MESSI Y EL LIDERAZGO: LECCIONES DE UN DOBLE ERROR
Tomado de https://youtu.be/ONpy1XkbelQ |
“Sí, es
buena persona. Pero no tiene personalidad...
No tiene
mucha personalidad como para ser líder”
(Conversación de Maradona con Pelé sobre Lionel Messi)
No me aventuro a opinar desde el
punto de vista futbolístico sobre el astro argentino Lionel Messi. Pude
escuchar, eso sí, la indiscreta conversación entre Maradona y Pelé, cuando el
argentino decía sobre su connacional que “no tiene mucha personalidad como para
ser líder”. Y no pretendo evaluar su trayectoria futbolística, pues está más
allá de mis capacidades. Solo quiero compartir mi apreciación sobre la reacción
de Messi en el cobro de penaltis de la final de la Copa América Centenario.
Repito: admiro al jugador, creo que tiene una visión de juego excepcional, unas
dotes únicas para oler las jugadas, distribuir pelotas o chutar al arco. Pretendo
recostar el comentario de Maradona a la reacción de Messi y preguntarme, para
extraer un aprendizaje: ¿un líder, en cualquier campo donde se desenvuelva, debe
actuar así o cómo debe actuar?
Contextualizo que la presión sobre
Messi es sobrehumana, tanto de la fanaticada como de la prensa de su país. Que
se le achaque que no da la vida por la camiseta, a alguien que tuvo la
necesidad de dejar su país desde temprana edad por esa mezcla de talento
futbolístico y problemas de salud, para radicarse en Barcelona, no es fácil. Y
que se le haya dicho Maradona, a través de los medios, que “si no ganan, que no
vuelvan”, igual. Pero ¿qué pasa con Messi?
Messi tiene la responsabilidad de
cobrar el primer penal, que acaba fallándolo. Puede que el cansancio influyera
en la ausente habitual precisión de la “pulga”. O haya sido un error técnico. O
un cambio en su rutina de cobro. O una falla humana o que las estadísticas de
éxito anunciasen la condición mortal de los divos del balompié. No es ese mi punto. Mi punto es cuál debe
ser la actitud propia de un líder, de alguien que debe echarse al equipo al
hombro, exactamente en esa situación. Porque aparentemente la reacción inmediata de Messi fue
estar de espaldas al arco, según imágenes y comentarios de narradores, para no observar las otras ejecuciones
(presuntamente de sus compañeros), que al final corrigió. Y, una vez que la
selección pierde, se aísla en el banquillo, como si fuese un suplente, y se
sumerge en su soledad y pensamientos, cuando ha perdido la selección (el equipo
completo) y hay jugadores devastados que se están abrazando ¿no debería estar
él allí, haciendo sentir que la derrota no es solo la suya sino la del equipo?
Messi cae en un primer error, si
quiere ser el líder de la selección y no solo tener el brazalete de capitán,
cuando falla el primer penal. Debe encarar al equipo, demostrando que sigue
teniendo control de sí, haciendo sentir al equipo que el juego todavía no está
perdido. O sea, enfrentar con gallardía, arrojo y responsabilidad, con gran
sentido de la colectividad, el haberse equivocado o no dado más. El equipo que
necesitaba que él abriese la racha de goles no necesitaba verlo fuera de
control, con culpas absurdas o escondiendo la mirada, que es una actitud
infantil, nunca madura. Y esto que decimos de Messi lo afirmamos de cualquiera
que quiera ser líder o que se encuentre en una posición de liderazgo, sea en la
empresa, el sindicato, la comunidad, el deporte, la iglesia o lo que se pueda
ocurrir.
El segundo error fue el haberse
aislado. Porque el líder debe estar allí donde se le necesita, para darle cauce
a las emociones desbordadas de los demás. Consolando o llorando o pidiendo
disculpas o mostrándose que el gran Messi en realidad es un ser humano como los
demás. Estas emociones desbordadas pueden ser una oportunidad para la fractura
o la cohesión. Por supuesto que de haber anotado el primer tanto y luego
perdido le hubiese dado mayor autoridad moral. Pero el haberse aislado no le
devuelve la autoridad moral perdida en el primer penal, sino que su lenguaje no
verbal pudiese ser interpretado como que su tristeza es suya y de nadie más,
que no se puede compartir, que es incomunicable y menos compartible. Y un
líder, con o sin brazalete, debe estar en contacto con los suyos. Los suyos
deben sentirse conectados con él. Que hay una identificación, que el líder
expresa y dirige lo que se quiere ser. Que en los momentos de desbandadas, el
líder reagrupa las fuerzas. Quizás reagrupa las fuerzas cuando la selección
deba enfrentar a la prensa o dar la cara ante la fanaticada. Y esto es otra
lección que, cualquiera que pretenda ser líder, debe mantener como convicción.
Ambas enseñanzas creo que son
fundamentales. No sé si para Lionel Messi, que dudo que lea estas líneas. Pero
sí para aquellos que tienen aptitudes para el liderazgo en cualquier campo.
Incluso en el campo político, cuando hoy en día hay un divorcio consumado entre
quienes se dedican a la política y el resto de los ciudadanos.
Siempre hay elogios y dudas sobre el genio. En mi opinión, Messi es un futbolista con más que talento atlético. Sufrió mucha presión, pero lo convirtió en motivación una y otra vez. Usa acciones para decirnos qué es el rey. Amo a Messi.
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