíos.
El experimento de experienciar cualquier tipo y género de comportamientos, para ver qué sale de todo esto, puede resultar simplemente fatal. Porque ni siquiera la racionalidad antecede los pasos. La presión social que desencadena presión política es un arma, ciertamente, que puede usarse de manera inescrupulosa por los partidarios del relativismo moral y el nihilismo. Funciona en sociedades que se rigen por el juego de la democracia. Pero nada de esto asegura sus resultados.
El olvido y la alteración de las tradiciones religiosas están dentro de este proceso de desembalaje. No es simple revisionismo. Esta duda mortal que produce negaciones totales y la infiltración de tradiciones religiosas orientales, corre el riesgo de desarticular la convivencia sociopolítica en occidente. Porque inclusive el racionalismo que desembocó en formas ateas participaba de esqueletos judeocristianos amalgamados con la racionalidad griega. Este no pensar, que está lejos tanto de la mística cristiana como de la mística oriental, confunde la evidencia del silencio con la evidencia de la ignorancia. Occidente armoniza la explicación última de la existencia con el misterio cristiano, que intenta ser desprestigiado de manera panfletaria. Pero el camino oriental conduce a un silencio de armonía cósmica, aunque a ese silencio le llamen “la nada”. Para un occidental, no acostumbrado a estas sutilezas, las referencias no existen y cree entender lo que solo se entiende dentro de las tradiciones místicas orientales. Por eso es que las versiones orientalistas que se venden en occidente son artículos de consumo que maquillan esoterismos de viejo cuño.
Retomar la vena argumentativa en Occidente para no disparatar con la historia requiere de la inmersión en lo más valioso de las tradiciones. Y esas tradiciones serán actuales en la medida en que animen la vida de las personas y los pueblos. Tradición, que viene de la palabra transmitir. No costumbrismo pintoresco, que necesita en oportunidades de la lucidez del pensamiento.
Alfonso, todo lo que planteas se vive intensamente aquí en Europa, o por lo menos en España, donde existe un no-diálogo con cualquier pensamiento que quiera ir más allá de los tópicos dominantes,...y es curioso, al menos a mí me lo parece, ver el dogmatismo con que algunos defienden posturas de talante relativistas o supuestamente "progres", que tiene visos más de alienación ideológica, que de crítica reflexiva. Sí, estoy contigo, yo también abogo por una vuelta al diálogo con lo mejor de nuestras tradiciones, a una verdadera libertad para buscar y vivir lo que sentimos como cierto en nuestra conciencia. Un saludo. Felicitaciones por tu artículo.
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