VENEZUELA: UN RETABLO EN TRES ESCENAS
Venezuela vive el acorralamiento de la
escasez y de las intrigas políticas. Desentrañar esto no es del todo fácil.
Como ficción ya es complicada de imaginar, cuanto más como realidad y como
realidad con sospechas de haberse provocado con irresponsable intencionalidad.
El juego es
peligroso porque, de ser elaborado maquiavélicamente, se está jugando con el subconsciente
colectivo de la gente (que raya con ser inconsciente desde el punto de vista
psicológico y moral). Se crean ciertas condiciones objetivas (para usar el
léxico marxista), impulsando unas condiciones subjetivas (que deberían implicar
la concientización en vez de lo que hay, que es manipulación crasa, monda y
lironda) para propiciar cierta “solución”. El problema de los que se oponen,
que son más que los formalmente inscritos en la oposición, es darse cuenta y
contrarrestar la narrativa desde unas condiciones de inferioridad mediática y
operativa.
Y parece que en este escenario no se
quiera dejar fuera a dos actores independientes de él y entre sí, como son
Lorenzo Mendoza, el de las Empresas Polar, y las diversas Iglesias,
especialmente la labor de Cáritas.
Más que
escenario lo que hay es escenografía:
todo conduce a una puesta en escena de la labor del Estado, en concreto el
Gobierno, como para que destelle brillos bajo los reflectores de la redención.
Con lo cual es pertinente señalar que la praxis se va apartando de las mejores
páginas de Marx quien, muy combativo, creía a pie juntillas lo que predicaba… y
en buena parte lo vivía. En Venezuela lo que se ha vivido simplemente ha sido
un asalto al poder, simple y ramplón, con una coartada ideológica. Si la praxis
confirma la teoría no es un tema que en verdad interese.
INESTABILIDAD, ESCASEZ
Y SAQUEOS
El problema con el gobierno es que uno
nunca sabe cuándo quieren solucionar y cuando se proponen empeorar. Cuándo
les asesora los Castro y cuándo lo hace Podemos (¿Alfredo Serrano Mancilla?).
Normalmente, desde antes que se inmortalizara el Comandante, todo intento de
rectificar era una táctica militar de distracción. Así que la elección de Pérez
Abad como vicepresidente del área económica, en sustitución de Luis Salas, no
se sabe si es, exactamente, para corregir o distraer, esté él o no consciente
de ello. Sus cuentas de recorte de las importaciones y aumento de la
productividad nacional no cuadran, porque hay que dotar de alimentos y
medicinas a la población, cosa que no aparece en los cálculos que he seguido.
Pero dado
que la prioridad es la consolidación del modelo socialista, entendido este como
control total sobre el poder, lo demás está en función de esto. La escasez
puede ser, como realmente es, consecuencia nefasta de políticas erradas. Solo
que al entenderse (o manipularse) en clave política, debe dársele la
connotación de guerra económica.
Ante la imposibilidad actual de que el Estado satisfaga todas las necesidades
de la población y desplace al sector privado (que reivindica así su lugar y
función social, lo que altera el esquema de hacer política), en vez de crear facilidades
lo que se hace es manipular creando matrices de opinión que envilezcan al
empresario y afines y siga la estrechez apretando el cinturón del estallido
social del venezolano.
El último
elemento suena, por supuesto, descabellado. Es jugar con la anarquía (no en términos
ideológicos sino como desorden). Si algo científico en el sentido de las
ciencias físicas puede haber en la realidad social y política, es el concepto
de entropía: la pérdida irreversible
de energía de un sistema que va generando procesos que tienden al desorden
(caos). Los sistemas altamente energéticos o las materias compuestas por
sofisticadas organizaciones moleculares requieren concentrar altos niveles de
energía en sus enlaces para mantener cohesión y funcionabilidad. En los seres
vivos la degradación y rompimiento total de los enlaces de sus compuestos
orgánicos ocurre con el fallecimiento. Con lo que quiero decir que el desorden
no es creador, sino degradador. Que se puede pasar a sistemas más complejos como
evolución, pero que dichos saltos no pueden interpretarse como consecuencia del
caos. Si acaso como consecuencia de algunos (no uno sino varios) con cuyo tesón
arrastró a las sociedades para que pasaran a otro nivel de convivencia.
