¿PARTICIPACIÓN U OCUPACIÓN MILITAR PARA EL RESCATE DE VENEZUELA? PREGUNTA IMPOSTERGABLE





De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas.
 No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra
Is 2,4


            Uno de los problemas del venezolano es que, siendo mayoritariamente cristiano en su confesión religiosa, maneja de manera infantil conceptos fundamentales. Pienso en el pecado, que se lo viste con aires oscurantistas, arracionales, para cosas de poca monta que sirven solo para amargarles la vida a las personas.

            Habría que considerar que la categoría “pecado” tiene que ver con la máxima responsabilidad del ser humano en relación con el mal que lo oprime. Cuando se habla de mal, no es un mal extrasensorial de mundos arcanos, que emerge del inframundo de los cementerios las noches de luna llena, entre neblinas y aullidos de lobo. Tiene que ver con el mal que lacera la vida, que escuece la piel y el alma, producto del hombre por acción u omisión y que impele solucionarlo. Por supuesto que, ante este mal, con capacidad de ser tan aberrante como lo vivido en campos de concentración o la gulag y que arrastra consecuencias eternas, es Jesucristo quien alcanza la raíz para eliminarlo. O sea, el mal y la responsabilidad humana son cosas evidentes, fuera de teorías deterministas que niegan por principio la libertad, que implican una alteración en el orden de la creación y en las relaciones con Dios. Que es por eso, en esta dimensión, que lo llamamos pecado. Lo que no resulta evidente para quien no sea cristiano es que Jesús sea la solución radical. Esto obliga a hacer una consideración final: no es un presupuesto ideológico o del imaginario popular, aunque ese tratamiento ofrezca ventajas de análisis en el diálogo con no creyentes u otras disciplinas a nivel académico (detrás hay un todo axiológico, una jerarquización y orden de valores). Pero el creyente no lo afirma como un postulado ideológico, sino presente aunque no evidente en la realidad. Para mí el tema de la justicia es un asunto evidente que se fundamenta en la relación con Jesús; para un no-creyente, que no cree en Jesús como el Salvador y el Viviente, sin necesariamente negar su existencia histórica como hombre, entiende que si yo apoyo algo contrario a lo que es justo, estoy siendo incoherente con lo que digo creer y la propuesta de Jesús.

            Estas consideraciones son importantes a la hora de referirnos a la contradicción entre el soporte que le brinda gente bienintencionada al socialismo y marxismo, en su versión bolivariana, y lo que es la fe, como explicación última y global de la realidad. Por supuesto que sería igualmente falso que se pretenda una explicación similar o sustitutiva desde otras visiones totalizantes, sean liberales o economicistas o cientificista o ecologicistas o cualquier “ismo” (el sufijo “ismo” normalmente señalan presencia masiva en la explicación de la totalidad que puede implicar excesos deformantes). O sea que la crítica a lo vernáculo no es idealización de lo foráneo, igualmente contradictorio si se pretende absolutizaciones.

            Por eso lo bizarro de pretender que un modelo político pueda, para el cristiano, erigirse en salvador. Además de las contradicciones internas de dicho modelo, el del socialismo bolivariano, obvias para todo el mundo, tanto en postulados como en su aplicación y racionalidad. Solo con pretender echarlo para adelante con la fuerza militar, ya se está confesando la contradicción de su fundamentación en el proletariado y en los movimientos de la historia, además de su inviabilidad. Si en esto de la política hay que creer con fe religiosa en lo que algunos voceros dicen, el cristiano tiene en otras cosas anteriores a que adherirse desde la fe.

            La concepción cristiana transita a través de la “reserva escatológica” (nada en esta vida-historia-tiempo-mundo encarna la plenitud del Reino, según Metz) al mismo tiempo que corrobora que la experiencia actual contradice el Reino y se le opone (es el anti-Reino, Jon Sobrino), si bien es cierto que espera mediaciones que permitan que ese Reino que lo hagan presente, como brotes o anticipos, en esta historia. Brotes del Reino, si usamos como metáfora una planta en desarrollo. Como recuerda Ratzinger (Benedicto XVI), todo logro es provisional, puesto que el ser humano nunca deja de ser libre y en cualquier momento puede optar por el mal. Ni las instituciones políticas ni los adelantos científico-técnicos aseguran la impecabilidad de un modelo y una sociedad. Además que una generación es distinta a la siguiente y, en parte, debe volver a comenzar. Esa conciencia del pecado hace que se sepa que nada hay en el ser humano, por noble que sea, que no se pueda corromper. Forma parte de la libertad. Por lo que resulta absurdo pretender que un modelo de convivencia marxista sea inmaculado, como ningún otro paradigma social lo es, por muchos méritos que pueda o prentendan hacerle exhibir.

