CON SU PERDÓN... EL PROBLEMA DE LA TEORÍA
Hay cosas que
se reflexionan sobre la marcha en este laberinto llamado Venezuela. Y este “sobre
la marcha” implica los hechos, pero también las palabras. Mejor dicho, las
entrevistas.
La primera
impresión que se tiene es que la visión del asunto es práctica. O pragmática. O
sea, las cosas no sirven porque van mal. Ante ello se discute para conseguir la
solución técnica, quirúrgica, hace que se debería hacer intervenciones
puntuales, circunscritas a lo que no funciona para enderezarlo. Si se sospecha
que lo puntual refleja algo mayor, entonces se concluye: esto no va bien, por
lo que está pasando; o el modelo de país es falso, porque no consigue acercarse
a los objetivos propuestos y declarados. Pocos se plantean el problema de la totalidad,
pues eso se relega a lo ideológico, que al final es justificativo de por qué
están en el poder quienes están, o por qué deberían estar los que no han
llegado. Pero la totalidad no aparece como reflexión, quizás porque se reserva
para lo arcano, lo no demostrable.
Pero tal
camino resulta insatisfactorio, pues en más de una oportunidad se apelan a los
llamados principios y valores, y ambos, que pueden ser muy prácticos y formar
parte de la estructura del mundo, se hacen evidentes para la actividad del
espíritu. No me refiero a espiritual en el sentido religioso, sino a lo que
tiene que ver con escudriñar la totalidad. No es del todo ideológico, aunque se
filtre a través de las ideas. En efecto, solo el nombre de “principio” alude a
lo que está al comienzo, a la base, lo irrenunciable, sobre lo que se
fundamenta el resto, de donde parte todo. Y si se trata de “valores”… ¿qué es
lo que realmente es valioso, si con ello no queremos señalar lo cuantificable?
Por lo tanto,
excepto que creamos que “principios” y “valores” están flotando en el vacío
existencial o que son caprichos culturales, se necesita de un bastidor
conceptual, que se asiente sobre un bastidor tejido en la realidad.
Pongamos un
elemento como la convivencia: es un valor porque debe polarizar el esfuerzo
humano, pese a todas las fuerzas centrípetas que puedan recurrir. Psicológicamente
no se puede concebir al ser humano como una mónada, por lo que se encuentra
referido a los demás. Más dicha referencia no es puramente afectiva, si bien la
necesidad exista. Aunque haya justificativos de tipo religioso o metafísico,
puede haber coincidencia en que el ser humano solo sobrevive en sociedad.
Pensemos en los “facta” humanos (hechos), o en la “technos”: el crear un
ambiente donde el ser humano pueda crecer y desenvolverse es algo que se
consigue por la intervención humana. El mundo de lo natural, entendido como
salvaje, es inhóspito para la humanidad, cosa que se nos olvida. Pareciera “etapa
superada”. Por supuesto que en los días que vemos correr, si el ser humano no
tiene el debido cuidado, la naturaleza va a seguir sintiendo que lo humano es
profundamente amenazante… con el reverso que produce sobre la humanidad los
desequilibrios en el medio ambiente.
Un sistema de interpretación de la realidad, más si aspira a ser rector de la organización social, debe tomar en cuenta premisas que están ahí no de forma caprichosa. En efecto, el capitalismo o marxismo no necesitan de críticas externas para demostrar su falsedad o parcialidad. Internamente se vuelven insostenibles, más si pretenden soluciones absolutas. Inclusive dicha crítica pasa por la simple evidencia de que no pueden sustituir a la realidad que intentan de explicar.
Un sistema de interpretación de la realidad, más si aspira a ser rector de la organización social, debe tomar en cuenta premisas que están ahí no de forma caprichosa. En efecto, el capitalismo o marxismo no necesitan de críticas externas para demostrar su falsedad o parcialidad. Internamente se vuelven insostenibles, más si pretenden soluciones absolutas. Inclusive dicha crítica pasa por la simple evidencia de que no pueden sustituir a la realidad que intentan de explicar.
Verdad,
belleza, bondad, convivencia, libertad… son valores no negociables, porque simplemente
porque la realidad humana. Ni el control social del Estado interventor
comunista ni laissez-faire del liberalismo más irresponsable puede erigirse
como el todo o la nada. Cualquier propuesta, inclusive la que se valora como
innovadora y que representa un avance, siempre será una respuesta parcial. No
solo por la condición histórica y temporal de la humanidad, sino por la
capacidad de renovarse y reinventarse de las personas. Porque el entendimiento
propositivo necesita pasar por el experimental para desvelar toda su capacidad.
Toda propuesta debe crear el espacio para que el ser humano pueda
desarrollarse. Ese es su criterio de verdad y exigencia de corrección.
Si no se
corrige el molde mental por donde filtramos la realidad, poco podremos avanzar.
La solidaridad social debe ser una constante recordada por la ética, no por la
economía o política, que deben ajustarse a ella. La economía ordena el mundo de
la satisfacción de necesidades engranándose de una forma de hacer política.
Pero lo último, lo que está ligado a la conciencia, no puede depender de
conveniencias políticas o económicas.
No es
renunciar a principios tales como la libre iniciativa o la solidaridad y
atención con los más pobres y abandonados. Sino liberarlo de moldes
anacrónicos, sin edulcorar los aspectos conflictivos que se presenten.
Reflexionar
tiene que ver también, en esta perspectiva, con poner en duda las maquetas
mentales que se han elaborado, cuando estas han perdido sentido interpretativo
para entender la realidad y orientar las decisiones.
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