EL LEGADO DEL CHAVISMO EN VENEZUELA



Tu quoque, Brute, fili mi

Ciertamente vivimos en una tierra de gracia, en el sentido variado de la expresión. Aquí confluye lo grandioso con lo patético, la tristeza con la ironía, el sarcasmo con la solemnidad, la excelencia con la mediocridad, la riqueza con la pobreza, lo exquisito con lo vulgar… quizás porque en esta tierra de gracia todo es posible: existe el petróleo.

Pero esta especie de ánima que ronda los rincones con su multitud de disfraces no tiene rostro. Debe ser personificado, como lo fueron los dioses del Olimpo. Y, quien lo duda, ese papel le tocó (o suplantó) a Hugo Chávez, ya inmortalizado.

El problema no va a ser quien fue Hugo Chávez, sino quien cree la gente que fue. Se dice que la gente proyecta sus necesidades y expectativas sobre personas y situaciones. Forma parte de la psicología humana. Y eso de “Chávez eres tú” hace que la pregunta sobre el verdadero y controvertido Chávez pase a un segundo plano, porque Chávez es todo lo que se te ocurra imaginar. Eso fue en parte lo que le pasó a Obama en su primera elección: de la euforia al desencanto, cuando no se puede ser muchos “yo” a la vez.

Obvio que ese es un polvorín sobre el que están sentados quienes formaron parte de su corte. Pero eso es harina de otro costal. Lo importante, inclusive si para él en estos momentos pudiese serlo, es que su imagen quedó inmortalizada… por lo menos por largo tiempo.

Si se compara con otros personajes, como el reciente repatriado Guzmán Blanco, este apenas zarpó hacia Francia sus estatuas ecuestres fueron demolidas por el populacho. En este caso no va a ser así. Pasará mucho tiempo en el que o llega la cordura o se acaba el petróleo como para hacer una lectura distinta de la realidad.

Porque quienes lo aman tienen una imagen sesgada de él. Pero también quienes lo adversan. Sigue el enigma sobre el verdadero Chávez: ¿cuánto hay de apasionamiento legítimo por lo que es justo y por el sufriente, cuánto hubo de ambición y cálculo inescrupuloso, cuánto hay de manipulación de su figura por parte de sus adláteres?

Yo no dudo que hay 2 claves fundamentales en todo esto: el olvido o distracción de la clase dirigente anterior al actual régimen de sus obligaciones, que preparó el escenario, y su ascendente como militar.

El panorama de los años 90, por no hablar de la ineptitud de los 80, fue de complicaciones y retrasos. Creo que gran parte de las medidas de CAP II iban en la dirección correcta con una pésima implementación y engranaje con las políticas sociales. Los turbulentos años iniciales de esa década, y la escasa comprensión popular de la situación y del remedio; se crearon barreras infranqueables, tan altas que solo se avizoró el camino, luego de errores y pérdida de tiempo, con la entrada en el gabinete del Dr. Teodoro Petkoff, demasiado tarde pues luego el Comandante entró de manera definitiva en la escena política. Así que la sensación de olvido y abandono de que tenían las masas era más que justificada, creando las claves para interpretar el 4 F y 27 N de 1992. Lo supo Rafael Caldera, en el discurso oportuno para sus aspiraciones personales, ese 4 de Febrero en el hemiciclo del Congreso.

Pero en un país en que se confundió tercamente la historia de Venezuela con la historia militar, tampoco se podía esperar un desenlace algo distinto del protagonizado por un mesías militar. La fundación de la república se ha presentado como una gesta militar en contra de despotismo real, sin caer en cuenta del aporte civil por ejemplo, de la Ilustración francesa, sin la que no hubiese ocurrido la posterior revolución en tierras galas.

La historia militar, idealizada y depurada de todo lo sanguinario y destructivo que tiene, se perfila desde la gesta epopéyica independentista, con un salto acrobático que elude  la asolación en que quedó el país, hasta los albores del siglo XXI. No cuentan ni médicos como José María Vargas o Gregorio Hernández, traumaturgo, ni arquitectos, escultores, pintores, ingenieros, inversionistas, escritores, músicos  o genios populares como Juan Félix Sánchez quienes quedan, junto con otros, en la penumbra. Ni que decir de los personajes religiosos, de la colonia o la actualidad, como el padre José María Vélaz.

Que el drama del pueblo fuese escuchado desde lo alto y así se enviara a un mesías uniformado, el único capaz de captar la atención del colectivo, estaba escrito de antemano. Las condiciones, que los marxistas llaman subjetivas, existían: nadie que no se salga del curso que transitan el resto de ciudadanos puede forzar su mente para pensar de manera diferente.

Chávez murió antes de caer en la propia trampa de sus desaciertos y de hacer evidente las disparatas políticas económicas. Aunque no lo entendiese en sus últimos momentos de su vida, siempre fue un tipo con ósuerte: salvo su imagen para la historia de las despiadadas fauces de la realidad. Sus acólitos serán los que cosechen sus desaciertos, para su despecho. Pues no se dirá que las cosas no se hicieron bien (independientemente  que se suponga o no la sincera conexión con las masas): se dirá que ellos traicionaron el legado del Comandante que, como en todo drama, son los suyos los que lo traicionaron: “tu quoque, Brute, fili mi” (“También tú, Brutus, hijo mío”-Julio César).

Las cuentas finales dan como resultado que la historia civil ha vuelto a perder. Trágicamente lo militar se vuelve a reafirmar… por ahora.

Comentarios

Entradas populares