Este
elemento tan obvio no lo es para aquellos que han leído el marxismo como un
catecismo (cosa que debe hacer revolcar a Marx en la tumba). Porque Marx pertenece a un tiempo dominado
por el racionalismo, bajo el esquema idealista de Hegel. Y su dialéctica y dotes
de polemista lo hacían un temible adversario en el terreno de los duelos
verbales. No en balde desplazó otras visiones socialistas “light” de su tiempo esgrimiendo
su lengua. Pero a su estilo, era un racionalista. Su tesis doctoral versó sobre
filosofía griega. Para los párvulos que aprenden de memoria unas cuantas
consignas marxistas, tal cosa deja de ser obvia. En vez de Marx el intelectual
se prefiere a Marx el iluminado. Porque un iluminado dice lo que ve sin necesidad
de demostrarlo, convencer o razonarlo. Y si alguien no ve lo mismo es, por
supuesto, porque no goza de idénticas experiencias numinosas. Otra que ser
además un hereje. Así que no podemos esperar muchas luces de parte de la tropa
de a pie.
Estos tales,
del chavismo u oposición, solo consiguen hacer una lectura dialéctica de la
realidad. El choque de fuerzas contrarias preludia el fin de un periodo. Hasta
ahí podemos estar de acuerdo. Pero ¿hacia dónde? Unos cruzan los dedos
considerando que es un enderezamiento de la democracia; otros consideran que,
como reza la doctrina, hacia la consolidación del modelo socialista. Pocos suponen
como escenario nada irreal que del choque global seamos catapultados hacia la
degradación del Estado de Derecho a niveles de atomización de la sociedad. Que
todo se reorganice en pequeñas constelaciones bajo la auriga de formaciones de
facto, es un asunto que reta la imaginación. Un retorno a la barbarie, como
camino deconstructivo para leer Doña Bárbara.
Pero
detengámonos en aquellos que empuñan el poder y que, en teoría, están sentados
en la cabina de pilotaje ¿por qué se emperran en no hacer nada o en hacer todo
lo contrario a lo que dicta la sensatez? Porque la teoría marxista predice la
lucha de clases, por lo que estamos ante una batalla más (¿o el Armagedón final
del Apocalípsis?) entre la burguesía y el proletariado. Porque la realidad es
dialéctica y avanza en el choque de contrarios por cuanto, de acuerdo al
binomio Hegel-Marx, de este solo puede derivarse un salto cuántico de nivel en
una síntesis superior: el Estado socialista. La situación actual sigue sílaba
por sílaba lo que dijo Marx: de la agudización de las contradicciones sigue la
Revolución popular que se haga con el poder y, al estilo de Mao Zedong, se ocupe en las labores de
demolición del antiguo modelo liberal burgués. La guerra es la partera de la
historia, decía Marx impulsado por la lógica del filósofo griego Heráclito. Si aplicáramos
la sustancia gris a estas observaciones, sabríamos que sin plan Marshall Europa no se hubiese levantado de sus escombros; que
ante la violencia extrema de una guerra nuclear, Nagasaki e Hiroshima son sus mejores metáforas.
De la
escasez y la violencia de los saqueos surgirá la nueva sociedad… dicen. Pero la historia dice que sobre las cenizas
de pueblos antiguos, otros foráneos han levantado civilizaciones. No los
que fueron incendiarios de sí mismos.
