EXPO-BAZAR MAMÁ 2012: EL IMPULSO CONTRA LA DEPRESIÓN



Una música de ritmo tropicalizado hace de anfitriona en el tercer piso del edificio del Impulso de Barquisimeto. En ella se envuelven artesanos, diseñadores, confeccionistas y cultores de la gastronomía, con algún disciplinado niño en las artes de las exposiciones.

Con la mecánica propia del cerebelo cuando dicta órdenes, en ese particular enjambre de artistas cada quien se mueve como con armonía cósmica, cual danza que descubre en cada movimiento los enigmas de la creatividad encerrada en su pasión creadora. Y las estériles mesas van cobrando vida en formas y colores, distribuidos de manera horizontal o desafiando a la gravedad en artilugios de exposición.

Es el segundo día en que las puertas del rotativo, decano de la prensa nacional, se abren para estos creadores y al público en general.

Por 2 días se puede vivir una atmósfera donde no va a ser ni la página de política ni tampoco la de sucesos quienes monopolizan la atención y la adrenalina de los ciudadanos.

En el fondo en esta oportunidad el ser humano se ha sentido convocado por la belleza, esa particular belleza de la vida que tiene capacidad para  hacer suspender las mismísimas funciones vitales. Ese dejar que los sentidos tomen el puesto de la palabra. Como si la estética se pudiese asemejar, en estos tiempos de dolor, a un coma inducido que nos transporte a mundos bien distintos del cotidiano sufrimiento.

La primera que llega a la exposición es la lluvia, lo cual no es poca cosa que hasta los elementos se sientan invitados. Y después que ella ha terminado de engolosinarse con cada detalle y esquina de la exposición, se ausenta para dejar pasar a la gente.

Los ojos curiosos se balancean de un lado al otro. Las manos palpan texturas. La curiosidad es escudriñadora de secretos. Manos y ojos parecieran querer inhalar la belleza liberada de la materia.

Y dentro del ritual en que la belleza corteja a sus devotos, llega el momento en que un objeto puede ser adquirido. Cada artículo lleva adosado un valor simbólico, nada despreciable para quien se empeña asi, en sacar adelante a una familia. Un valor simbólico que refleja las horas de infatigable labor, de correrías tras la perfección, de la capacidad para evocar sentimientos, para rendir homenaje a las ocasiones.

Pero la posibilidad de sumergirse en este torbellino de formas, olores, texturas y sensaciones no tiene precio.

Siempre es bueno soñar y nada mejor que la belleza para tocar la eternidad. Ese es el legado que ha permitido este año, una vez más, El Impulso. Oportunidad que pudo aprovechar la ong Derrotando la Depresión.




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