CARTA A LA ASAMBLEA NACIONAL DE MIÉRCOLES DE CENIZA
Carta abierta, no sé si sea. Algo de grito sí tiene.
Deterioro creciente y galopante el de venezolanos
y extranjeros con corazón tricolor en suelo patrio. Rostros concretos que
rebasan números. De los que se han ido y de los que permanecen. De quienes consiguieron
puertos con barcos y aeropuertos con aviones y se fueron… De los que los
“fueron” en alguna balacera, atraco o similares. De los que tienen cupo en las
cárceles y los que están en la sala de espera. De quienes necesitan de alguien
que se gane honestamente la vida para vivírsela, succionando años de trabajo, y
los que no saben ya cómo hacerlo, porque se les ha agotado el tiempo o la imaginación, sin saber ni poder no ser
honestos.
Ni sociólogo ni economista ni psicólogo
social ni nada parecido. Soy alguien que ve, siente y oye, con arrebatada
preocupación de que lo que veo, siento y oigo coincide con lo que dicen
aquellos a quienes se les acusa de tergiversar la realidad por una supuesta
conspiración de derecha. Con la ansiedad de que los números que maneja a nivel
macro la llamada derecha rancia coinciden, muy a mi pesar, con lo que yo percibo
a nivel micro. Que las soluciones de quienes deberían usar su poder para
solucionar tienen inconsistencias internas que las hacen poco creíbles, por lo
menos para quienes no somos del círculo íntimo de los que manejan el poder.
Cuando se remarca la importancia del
tiempo, la importancia del ahora, del no correr la arruga y se sigue viendo que
no se hace “NADA”, se toman las declaraciones del economista Luis Vicente León
de manera trepidante: “Ya
no basta devaluar, subir la gasolina y ajustar los precios”.
Y surge la pregunta del “¿Qué hacer?”, sin poder contentarnos con la respuesta
de Lenin.
Ese “¿Qué hacer?” conlleva ciertas
coordenadas en el espacio y tiempo: 1) acabamos de hacer un aterrizaje de
emergencia del sueño de la riqueza petrolera; 2) de afuera poco nos van a
ayudar, más si no nos ayudamos nosotros; 3) y el gobierno no tiene en su agenda
una solución a la crisis.
1)
El país hizo piruetas en un solo pie,
sobre el barril de petróleo, durante casi 100 años. Así que lo habitual, para
nosotros, es haber contado con una gran riqueza a contrapartida de poco
trabajo. Es más, tal situación se presentó como teatro bufo: en lo que debimos
sacrificarnos para prosperar, no lo hicimos, y en aquello que se tenían
recursos suficientes como para que la gente no sufriera, eso no se hizo. Es así
la embriaguez de la riqueza fácil.
El
aterrizaje es de emergencia, pues no nos habíamos preparado. O más bien,
siempre dijimos que algún día nos íbamos a preparar. Quienes defienden la obra
de Eduardo Galeano, Las
venas abiertas de América Latina, demuestran
el desconocimiento propio de quienes no la han leído. Si bien es cierto que en
parte su autor renegó de la rigurosidad
del libro (debía conocer más de política y economía), queda el testimonio de
Salvador Garmendia en la página 100:
¿Has
visto un balancín, el aparato que extrae el petróleo crudo? Tiene la forma de
un gran pájaro negro cuya cabeza puntiaguada sube y baja pesadamente, día y
noche, sin detenerse un segundo: es el único buitre que no come mierda ¿Qué
pasará cuando oigamos el ruido característico del sorbedor al acabarse el
líquido? La obertura grotesca ya empieza a escucharse en el lago Maracaibo,
donde de la noche a la mañana brotaron pueblos fabulosos con ciematógrafos,
supermercados, dancings, hervideros de putas y garitos, donde el dinero no
tenía valor. Hace poco hice un recorrido por ahí y sentí una garra en el
estómago. El olor a muerto y a chatarra es más fuerte que el del aceite. Los
pueblos están semidesiertos, carcomidos, todos ulcerados por la ruina, las
calles enlodadas, las tiendas en escombros.
