¡SALVE, DIVINA PASTORA!
Con este
título iniciamos este artículo: un saludo con aires arcaicos, con dejes
latinos, impregnado de esa religiosidad cultivada en el Barroco, profundamente contestaría
del fenómeno protestante. Y, sin embargo, un saludo que tiene los acordes de la
música de Lara, del Prof. Carrillo o de los cuatros tocuyanos o curarigüeños. De
vegetación agreste, en ocasiones xerófila, pero decididamente venezolanos: en
este 14 de enero te saludamos ¡oh, Virgen María! diciendo ¡Salve, Divina
Pastora!
Recuerdo de
los tiempos del cólera, amainados a raíz de la intervención de la Madre de Dios
en su primera procesión, por los ya lejanos 1856. Recuerdo de su traída a Santa
Rosa, por afortunada equivocación, por el 1735. Recuerdo de la manera
portentosa como consiguió preservarse a las ruinas que desolaron la región por
el terremoto de 1812.
Por el 1705
en Sevilla un capuchino, de nombre Isidoro, tuvo un sueño premonitorio que
compensa la falta de frutos de su predicación: crear una imagen de la Virgen
ataviada como mujer del pueblo, como una graciosa campesina, que renuncia al
boato de la corte y la aristocracia. De lo que fue, al principio, tomado al son
de sorna, se pasó a los frutos de devoción y conversión. El cuadrito de la
Virgen campesina que cariñosamente cuida de las ovejas, mientras acecha en la
lontananza el feroz lobo.
Con el tiempo
la imagen se transformó en una Madre, no solo una mujer pastora, que carga a su
Hijo quien, con igual solicitud, juguetea con las ovejas. Y la imagen quedó
consagrada por el lienzo y el yeso.
Pero para
aquel que se asoma al mundo de las palabras y sus significados, sabe que Divina
Pastora solo puede ser Madre de Jesús, Buen Pastor. El nombre nos retrae al
Evangelio y a los parajes palestinos: Jesús, buen Pastor, que carga con la
oveja perdida una vez recuperada, que descuida las 99 en pos de esta, que
invita a orar al Padre para que mande trabajadores a su mies y que siente
compasión por la multitud errante de excluidos, gentes sin tierra ni trabajo,
sin prisa ni futuro, que no tienen donde ir o que le da lo mismo ir que no ir,
ir a donde sea o quedarse donde quiera, porque están como ovejas sin pastor.
Mientras los poderosos, Herodes Antipas y su corte, preocupados por acumular
prestigio y riquezas, bien contrario al ideal de Rey-Pastor del Antiguo
Testamento.
Recordaba el
papa Benedicto que de las primeras representaciones que encontramos de Jesús en
las catacumbas, además de Jesús-filósofo, que enseña al buen vivir, está la de
Jesús, buen pastor.
Ya la imagen
nos lleva a las Églogas de Virgilio, donde ante el caos, corrupción, decadencia
y desenfreno de las ciudades, está la invitación al mundo pastoril y bucólico,
donde el tiempo fluye de manera distinta y se aprende a vivir sin el torbellino
de la ambición, con el disfrute que
otorga el día al día, donde las musas y las ninfas son accesibles a la vista de
los humanos. Tal idealización, que dista mucho de las penurias y estrecheces del
campesinado, aparece satirizado (sátiros es una buena palabra, para no salir
del mundo greco-romano) en el mismo Quijote, cuando el caballero depone las
armas durante un periodo corto de tiempo, para entregarse a los pasatiempos de
los pastores.
Pero las
imágenes de las catacumbas no constituye una invitación a la huida fácil o
ingenua. Las catacumbas son ambiente de muerte y, por lo tanto, de experiencia
límite. Y hacen referencia no a una figura idealizada de pastor, sino a Jesús,
buen Pastor, que da la vida por sus ovejas en la realidad de la cruz. La
invitación es, sin descuidar referencias accidentales, a penetrar en el sentido
de la vida tal como la asumió Jesús.
El mundo bucólico
del buen Pastor también apelaba a los cristianos que sufrían o temían sufrir la
persecución imperial. En medio del caos, el recuperar el puesto en el cosmos,
de apaciguar el alma, a refugiarse en lo que permanece y es firme, a no dejarse
derribar por el derrotismo de quien se siente minoritario y débil: ¿quién no
puede, entonces, entender la vigencia de Jesús, buen Pastor, a quien su Madre lleva
en brazos?
Una mirada a
nuestro alrededor, en esto que hemos llamado Venezuela y cuyo rostro luce, en
ocasiones, irreconocible, basta para entender la vigencia de retornar a lo que
nos hace simplemente humanos. A darnos un respiro. A mirar a lo alto, sin
establecer plazos a la esperanza. Sin dar tregua ni anotarse en misiones
compulsivas y, ocasionalmente, estertóreas. A considerar que nada puede nublar
nuestra vista de ponerlo en Dios, nuestra confianza. A deponer perversiones
ideológicas que, al final, no dejan pensar e idiotizan.
De nuevo,
enumerar los males que nos aquejan se ha transformado en un tópico que no
necesita ser repetido. Pero los males no son solo nacionales: ¿se podrá
calibrar la hecatombe que se da en los llamados países desarrollados, donde
pareciera haberse extraviado la brújula de lo humano? ¿dónde cualquier novedad
o extravagancia eleva sus banderas como si combatiese contra moros medievales?
¿Cómo no sentir el vértigo de las guerras, de las armas, de las drogas, de la
trata humana, de los deportados, de la amenaza atómica, del despotismo, de la
intolerancia, de la persecución y martirio de cristianos, de la fragilidad a la
que se ha llevado el equilibrio ecológico?
Realmente hay
que dirigirse a Jesús como Buen Pastor, que, junto con su Madre, nos conduzca
hacia fuentes tranquilas, donde podamos saciar nuestra sed y vendar nuestras
heridas, donde podamos abandonarnos en sus manos, por un momento, para reponer
nuestras fuerzas, para ser luego luz en el camino, ser Cristoforos (lámparas de
Cristo) en un mundo zambullido en la oscuridad, cuya presunción le hace negar
que el mundo tiene rasgos de náufrago, donde lo que hay es un montón de leña
esparcida en el mar de la oscuridad, sin que nadie se atreva a pedir ayuda,
porque se dicen que la travesía va viento en popa sin que nada la detenga.
Así pues, en
este 14 de enero, volvemos a decir :¡Salve, Divina Pastora! ¡condúcenos a
Jesús, buen Pastor, para que su salvación comience ya en este valle de lágrimas!
Y que nuestras lágrimas fecunden este suelo y lo vuelvan a hacer próspero,
hermoso y fraterno.
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