¿QUIÉN DICEN QUE SOY YO?

Desde el año 2008 es evidente la crisis de valores que vive Occidente. No porque antes no existiese una crisis de valores, solo que se la tenía con carta de ciudadanía. La descomposición social venía mezclada con tolerancias, laissez-faire, formas culturales vanguardistas, arte postmoderno, ideologías de izquierda y tantas otras. Ya en el 2002 con los atentados a las torres Gemelas se anunciaba que algo grave venía pasando. Pero en el 2008 la crisis estalló en las bolsas y en los bolsillos.

No solo el gasto que ha representado financiar dos frentes de guerra, sino el desplome causado por activos tóxicos y otra serie de triquiñuelas que llevaron a la ruina a multitud de personas, al embargo de propiedades a otras tantas y a la ascensión de un afroamericano a la primera magistratura del planeta. Y todo, exactamente, por pretender mantener una burbuja financiera en base a engaños y fraudes. Lo recordó y lo vuelve a recordar el Papa: la economía necesita de la ética.

Por otro lado, Europa se ha descristianizado. Pero, así como en física el vacío absoluto es inexistente e inestable y tiende a ser llenado, así el vacío de Dios, de Absoluto y de referencias que provoca el ateísmo tampoco puede mantenerse en el tiempo. Debe ser llenado. Y de las muchas experiencias con poder de sustitución del cristianismo, si bien serían de admirar las religiones orientales, la que lo está haciendo con aguda penetración es el islamismo. La penetración cultural y religiosa completa las conquistas que ni los árabes de la edad Media ni los turcos de la Moderna habían podido alcanzar. Será por el convencimiento de los fieles, por el coraje de sus integrantes en defender sus convicciones (pienso en la ropa y no en el terrorismo), pero la posibilidad de islamización de Europa es clara. Tal cosa implicaría una ruptura con la historia y la tradición, por lo que hasta el lenguaje se vería afectado: ¿decir “alma” en la tradición cristiana sería lo mismo que en una musulmana? ¿qué decir de la esperanza de paraíso? ¿de los caminos para alcanzar la salvación?

Pero se me ocurre en pensar en el papel de la religión en la sociedad, según pensadores occidentales no cristianos. Para unos serviría para evitar la depravación del pueblo inculto; para otros, como forma de preservar el status quo; en el caso de los marxistas, al “opio del pueblo”. En todo caso, poco importa para ellos el valor de la religión en sí como de su función o utilidad social, sea en relación con el poder o para la manipulación y domesticación de las masas.

Esta visión funcionalista y utilitarista afortunadamente ha pasado a segundo plano. Si bien la posibilidad de manipular la fe, las creencias, la buena fe y la institución religiosa para legitimar gobiernos y regímenes es real, hay apreciaciones que provienen de la antropología y la sociología que comprenden el hecho religioso desde el hombre mismo, desde sus interrogantes y necesidades más profundas.

Así pues, tomando en cuenta que la tradición occidental ha sido la cristiana inclusive en su reacción atea (se elimina la creencia en Dios sin renunciar a libertad, justicia, igualdad, belleza, amor…), el radical retroceso y la islamización ponen en peligro la misma estabilidad social.

Ante la crisis de los mercados financieros en el 2008, las actuales dificultades, los “indignados” de Madrid, las manifestaciones en Atenas, los saqueos en Inglaterra… ¿qué tiene suficiente cohesión como para amalgamar la sociedad? ¿qué hay que pueda hacer pensar colectivamente, desde el “nosotros” nacional, para que la gente no piense únicamente en sí y se abra al otro? ¿Cómo para rescatar la confianza y el entendimiento a fin de que haya un reacomodo social que beneficie a todos? Pocas cosas pueden asemejarse a la en el sentido religioso. No en vano una nación como Sudáfrica supera las heridas del Apartheid gracias a la fe impulsada por Mons. Tutu. En España se espera que la Iglesia vasca ayude a la reconciliación post-eta.

Pero además de estos factores, si el lenguaje no es común porque se ha quebrado la común tradición ¿podría hablarse de justicia en los mismos términos? ¿la libertad del musulmán es compatible con la libertad cristiana? ¿Cómo quedaría el papel de la mujer? ¿Habría que asumir la sharia, la ley islámica con, por ejemplo, el apedreamiento de las adúlteras? ¿Qué decir de la pobreza? ¿La concepción de lo que es la voluntad de Alá permitiría el esfuerzo humano por rebelarse ante la fatalidad? Es cierto que la piedad musulmana impresionó a Charles De Foucoult hasta el extremo de impulsar su búsqueda de Dios dentro del cristianismo, pero…

Pero intentemos remontar ríos arriba. Esta situación de incertidumbre e indeterminación religiosa ¿no ha sido provocada por el distanciamiento del compromiso cristiano concreto? Una fe que no obliga moralmente en otros aspectos ¿no está sentenciada a morir? ¿No es el drama del llamado ateísmo práctico? Esta quiebra en el lenguaje ¿no es también una quiebra de la tradición y la práctica? Parte de la tragedia que viven países como Venezuela ¿no se debe a que los cristianos han marchado en retirada dejando en manos de la política, especialmente de la izquierda, cuestiones comunes y fundamentales desde el punto de vista de la fe como la justicia? Esta falta de praxis, unida a la carencia institucional ¿no ha hecho que los cristianos crean que, cuando un marxista habla de justicia, invoca necesariamente la misma realidad que los cristianos? ¿No forma parte de la tragedia de no poder encontrarnos y diseñar un destino común?

Creo que es así.

Sólo que la pregunta y las preguntas necesitan de una pregunta anterior, que está al inicio de todo este recorrido, de la que depende todo lo demás.

Porque no se trata simplemente de esgrimir el problema real de la identidad o de la historia, de unas tradiciones u otras en este u otro pueblo. Ciertos planteamientos tienen mucho de antropológico, que nos sitúa casi en la vitrina de los especímenes raros; como si fuese interesante preservar el patrimonio de la humanidad en una especie de zoo. Tampoco convence forcejear desde un bando por sentido de pertenencia, porque yo soy así, por identidad o tradicionalismo. No se trata forcejeos entre subjetividades para que una prevalezca sobre la otra, una cultura sobre las demás culturas, vaciándolo de contenido real.

La pregunta fundamental, por la que vale vivir el Evangelio y preservar la identidad occidental, con todo el desafío de inculturación del Evangelio en regiones de otras tradiciones, con el compromiso práctico de vida que incluye el esfuerzo por superar incoherencias y mejorar este mundo, viene propuesta por Jesús en el Evangelio de este domingo: “Y USTEDES, QUIEN DICEN QUE SOY YO?”

En esa pregunta, con su respectiva respuesta, se halla la clave de todo.

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