MI ANÁLISIS DE LA REALIDAD POSTELECTORAL VENEZOLANA
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Alfonso Maldonado
El estado anímico
del venezolano es esperanzador. Por supuesto que lo acontecido es un gran logro
de los sectores demócratas y, obvio, de la estrategia de la MUD para
captar sus votos. Pero no debe verse el panorama de manera ingenua. El futuro está
lejos de ser promisor.
El primer gran
equívoco que puede presentarse es considerar a los votantes adversos al
gobierno como un grupo homogéneo. Lejos de ser así. Si bien puede haber muchos
matices, el común denominador es la reacción ante lo despiadado que ha sido la
crisis económica, que el gobierno ha intentado esconder, disimular, disfrazar y
utilizar. Una cuestión que escapa a las opiniones personales, pues es
constatable, es como que el Banco Central no está publicando las cifras
macroeconómicas mensuales que debía publicar, como la inflación. Así solo queda
como referencia los análisis privados nacionales e internacionales y la
percepción colectiva. Y una primera estrategia de parte del gobierno, que ha
fallado, es el control de la información. Por otro lado ha resultado un fiasco
político vender la explicación de la “guerra económica”. Queda la duda, como en
meses pasados plantease un analista, si en su fuero interno ellos, el equipo de
gobierno, cree en que esa sea la explicación ante la magnitud de la crisis.
Que, por cierto, se va a agudizar en términos de escasez durante el primer
trimestre del 2016, por lo menos, con o sin oposición en la Asamblea Nacional.
Lo que sí puede
afirmarse, sin temor a equivocarse, es que el madurismo está en crisis. Esto no
significa necesariamente que lo esté el chavismo como aspiración difuminada a
la que muchos venezolanos aspiren. Hay que entender que luchadores sociales y
grupos de izquierda, mal comprendidos, excluidos y hasta perseguidos en
gobiernos anteriores (la llamada IV República, neologismo pragmático de este
régimen), no solo se identificaron con el chavismo, olvidando o justificando su
origen militar y golpista, hasta hacer una simbiosis con él. Así que proceder
al divorcio con el mismo no resulta fácil, pues se considera como una renuncia
a la propia identidad, historia y trayectoria. De ahí la importancia del
diálogo y no solo entre cúpulas de poder. Porque debe darse un proceso
deconstructivo para separar los valores legítimos de las estrategias y formas
históricas, con la necesaria adecuación que tendría cualquier organismo vivo y
con las correcciones que la realidad le hace a la teoría. Me refiero que la
aspiración, por ejemplo, a justicia social, motivación de tantos grupos, no
queda obsoleta si se corrige, por ejemplo, el modelo económico y se abandona,
por supuesto, el Plan de la Patria o modelo chavista. O sea, que se dé una sana
flexibilización donde el cambio se pueda vivir, por estos grupos, sin el
remordimiento de la traición hacia los pobres, leitmotiv del chavismo. Si no se
da este paso, puede ocurrir tanto la fragmentación del logro alcanzado por la
oposición como fidelidades obtenidas por resignación nihilista, con
reforzamiento patológico del individualismo y, probablemente, del relativismo
ético.
Así que la oposición
debe hilar fino. El gobierno, dentro de la manera como se ha comportando hasta
ahora y aparentando el respeto por las reglas de juego, puede esperar el más
mínimo error de parte de ellos para usarlo en su provecho. Pero esto sería una
visión consoladora. Porque el gobierno y su partido deben estar enfrentando una
aguda crisis interna, que tiene ver cómo la manejan o qué cabezas corren. Pero,
por otro lado, es probable que estén quienes planteen que movimientos fuera del
tablero democrático están dispuestos o decididos a hacer. Y la parte curiosa es
que la crisis económica, esa que impulsó el voto opositor, pudiese seguir
siendo en ese posible escenario uno de sus mejores conjuros: ¿hacerse del poder
de manera totalitaria cuando ni siquiera se puede tranquilizar o frenar a la
gente, muchos de ellos siendo sus propios militantes, asegurándoles comida y
salud?
El presidente Chávez
tenía la facultad de central sobre sí la atención y mando en los tiempos buenos
y en los tiempos malos. Con un discurso seductor (o idiotizante, depende de las
opiniones) que creaba nexos afectivos altamente gratificantes con sus
seguidores, pero con una personalidad implacable con quienes amenazaban su
poder, lo cuestionaban o se distanciaban de él de manera crítica y pública.
Pero, en el fondo, era alguien que enfrentaba la vida pública desde su
formación de estratega militar: así daba explicaciones increíbles (no creíbles
pero las daba y se las creía su audiencia), reprimía, castigaba y reagrupaba
sus cuadros. Y, por supuesto, atendía todas las posibles situaciones o boquetes
que pudiesen presentarse, no dejando nada a la casualidad. Así, tras la derrota
del referéndum sobre la reforma constitucional, cuyo plato fuerte era la
elección indefinida únicamente del Presidente de la Republica (2007), se lanza
a la carrera de las elecciones de alcaldes y gobernadores (finales del 2009).
Pese a obtener la mayoría de estados y alcaldías, los llamados estados
corredores electorales (los estados con mayor población) quedan en manos de la
oposición (contra los candidatos delfines del chavismo en algunos casos). Y en
el letargo complaciente de esta “victoria”, cuando muchos líderes políticos opositores
tomaban aviones y vacaciones decembrinas inclusive para viajar al exterior, el
presidente Chávez reagrupaba sus fuerzas y convocaba a un referéndum
inconstitucional (esa materia estaba contenida en el anterior referéndum) para
la aprobación de la elección indefinida en todos los cargos públicos, que se
celebraría en febrero: en un solo mes de campaña, cuando todavía no se ponían
de acuerdo el liderazgo multicéfalo de la oposición y ante la sorpresa del
anuncio, esta no consigue hacer de dique ante la ambición continuista…
Pero el presidente
Chávez, arquitecto ignoto de la crisis actual, no está. Queda por ver cómo se
reagrupen las fuerzas del gobierno… y con cuanta mesura actúe la oposición. Las
páginas de la historia todavía están por escribirse. Y dependen más del pueblo
venezolano que de sus líderes políticos.
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