LA FAMILIA DE VERDE ESPERANZA Y AROMA A FUTURO
Me recibió con sus ojos verdes, que eran ya una carta de
presentación de su familia. De sonrisa diáfana y cuyos ademanes mostraban
esmerada educación. Fue en la puerta, luego de estacionar mi vehículo, que a mi
amiga y a mí nos recibieron. Digo “recibieron”, porque más allá, velando la
escena, estaba una dama que posteriormente me presentaron como su mamá.
La casa mostraba gusto. Con ese equilibrio entre arte y
naturaleza, pienso que sea propio de las regiones de Italia meridional. Una
espigada adolescente, de piel trigueña y juvenil ropa blanca, anunciaba desde
ahora la belleza de su edad en expansión. Más adentro, quizás en el lugar más
confortable de la casa, supongo, distraído antes de mi llegada, había un
caballero, hombre de juventud madura, tez morena, ropa refinada que portaba de
manera casual, que luego supe de ser el marido. Con cortesía indudable, hablar
franco pero con palabras calculadas para evitar imprudencias, atención fuera de
serie.
Me encontraba allí para bendecir la casa, cosa que se demoró
algunos minutos. Un último integrante faltaba. No mucho después aparecía una
bella niña de ojos espabilados, franqueada por sus amiguitas, de una viveza que
se reflejaba hasta la punta de los pies, como la propia niña prodigada de
cariño que parte sin escondrijos al encuentro del otro.
Se realizó la bendición y siguió la conversación. Ella hablaba más que él, pero él estaba totalmente presente, sin dejar de intervenir. Para
alguien veterano en algunos asuntos, distando mucho de sabérmelas todas, el
problema es ver lo que no se muestra, lo que hay por detrás de la cortina de la
cortesía. Porque la cortesía, sea siempre bien recibida, puede tener
componentes ajenos que despisten o escondan. En efecto, tener el ego más
recrecido de lo saludable puede hacer perder de vista detalles. La gente puede
ser cortés no porque un ministro de la Iglesia sea importante, sino porque son
educados. O por quedar bien. O por novedad. Hasta por juego psicológico.
Pero también pueden hacerlo exactamente por ser un ministro de
la Iglesia. Toda la atención se vuelca de manera religiosa y se acentúa de
manera desproporcional o diferente a la habitual. Con cierta artificiosidad,
superficialidad, con valor de escenografía.
Más tampoco se podía interpretar las cosas desde este ángulo.
Lo que se veía detrás de la cortesía del momento era a una esposa que debía ser
la joya para su esposo y de un esposo que era el orgullo y seguridad de su
esposa. Gente que enfrenta los días con una fe compañera, y no como invitada
ocasional. Donde la oración, la referencia a Dios y a la Virgen participan de
lo habitual. Que procuran ser coherentes con una serie de valores, que cultivan
una sensibilidad social y moral, y que saben lo que es desvelarse por sus
hijas.
Ambos son más jóvenes que yo, obiviamente. Pero me llamó la
atención la manera como los dos eran responsables de su propia vida y de su
puesto en la sociedad. La manera como asumían la preocupación de ser padres en
todas aquellas temáticas que, en otras circunstancias, fueron motivo de
preocupación para la generación de mis padres.
Sorprendía la madurez detrás de la juventud, tanto del esposo
o como de la esposa.
Es que soy testigo de una generación que pensó en inventar el
mundo desde cero. En derribar los valores tradicionales. Que cuestionó la
validez del matrimonio y la estabilidad del amor. Que se preparó para ser
amantes pero no padres, para revolucionar la sociedad y la política desde la
contracultura…
Quizás parte de la tragedia actual sea esta. Una generación
que veía en Woodstock el símbolo que señalaba lo que había que derribar y que
apóstaba por un porvenir que nunca llegó.
En muchos temas procuro no ser ingenuo. Intento no dejarme
engañar. Las personas dejan entrever entre sus grietas historias ocultas que
minan su confiabilidad. No tengo razones para considerar que en este caso haya
sido así. Me parece que simplemente son testigos de la perpetuidad de los
valores. De lo que significa la fidelidad hacia ellos. De cómo se agigantan la vida
de las personas cuando deciden apostar por ellos…
De cómo el Espíritu del Señor sigue presente en el mundo.
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