La situación de Estado petrolero no solo nos paralizó, sino que nos hizo
ver el mundo de una manera peculiar. Y, por supuesto, interpretarlo sui generis. Marx afirmaba que el
socialismo era el estadio siguiente al capitalismo: llegado este a su madurez,
entraba en crisis y surgía el socialismo. Tal deducción corresponde al dogma de
considerar la historia movida por fuerzas dialécticas que luchan entre sí, de
manera ascendente, en nuevas síntesis. Para él, esto ocurriría en el país más
capitalista de entonces, que era Inglaterra. Pero no fue así. Ocurrió en un
país campesino, que la Rusia de entonces. Las industrias llegaron después.
Pero así como Marx basaba el ascenso a un nuevo estadio de la sociedad
en la prosperidad capitalista (conseguido en base a la explotación), así
Venezuela lo consideró en base al petróleo, no a la producción nacional de
bienes y servicios. Si para Marx el trabajo es esencial para la realización del
ser humano, por lo que había que combatir su carácter de alienación, para la
Venezuela petrolera este no era relevante, pues la prosperidad provenía de la
bonanza petrolera, que había que repartir. Es el estado rentista. Cualquier
proyecto medianamente cuerdo podía haber prosperado, con la escogencia de actores
adecuados, que fue lo que falló.
Esta forma peculiar de concebir la vida se consideró generalizada. Se
suponía que la vida era metafísicamente así. Pero no. De ahí la manera dialéctica como
veía el mundo el modelo venezolano y los venezolanos al mundo. Tan no es así,
que hay 30 millones de personas colgando de la brocha ideológica en el paraíso
socialista.
Y cuando fracasa el socialismo… lo sustituye el capitalismo. Basta mirar
a Rusia, la ex-Unión Soviética. O de manera más maquillada por el aparato del
Estado, como en el caso de China. O Cuba,
cuando dio el viraje de aceptar cierto emprendimiento privado, coincidiendo con el momento en que el Estado se deshizo de
parte de la burocracia que no podía mantener. Elegante forma de echarlos a la
calle.
Lo cierto es que en Venezuela lo que sigue al momento presente es la
iniciativa privada. No me refiero a los grandes consorcios, sino a la lucha
diaria por sobrevivir. Nada tan privado como la vida. Y puesto que se traslada
a los privados tal responsabilidad que le es natural, lo propio es que estos no
sean privados-de-libertad-económica. Que tengan facilidad tanto para producir
(que es la gran preocupación) como hacer que esto llegue al consumidor final
(cadena de comercialización). No importa que esto llegue por iniciativa de
cooperativas como CECOCESOLA o empresas especializadas. Por supuesto que, por
principio, siento admiración por el cooperativismo, que no se traduce en
alergia alguna por el empresariado, cuando en muchos rubros no solo es
necesario sino insustituible.
Lo cierto es que estamos haciendo un aterrizaje de emergencia en la
realidad… La realidad real. Igual de real para Asia, África, Europa, América y
Oceanía. Y los que pilotean no se han dado cuenta del asunto. Juran que el roce
craso del suelo con el fuselaje es debido a turbulencias pasajeras…
2)
Décadas de bonanza petrolera y de un
Estado cuya prédica era la distribución de la riqueza (le hubiera quedado mejor
la distribución de las oportunidades) han hecho que, como sociedad, nos hayamos
acostumbrado a vivir con la mirada hacia el cielo de los políticos, esperando
siempre a ver qué nos cae.
Pero
esa era pasó. Aún si se recuperasen los precios del petróleo conviene que pase.
Hasta por consideración con la “Casa común”, que es el planeta tierra.
Sin
embargo, el cuello atrofiado sigue esperando soluciones de lo alto: si no es el
gobierno, será de afuera. Dios o lotería, también sirven. Siempre buscando superiores, no iguales. Y puede que
alguna ayuda recibamos. Pero ¿se imaginan a la ONU autorizando envío de
alimentos a Venezuela? Yo sí. De alimentos, medicinas, ropas. Y me espanto.
