MATANZA EN DALLAS: ALGO QUE ESTÁ PODRIDO EN DINAMARCA


En recuerdo de los afroamericanos muertos injustamente estos años,
a todos los que han sido víctimas de abuso
y a aquellos policías que han muerto cumpliendo su deber


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"Something is rotten in the state of Denmark." (Hamlet)


            La noticia del día ha sido la matanza de Dallas. La peor carnicería de policías desde el 11S. Cinco muertos y nueve heridos por un francotirador de color, veterano de la guerra de Afganistán. Condecorado para más datos.

            Las mentes dialécticas, por marxismo o monocromía, pueden ver dos grupos enfrentados en la eterna lucha de clases. Pocos quizás ven que la manifestación que protestaba la absurda muerte de dos afroamericanos en una semana, en manos de la policía, estaba compuesta por todo tipo de etnias. El mismo presidente Obama dijo que dicho problema no era de negros o hispanos, sino de americanos. Lo cual conlleva a un análisis y reflexión ulterior.

            De unos años para acá ya comenzaron a hacerse más públicos las fisuras de la sociedad norteamericana. En el 2012 un vigilante mató a quemarropa al joven Trayvon Martin, con incidentes y abusos policiales durante los días siguientes, con la rúbrica de la sentencia absolutoria hacia el autor de los hechos.  Cosa que refuerza la matriz opinión que detecta impunidad hacia los abusos policiales contra la población negra. Y, difícilmente justificable, la confusión por el papel de los juzgados. El Comercio de Perú reseña, por ejemplo, la cantidad de 123 incidentes de abusos policiales hacia afroamericanos en lo que va de año.

Este asunto del confuso papel que puede ejercer el sistema de justicia a los ojos de la opinión pública, puede añadirse el rol que está ejerciendo la Corte Suprema, garantía última de apelación para conseguir justicia. En palabras del difunto juez Antonin Scalia, su intervención debería estar en función de brindar aclaratorias del alcance de normas constitucionales (interpretación, teoría del “originalismo” y “textuaismo”), más que participar discrecionalmente en el resto del sistema (activismo judicial o la idea de la “Constitución viviente”). “El juez Antonin Scalia era, en efecto, el principal defensor de la cordura, el sentido común y la independencia judicial en un Tribunal Supremo politizado y convertido en una herramienta al servicio de la reingeniería social” (http://infocatolica.com/blog/espadadedoblefilo.php/1602160215-antonin-scalia) .Este intervencionismo lo llamó “golpe judicial” cuando 5 jueces aprobaron el “matrimonio igualitario” (homosexual) pasando por encima de la facultad que cada estado de la Unión y sus votantes de sancionar sus propias leyes:

“Los cinco jueces que componen hoy la mayoría se sienten plenamente cómodos cuando concluyen que todos los estados violaron la Constitución durante los 135 años transcurridos entre la ratificación de la Decimocuarta Enmienda y la aprobación del matrimonio homosexual en Massachusetts en 2003" (El País, 26 de junio de 2015)


Así considerado, puede verse su intervención en distintos asuntos a través de resoluciones delicadas. Por ejemplo, la obligatoriedad del uso de baños públicos en establecimientos educativos de acuerdo al género de la persona, y no de acuerdo a su anatomía sexual. O la anulación de leyes en estados como Texas que obligaba a clínicas abortivas a elevar sus estándares sanitarios, lo que encarecía su servicio pero dotaba de mayor seguridad para la mujer. Lo que hace que se cuartee su imagen ante el pueblo norteamericano cuando pasa por encima de los votantes. Consideración que hago, sin pretender justificar el aborto. Solo para fijar la atención sobre cómo se están haciendo las cosas.

            Independientemente de los casos (de importancia variada, menor que la muerte de miembros de minorías o, para mi conciencia, de los abortos), donde cada lector puede añadir o quitar según su opinión, lo que me interesa resaltar es el ambiente enrarecido en la primera democracia del mundo. No me refiero ahora a la Corte Suprema, sino al sistema judicial en general (preguntándome si el malestar no es de tipo sintomático). Y es desde aquí, más que en las conclusiones (que son importantes), que quiero destacar los procedimientos (uno puede sentir diferencias con un veredicto pero sentirse obligado moralmente –y no solo por la parte penal- a acatarlo, si se ha respetado el debido proceso, interrogado a todos los testigos y examinado todas las pruebas o elaborado las leyes según la tradición judicial y no por atajos). Y en el caso de la violencia perpetrada contra gente de color, la confianza desciende a los sótanos de la credibilidad. Esto permite entender el grave conflicto que está en curso.

            “Cuando la Justicia no es capaz de asegurar un orden justo, ocurren cosas absurdas como las de #Dallas”, escribía en mi cuenta de Twitter. La Justicia tiene que asegurarse de ser justa, sino se desbordan los extremos. Lo cual implica la mayor coincidencia en la valoración moral de las normas legales en lo que en un momento se llegue a considerar un enunciado como justo. Esto nos sitúa en el contingente histórico y cultural que amerita el auxilio crítico, no imposición, de quienes tienen algo que corregir y gozan de credenciales para pronunciarse. Pero además de las normas (y los valores implícitos), la humana justicia (siempre detrás hay un juez o un jurado que come, bebe y duerme en una determinada sociedad) debe buscar ceñirse lo más posible a la Ley, tanto en la intimidad de la conciencia como ante los ojos de la ciudadanía (la justicia es un hecho público en las democracias, que justifica la cobertura mediática). Una justicia en sentido occidental siempre tendrá un rostro humano, donde se respete la dignidad pero se exija la responsabilidad. Será moldeada por la misericordia sin dejar por ello de ser justa.

            Lo de Dallas es emblemático. No solo porque ocurra en la primera democracia del planeta, sino porque retrata las consecuencias de las contradicciones. Y eso tiene valor paradigmático para otras regiones del planeta, particularmente Occidente.  Está en México el caso de los 43 normalistas de Ayotzinapa. En ese sentido me permito terminar aplicándolo al caso Venezuela: las dilataciones en la justicia para presos políticos, el reconocimiento de la crisis humanitaria en curso, la apertura de la frontera a las ayudas internacionales, la convocatoria a la recolección del 20 % de firmas sin más demora, como siguiente paso de cara al Revocatorio.


            Cuando el Sistema de Justicia falla, o cuando el martillo de los jueces se usa para pisar los pies de los adversarios, las sociedades solo consiguen abrir las compuertas a la incertidumbre de la violencia. Quizás Dallas sea el retrato de una crisis mayor.

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