EL INTENTO DE LOS CLAP
Los Comité Local de Abastecimiento y
Producción (CLAP) hacen dudar de la desaparición del asesoramiento podemita
y la injerencia castrista en el país. Porque, sobre todo en este caso, el
marxismo no es otra cosa que la coartada perfecta para hacerse con el poder y
no soltarlo. Primero porque, para quienes se arrogan el poder, se sabe la
incoherencia rampante entre la prédica y la praxis. Es decir, han sido
bautizados en (¿cómo decirlo?) un pariente no tan lejano de la Realpolitik. La
cara que se vende es la crítica al capitalismo, que hasta la misma Iglesia
admite como cierta en muchos casos. Lo que no significa que sea igualmente
válida la receta para superarlo. El que el otro esté equivocado no me
exonera a mí del error. O que el otro haya explotado a las masas de obreros y
campesinos no inmuniza contra el abuso del poder. La Iglesia de Dios ha
expresado el “mea culpa” por hechos abominables que contrarían la conciencia de
su naturaleza y misión. Las mentalidades dialécticas fuerzan muchas veces
soluciones en categorías blanquinegras. Ventajoso para los daltónicos.
Pero para
los más pragmáticos, en el sentido que queremos darle, pueden muy bien
distanciarse de las elucubraciones para atender lo práctico: su mantenimiento en el poder. Una cosa
muy curiosa ha sido la acusación a las sociedades occidentales de exceso de
ambición y carencia de solidaridad. Se supondría que dichas sociedades bien
pueden manifestar su propósito de enmienda de manera concreta, que permitan
considerar su deseo de rectificación. Pero cuando otro país, o la misma
Iglesia, organizan acciones que preludian un nuevo orden mundial, donde el
lucro no sea la máxima que rija las acciones, los profetas vernáculos del
marxismo rechazan recibir estas muestras de solidaridad: ocurrió con el deslave de Vargas del 2000 con Estados
Unidos (si bien había que conocer los términos de la ayuda) o, de manera
reciente, con la Iglesia Católica y la pastoral
social de Cáritas ¿Por qué? Porque solo el Estado (ni siquiera la sociedad)
es quien debe distribuir los beneficios. Y el Estado es mucha gente. No es una
maquinaria anónima. Pero todo el crédito se lo llevan quienes representan a
perpetuidad a la nueva sociedad marxista. De la teoría de la dependencia que
explicaba las relaciones internacionales entre el primero y el tercer mundo, se
pasa a otro: la dependencia sumisa con
el Estado.
El Dr. Óscar Elías Biscet, médico cubano,
señalaba que el control del estado cubano sobre la sociedad se basa en el control del empleo y el control de la
comida. Lejos de la emancipación e independencia personal o social, que
estaría en la agenda clásica del humanismo marxista. Y, por supuesto, la polarización social. El enemigo es el
otro que no piensa como yo, no importa la responsabilidad de quienes dirigen.
No me preocupo si el que está al mando está representando mis intereses o
necesidades. O, mejor dicho, lo que pueda encauzar al país por un camino de
fraternidad y prosperidad.
Así que esta
situación, de manera curiosa, que tiene toda la pinta de espontánea, favorece
este esquema de sujeción. Y esto produce para los paladines de la nueva
sociedad otra ventaja, parecida a la que se dio con el paro petrolero del 2002:
muchas empresas y comercios bajaron entonces y bajan ahora las santamarías. O
sea, se adelgaza el grosor de la clase media mientras se ensancha las clases
pobres y emigración. Y esto, vuelvo a repetirlo, favorece el esquema de
dependencia del Estado (los CLAPs).
El Estado se
yergue como el paladín de la justicia (envía la violencia institucionalizada a
poner orden) y solidaridad (a llenar los platos de los venezolanos). Pero no
cae en cuenta que el desafío supera su capacidad operativa. No solo porque el
Estado ha fracasado en ser productor, por lo que mal pueda garantizar el ser
providente distribuidor batiendo su varita sobre la hueca chistera. De ahí la
trampa en la que se encuentra y nos encontramos. De ahí el miedo de algunos no
tanto a que esto se escape del control de sus manos, sino que se capitalice en
las manos opositoras. A su mirada torpe, miope y ciega no aparece las
posibilidades abismales de la nada.
SANTERÍA, PALEROS Y
OTROS SINCRETIMOS POLÍTICO-RELIGIOSOS
En días
pasados ocurrió la profanación de la tumba del insigne cantautor venezolano Alí Primera. Posteriormente corrió la
noticia de las profanaciones de las tumbas de don Rómulo Gallegos e Isaías
Medina Angarita ¿hechos aislados
o relacionados? Puede que aislados. Por lo menos el primero de los otros dos.
