ADVIENTO: LA AUSENTE PROXIMIDAD DE DIOS



En recuerdo de san Juan de la Cruz,
René y  el hno. Néstor

Adviento significa venida inminente de Dios. Tiene que ver con la preparación para la festividad del nacimiento de Cristo. Pero adviento es, a su vez, presencia y ausencia. Eso es lo que lo hace tan vigente.

En el mundo actual, por más que quiera matizarse, se experimenta a Dios como ausente. Es cierto que ya no están en boga las ideologías ateas de antaño. Pero no es menos ateo el que Dios sea una mercancía más que se comercialice de tantas formas. Casi como si solo se debiera proveer de baterías para que funcione.

Un dios que se amolda a los gustos del consumidor es un dios muy poco vivo. Es un dios que distrae de su ausencia. Mientras, de fondo, queda sin resolver el problema del mal, el egoísmo, el sufrimiento del inocente y la enfermedad, cuanto más que el mal provocado voluntariamente por la acción humana, como la guerra y la explotación de los más pobres. Un mundo sin seguridades ni asideros, con un futuro no negro en cuanto a proyecciones negativas, sino en cuanto a la negativa capacidad de visualizar, planificar y proyectar el futuro. La pobreza galopante en los niños de las principales ciudades norteamericanas, algunas por encima del 50%,  da muestra de la desesperanza y la pregunta sobre Dios. Un mundo abandonado ¿puede experimentar la cercanía de Dios?

Quienes creemos en Jesús, aceptamos la ausente impresión de su presencia. Sería escandaloso negar los signos de sufrimiento y mal que ve el resto de nuestros contemporáneos. Pero de la experiencia de su ausencia no se deriva la negación de su existencia, sino el desafío de su proximidad. El cristiano lo intuye ya próximo y hasta presente, de manera crucificada, en el sufrimiento. Y, por lo tanto, con gérmenes de resurrección.

Pero el cristiano también lo ve próximo, como semilla en los avatares de la historia. Y ante ello el creyente no puede ausentarse sino hacerse presente: el Señor está próximo. Sí vale la pena entonces la fe y sí vale la pena la acción que busca un mundo distinto, más cercano a los planes de Dios, a su proyecto original. Y sí tiene sentido la celebración, porque a través de los símbolos celebramos como presente lo que anuncia la fe.

Para san Juan de la Cruz la ausencia de Dios es provocación: Dios se ausenta para provocar la búsqueda del creyente. Mejor dicho, se esconde. Está presente aunque los sentidos no lo distingan. Porque la fe es trayectoria, es proceso, es camino escalonado y dialéctico, en ascenso, donde entra en crisis lo que imaginábamos que era Dios y lo que intuimos que Dios es. Lejos del dios complaciente de quienes se dedican al mercadeo espiritual.

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