UN TAL FRANCISCO DISPUESTO A VISITAR VENEZUELA


Pbro. Alfonso Maldonado

De manera sorpresiva, al menos para mí, el Nuncio Apostólico en Venezuela, Mons. Aldo Giordano, comunicó la disposición de Su Santidad, el Papa Francisco, de visitar nuestro país.

Si bien es cierto que no gozamos de suficiente información, sí conviene detenerse en ciertos análisis, tomando en cuenta tanto la trayectoria del Papa como la manera cómo se están desenvolviendo los acontecimientos en Venezuela.

Independientemente de la simpatía o no que cause el Gobierno o la Oposición, desde hace tiempo se ha intentado arrimar la sardina al ascua, en este caso la sardina del Pescador. Apenas fue electo, tanto candidato, líderes y diputados de la oposición como el Presidente buscaron hacerse de la simpatía del Romano Pontífice para su causa. Por supuesto que los argumentos fueron distintos. Edgar Zambrano blandía la bandera de los Derechos Humanos y la situación de autoritarismo y discriminación de la disidencia política. Maduro, por su parte, quiso restarle fuerza a ese hecho y exaltar la Revolución, por lo que realizó un viaje para ser recibido, como todo los mandatarios, en audiencia privada (que, por cierto, suspendió a última hora cuando quiso repetirla el año pasado). Capriles más adelante acudió con una selecta delegación donde estaba también Lilian Tintori, esposa del preso de conciencia Leopoldo López, entre otros. Por supuesto que las jugadas en el tablero vaticano fueron bien calculadas: el Papa latinoamericano podía inferir ciertos amagos de su experiencia bonearense y, por otra parte, contar con su Eminencia Pietro Parolin,  su experiencia sobre Venezuela y sus oficios para el acercamiento de la Santa Sede con Vietman y sus intentos en relación con China, como Secretario de Estado, le permiten una lucidez envidiable.

Un primer movimiento se dio justamente en el complicado año 2014, luego de la feroz represión a manifestaciones que buscaron protestar pacíficamente. Un mes después, sin que amainara la protesta y, por otra parte, se intensificara seguramente como reacción a la agresividad de grupos incluso paramilitares del gobierno la violencia en las calles, surgió el amago de la comisión de diálogo, donde Unasur y el Vaticano ofrecieron sus buenos oficios para facilitar posibles acuerdos. Aun cuando desde la orilla gubernamental se quiera argüir propagandísticamente otra cosa, sus estrategas sabían que todo era asunto de quemar tiempo. De hecho, en las protestas del 2002 esa fue la manera de enfrentarlas: esperar que desistiesen por cansancio. En esa oportunidad el propio Vaticano calibró palabras y acciones, en espera de pasos por parte de los implicados.

En el entretiempo, sin embargo, el desconocido Papa argentino fue mostrándose con mayor soltura mediática internacional: la afabilidad y sonrisa franca, su capacidad de ternura y buen humor, la empatía con el sufrimiento de cualquier tipo, la nitidez de sus opciones. Acudir a las periferias sociales y existenciales no es una simple consigna: si fue a Lampedonusa lo hizo para denunciar el olvido hacia quienes buscan refugio en Europa; si acudió a Filipinas fue para solidarizarse con aquel pueblo golpeado por el tifón. La bandera de la pobreza evangélica la ha mostrado en su manera de vivir, la manera de celebrar cotidianamente la Eucaristía, el movimiento de obispos y sanción a aquellos con escandalosas vidas ostentosos o los cómplices de abusos sexuales a infantes. La silla vacía en un concierto programado como homenaje al Papa, que en su momento era Benedicto, dice otro tanto.

Pero el 2015 fue señero: de manera abierta el Papa recorre y entra en diálogo con las realidades humanas, entre la esperanza y la radicalización y polarización política, de países del Alba (Ecuador, Bolivia y Paraguay). Pero en Septiembre enfrenta el desafío de pasar por Cuba y  Estados Unidos, en el contexto del descongelación de las relaciones entre ambos países y la capacidad de tener una palabra adecuada para realidades tan dispares. Y a finales de año visitar 4 países del continente africano, dos con serios conflictos de pobreza y bélicos, para en uno de ellos abrir las puertas del Año de la Misericordia (República Centroafricana).

El Papa ha mostrado quién es y qué piensa. Se puede otear inclusive en su viaje a México con la parada en Cuba. Tiene una posición con un liderazgo indiscutible a nivel mundial. Es reconocido por líderes religiosos cristianos y no cristianos, pudiendo estar en lugares tan controversiales como el Cercano Oriente (Jordania, Palestina e Israel).

Por otra parte, la situación en Venezuela se ha agravado. No solo no ha habido el diálogo necesario, sino que el gobierno comienza a mantenerse en el poder de manera criminal: a costa de la miseria de millones de venezolanos de cualquier bando político. No va siendo un problema de preferencias políticas, sino de acciones políticas que brillan por su ausencia. No solo hay una votación, la del 6D, que muestra otra tendencia entre las personas, aunque sea la del voto castigo, sino que se suma el deseo de silenciar a la misma Conferencia Episcopal Venezolana en sus señalamientos. Las maniobras que deberían ser de diálogo y encuentro parecen dirigidas a amordazar a la Asamblea Nacional. Por supuesto que, a esto, habría que sumarle los índices de escasez, la emergencia sanitaria, la inseguridad rampante, la fosilizada industria nacional, la deuda y dependencia externa, la inflación y pare de contar. Este mes de abril del 2016 luce bien distinto de los primeros y complicados meses del 2014.

En este contexto hay que leer las palabras del Santo Padre antes de la bendición Urbi et Orbi. Al igual que su disposición a visitar a Venezuela. De antemano sabemos quién es el Papa y lo que considera que debe ser su postura en regiones de conflictos, con una opción preferencial por el pueblo sufriente, que no coincide con el pueblo de los slogans de los políticos. Con la capacidad de encontrase con Raúl Castro y Obama sin confundirse con ninguno de ellos, por lo que bien puede estar en Venezuela sin confundirse ni dejarse manipular por facciones políticas ni caer en juegos ideológicos.


Por supuesto que falta, por lo menos, un año para la posible visita. La proyección de aquí a entonces es que, o como sociedad hemos llegado a  acuerdos sobre ciertas cosas, o estaremos viviendo como clanes y canes que se enfrentan unos a otros aunque sea para sobrevivir alimentariamente. Y no debemos desdeñar que, si bien es seguro que sea un atributo de todos aquellos Romanos Pontífices dóciles al Espíritu, el Papa jesuita debe hacer un discernimiento importante de espíritus para tomar tal decisión, como es propio de la Compañía de Jesús. Basta recordar la manera como narró cómo tomó la decisión de aceptar convertirse en el 265 Sucesor de San Pedro (con san Pedro han sido 266): un momento de oración retirada donde internamente sintió una luz que lo llenó de paz.

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