LA VIRGEN DEL 11S
Este domingo en Venezuela se celebra la solemnidad de Nuestra
Señora de Coromoto, nuestra patrona. Data de los años cuarenta cuando se hizo
la propuesta ante la Santa Sede, que fue aprobada. Por cuestiones curiosas, las
grandes advocaciones eran la de nuestra Señora de Chiquinquirá, conocida como
la Chinita, de Maracaibo, y la Virgen del Valle, en Margarita.
Pero estas devociones tomaron auge cuando Venezuela estaba
dividida, durante la Colonia, en dos jurisdicciones: Occidente bajo Bogotá y
Oriente bajo Santo Domingo. Venezuela se unifica bajo el nombre de la Capitanía
General de Venezuela hacia 1777, a escasos 23 años de las acciones que
iniciaron el movimiento independentista.
Así cada región tenía tradiciones propias, lo cual supuso
maestría durante la guerra de independencia para evitar secesionismo.
Por tanto, con todo lo turbulento que fue el siglo XVIII
venezolano, aunado a la falta de vías de comunicación, para el catolicismo
popular una devoción era diciente y otra no. No aunaban el sentir popular.
Las investigaciones históricas de Nectario María, hermano de
la Salle, desentierran y difunden la historia de la Virgen de Coromoto. Ya en
tiempos coloniales tuvo difusión más allá de las fronteras, pero la población
de Guanare ciertamente estaba asilada. Los llanos venezolanos no eran muy
benévolos entonces. La luz proyectada sobre Ella hace que se caiga en cuenta
que se trata no simplemente de una devoción o una renovación o un evento
milagroso, sino de una aparición y aparición misionera.
La Virgen se aparece en 1651 o 52 a un pueblo indígena que ha
perdido sus tierras y les pide, de manera harto simplista, que se bauticen (“que
les pongan agua”). No va a ser un sacerdote el que haga las diligencias sino un
laico, Juan Sánchez. Tarda 7 días en ir y volver a la ciudad de El Tocuyo (hoy
en día serían unas 2 horas o menos), que había sido la capital de la Venezuela
colonial hasta 1576. Cuando se regresa se encuentra que el cacique de los
Cospe, el indio Coromoto, está renuente para hacerse cristiano. Bautizarse
supone muchas cosas, muchas renuncias y, sobre todo, a ciertas tradiciones
incompatibles con la fe y… al poder de gobernar como cacique.
La Virgen se le aparece una noche en la choza. El indio la
enfrenta como si se tratara de otra persona: con flechas y buscando atraparla
entre sus manos. Atónito, ve que no está la “bella Señora”, como le llaman.
Ante la pregunta de los demás, dice que está entre sus manos. Las abre y ve su
imagen, la envuelve en hojas (¿de plátano?). La pone aparte para quemarla después.
Un niño indígena la extrae en la noche y se la lleva al
capitán Juan Sánchez, quien notifica a las autoridades de todo lo sucedido.
Al día siguiente emprende la huída el
indio Coromoto arrastrando a su tribu, cuando es mordido por un ofidio y
bautizado de emergencia por un laico que pasaba. Moría recomendando a sus
indios el bautizarse y quedarse con los blancos.
Esta historia y su celebración incluyen una serie de aspectos
a tener en cuenta, so peligro de vivir una fe divorciada de la vida de manera
esquizofrénica:
·
No
es conveniente tener una visión de la historia civil que contradiga hechos
creídos (y creídos como ocurridos) que implican la fe.
·
No
es posible edulcorar la historia de violencia para obtener una visión más romántica
que permita las intervenciones divinas del tipo que sean.
Obvio que alguien que parta de la negación, no tiene mucho
que discurrir. Pero quien toma en serio este aspecto debe tener una visión
menos confrontalista y oscura de la historia, si no quiere insinuar la
complicidad de Dios. Como también se debe evitar idealismos civilizantes,
porque lo que se celebra va en la línea de la intervención de Dios por la
Encarnación: Dios asume una historia violenta para cambiarla.
La historia de la humanidad está repleta de invasiones y
conquistas, sin que existiese algo que se llamara “Tratados Internacionales” o “crímenes
de guerra”. Por razones de cualquier tipo (¿geopolíticas?) así ha sido desde la
antigüedad, con desapariciones completas de pueblos (como la griega Tebas) y
desplazamiento de otros (como los kurdos). Hemos llegado hasta aquí a jinete
sobre esta historia. Y cierta violencia pudo reducirse en la medida en que
valores cristianos fueron compartidos y el sustrato de las leyes. Que hoy en
día aspiremos a evitar repeticiones, es una ocurrencia sana e inteligente que
siempre se puede celebrar.
Así que resulta anacrónico esperar que una sociedad medieval
en muchos aspectos, se comporte como lo haría Erasmo de Rotterdam. No se puede
negar la violencia, en ciertos partes más que en otras, como tampoco se puede
negar los aportes que se hicieron. Y, entre esos aspectos, el de la fe.
Tal visión no es compatible con el revanchismo que
caracterizan a ciertos grupos radicales de hoy en día. Sin pretender absolver
de las culpas que, en su cultura y circunstancias propias, se ven como
evidente.
Pero habría que recordar la dimensión misionera e inculturada
de la Aparición. Es cierto que la Virgen (y el indio Coromoto) deben someterse
al régimen de encomiendas, en ese momento. Pero la Virgen asume el simbolismo
(y seguramente la lengua) propia de los indígenas. Y, si tenemos las debidas
nociones, tratándose de María de Nazareth, se identifica con los más pobres,
según el canto del Magníficat (“derriba del trono a los poderosos y enaltece a
los humildes”). Es un encuentro intercultural donde la diversa expresión
cultural debe manifestar la idéntica fe en Jesucristo.
Finalmente, la historia se inserta en la realidad sacramental
de la Iglesia, sin mutilaciones. Pero los laicos son los protagonistas. No son
los sacerdotes ni los consagrados, que se suponen de alguna manera presente.
Pero la mediación humana de la fe, fuera de la Aparición, se da entre un
capitán (que pareciera dedicado a labores no castrenses en ese momento) y un
criollo que estaba de paso (que bautizó a la Coromoto).
Este colofón es curioso: por razones
de evangelización y por el modelo eclesial postridentino, seguramente, y no
simplemente de rechazo franco, la presencia de los laicos ha sido escasa y
ocasional. He ahí un desafío que no se puede evadir.
No puedo terminar sin referirme a la coincidencia, por demás
triste, de esta fiesta con el 11-S. Seguramente este trágico día mostró los
síntomas de una enfermedad interior más grave, que involucra a toda la
humanidad. Resolverlo sin revanchismos, sin complejos de superioridad religiosa
o cultural es un reto que, en micro, se da en la convivencia de los indios
Cospe con los cristianos españoles… aunque la historia hubiese tardado en
consolidarse.
Ambas torres gemelas necesitan la cercanía de la Madre de Dios.
Comentarios
Publicar un comentario