Porque la profanación del primero no conllevo remoción de los restos, en cambio
en la de don Rómulo y, hasta donde sé, la de Medina, así fue.
Como digo,
no se sabe si haya nexos con la primera profanación. Uno de los hijos dijo
tener sospechas de la autoría de los hechos. En los otros, todo hace pensar en
su uso para la santería. Cosa abominable, me refiero a la práctica con tumbas
profanadas. Sé de amigos que han incursionado en el mundo de la santería y, sin
concordar con sus creencias, no dudo de su buena intención. Rechazo la idea de
que ellos tengan este tipo de prácticas mortuorias. Y prefiero ver en ello un
uso político, igualmente deleznable.
Una visión
político psicológica puede llevar a considerar tanto las profanaciones como los
rituales paleros, en el caso de los expresidentes, como una forma de
manipulación y sujeción. Una forma de amedrentar desde la forma cultural crédula
de tantas personas. No me atrevo a pensar que el objetivo sea consolidar la
lealtad de los propios, sino disuadir la tenacidad de los contrarios. De
debilitar su sistema de creencias y ¿acaso debilitar la influencia cristiana de
las iglesias en tantas conciencias? Pero la esta reflexión podría estar en las
motivaciones de quienes, según el libro Los
brujos de Chávez, del periodista hispano venezolano David Placer, tienen los intereses cubanos.
Queda la
duda de qué pasa por la cabeza de insignes dirigentes del chavismo ¿teatro,
psico-teatro, socio-teatro? Puede ser. Pero, dada la importancia cultural de lo
sobrenatural para el venezolano (que raras veces concluye en fe y búsqueda
espiritual), este asunto de invocar a los muertos y otros pormenores, le vendría
muy bien a cierta dirigencia. Lo cual permite elaborar como hipótesis la manera como están
viviendo los actuales momentos: lejos de seguridad, lo hacen con mucho nervio.
Y la decisión de escoger los restos de insignes venezolanos habla de eso, del carácter
definitorio con que interpretan la actual coyuntura. Carácter definitorio sea
porque se consolide el modelo socialista venciendo a todos los enemigos o, como
yo creo, porque se juegan el futuro de la Revolución en las actuales
circunstancias.
Por supuesto
que todo ello necesita ser procesado con la debida inteligencia. Porque si el llamado proceso desunió a los
venezolanos, los momentos actuales deben servir para unirlos.
Lamentablemente la capacidad analítica es escasa como para comprender las relaciones
entre el modelo de Chávez y la situación con Maduro. Es hora de oración, no de
cruzadas religiosas contra paganos. Por supuesto que quienes creemos en Jesús
lo proclamamos, sin triunfalismos, como aquel que puede volver a conciliarnos
como hermanos. Reconciliarnos.
Y, para los
que les conceden una excesiva importancia a toda práctica de ocultismo (así
catalogo los ritos con cadáveres), solo recordar que el demonio es el rey de la
pirotecnia. Su capacidad de alarde es inconmensurable. Y que pretende llevarse
más créditos de los que se merece. Así
que es la hora de la oración, el amor y la reconciliación. Toda acción debe
contener estas 3 dimensiones que, de paso, una buena oración “exorciza” las
emociones que alimentan irracionalmente la violencia. Y en las prácticas de
oración, además de la praxis cristiana, afirmamos que esta historia depende de
Dios, de que nos mantengamos cercanos a Él. Que el mal se da cuando preferimos
cualquier tipo de alejamiento, cuando nos dejamos seducir por la gloria, el
poder, la riqueza o el placer como absolutos, por encima de Dios y su proyecto
de fraternidad para todos. Con la oración atenazamos el mal demoníaco. No en
principio porque lo neutralizamos a los pies de la cruz de Cristo, que también ocurre,
sino porque reafirmamos nuestra vinculación con el Amor fundante. Fundamento de todo lo nuevo que requiere de nuestra
participación ciudadana.
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