Porque es un absurdo. Porque no debería ocurrir. Y porque si no se hacen
correcciones actitudinales, no podrá pasar como tendría que pasar: como ayuda
coyuntural. Sino, la ayuda llegaría y el gobierno seguiría hablando de guerra
económica, de la confabulación de la derecha internacional y demás pamplinas.
Quiero decir, que no haría nada para salir de esto, sino que se consideraría
con el derecho de seguir recibiéndolo. Total, no somos amenaza, somos la
esperanza, según predican.
China
debe haber escarmentado en lo que se refiere a hacer negocios con Venezuela.
Tanto si espera el retorno del efectivo como si piensa contabilizar barriles,
ambas cosas están en jaque. En “pico ´e zamuro”, para decirlo en criollo. Después
de todo no parece tan absurda, aunque nada simpática, la actitud del Banco
Mundial y Fondo Monetario Internacional, cuando hacen supervisiones sobre el
dinero prestado, que no es donado ni regalado.
Así
que, con algo de realismo y fisiatría, el cuello puede girar sobre sí mismo
para mirar las manos: la respuesta está allí, con las condiciones necesarias.
La fe puesta en Dios no excluye contar con el sentido común que avala
importancia del trabajo. Como diría el medieval Tomás de Aquino: Dios actúa a
través de causas segundas[i].
Por supuesto que hace falta claridad y preparación, cosa inolvidable a mediano
y largo plazo.
3)
La agenda del gobierno es otra. La
agenda del gobierno es perpetuarse en el poder, a cualquier costo. De ahí el
pésimo diagnóstico y selección del “Dream Team” de ministros. La agenda social
(¿una agenda sin dinero?) puede enfrentarse con lucidez desde otros esquemas de
gobierno y dentro del marco de la Constitución Nacional. Por supuesto que
tendrían que redefinir algo que es muy caro para ellos: el legado del
comandante (caro es querido). Otros no tendríamos problema en que se renunciara
a él, pero ello borraría su propia identidad y propaganda. Se quedarían sin
ADN. Así que en sus laboratorios deberían ver qué van a hacer con aquello de
“comuna o nada”. Porque la “Nada”, como en La
historia sin fin, puede hacer que desaparezca
“Fantasía”.
En esta situación considero que urge, de
parte quienes tienen cierto o gran liderazgo, motorizar al país. Dentro de ese
liderazgo resalta, obviamente, la Asamblea Nacional. La tentación, por supuesto,
es jugar al poder. Es decir, ante la urgencia, señalar el error y considerar la
oportunidad para lanzarse sobre la silla vacía. Independientemente de qué tan
válido y conveniente pueda ser esto, creo que la situación y el país demandan abnegación
y sacrificios que incluyen al ego y la ambición política (en el sentido
legítimo).
Hay que organizar las fuerzas del país y
ello incluye los liderazgos de los cuadros medios y bajos. De lo contrario los
esfuerzos no van a ser armonizados y pueden acrecentar el caos. Se trata de actuar
desde la “sinergia”. Es un asunto que debe ser transversal. Pero este asunto es
muy delicado, pues debe quedar claro que no es cuestión de reclutar
partidarios. Hay que vencer la desconfianza como para engranar lo mejor posible
en proyectos de mutuo interés. Es dialogar con las bases propias y las bases
que han apoyado al gobierno, ya que el gobierno no dialoga, sin pretender
conquistarlos ideológicamente. Consiste en respetar la autonomía ciudadana,
ofreciendo información completa y razones suficientes. Es superar el
inmovilismo partiendo de la base, con respeto a la autonomía que tiene cada
quien dentro de su ámbito.
Estamos dejando atrás el Carnaval con sus
máscaras. Sigue el Miércoles de Ceniza, con la conciencia lúcida y arrepentida.
Los propósitos de enmienda deben tener dirección. Las máscaras se caen y cada
quien muestra su verdadero rostro. Es hora de mirarnos a la cara. Es asunto de
supervivencia.
[i] Se refiere a
que Dios, causa primera de todo, normalmente actúa e interviene en la vida e
historia de los hombres a través de terceros, que son causas necesarias aunque
de segundo orden. Dios actúa a través de nuestro esfuerzo.
Comentarios
Publicar un comentario