            El desmarcarse del actual modelo chavista es vital, para que se creen condiciones reales de diálogo, negociación y acuerdos. El modelo chavista se presenta como rígido e ineficiente, con la gravedad que cualquier autocrítica no desemboca en autocorrecciones sino excusas y descalificaciones. Para ello se debe hacer un proceso de reflexión serio, para no confundir los principios y aspiraciones con las formas históricas erradas u obsoletas. Es decir, la apuesta real, no demagógica, con el pueblo y el pueblo pobre como empoderamiento auténtico, es loable y necesaria. El apoyo a la organización popular, con apoyo pero sin acciones interventoras y manipuladoras del Estado, también goza de reconocimiento. O que el tema de la justicia y la protección a los indefensos, debe protegerse en cualquier agenda, siempre que la categoría de “indefensos” no arrope demagogias y clientelismos que pretenden captar a mayorías despojadas de la adultez que confiere la ciudadanía. Ciudadanía en relación del ejercicio de los derechos y el cumplimiento de los deberes, incluso en el sentido de la producción económica.

            Aceptando esto, que significa desplazarse hacia formas de convivencia más flexibles, donde haya participación de sociedad civil y de entes privados, y no se demonice al mercado cuando ha sido la forma más racional de producir bienes y servicios y de satisfacer necesidades, cabe preguntarse sobre el papel de los militares. De estos subordinados al poder civil, democráticamente elegido dentro del marco de la Constitución y ejerciendo los poderes según las atribuciones conferidas.

            Lo primero que habría que considerar es que su salida de los cuartes no reportó ninguna solución, por capacitados que estuviesen, sino que retrasó la solución de la problemática que se estaba padeciendo en la década de los noventa. Si en la última década del siglo pasado se estaba sufriendo una debacle del estamento político, dieciocho años después todavía no tenemos claro si contamos con una generación de relevo para las élites políticas (élite en el sentido de grupo reducido de personas cuya preparación y participación en los partidos y gobierno ha sido habitual, por lo que gozan de cierta experiencia que los debería calificar). Desde aquellos años  todavía hoy, entrando en el cuarto lustro del nuevo milenio, estamos arrastrando la misma crisis política con nuevos ingredientes y escenarios. Con la gravedad de que quienes han sido gobierno tienen pocas figuras que exhibir (si es que hay alguna) para ostentar cargos públicos. Fue uno de los graves errores del proyecto hegemónico del presidente Chávez. En la oposición hay ciertas figuras que, como han tendido a ser anuladas u opacadas, no se tiene garantías de su idoneidad como para llenar el vacío mencionado. Por lo que parece lógico y sensato que los militares puedan regresar a sus cuarteles a cumplir sus propias misiones mientras el mundo civil se va poniendo de acuerdo.


            Porque actualmente ocupan funciones políticas de gobierno, de control y de fiscalización. Intervienen empresas, supervisan carreteras, hasta el mismo  transporte de mercancías, enredando la sana y eficaz distribución. Asimismo que esa presencia excesiva alimenta protagonismos aberrantes donde la bota militar se sobrepone al calzado civil, como si unos fuesen ciudadanos de primera categoría y los otros de segunda, o unos comandantes y otros vulgares reclutas. Tal presencia excesiva agiganta los vicios ya enquistados desde otros tiempos, como lo ha sido el tráfico de mercancías de todo tipo en lugares como penales (drogas, armas de fuego) y el variado contrabando en las fronteras, como gasolina y narcotráfico. Así que una sensata renuncia a situaciones de poder que les hace corromper y corromperse haría mucho bien. Esto no evapora su presencia. Pero en  el caso de ayuda humanitaria, no son cuerpos confiables para gobiernos e instituciones del extranjero que pretendan colaborar.

            En este panorama, sin embargo, podrían prestar un servicio invalorable, incluso para resarcir el daño ocasionado en tanto tiempo. Entre universidades, gobierno, políticos y otros actores, pero sobre todo la empresa privada, se podría inventariar la fuerza de trabajo capacitada que existe en el país y las necesidades que tienen las empresas para arrancar con vigor en una nueva etapa, absorbiendo mano de obra. Una vez que se haya identificado la situación y las necesidades, se seleccionarían aquellas áreas factibles para realizar  entrenamiento de personal mínimo o básico: en algunos casos pudiera ser nociones y técnicas básicas en electricidad, mecánica o computación. En otros se podría reclutar electricistas o mecánicos dotándolos de ciertos conocimientos aplicables al área industrial. Y así por el estilo.
 
            Resultaría muy interesante si el sector militar, con la debida consideración a los civiles y en conjunto con voluntarios, universidades y empresariado, pudiese ofrecer adiestramiento masificado donde se promuevan destrezas básicas, aunque se apliquen técnicas pedagógicas conductistas (centrarse en configurar una respuesta conductual necesaria para insertarse en el mercado laboral). No estaríamos hablando de entrenamientos mayores a 3 meses, donde a lo mejor habría que habilitar hasta comida y hospedaje en algunos casos. Por supuesto que, en la medida en que esta fuerza de trabajo sea absorbida, una vez completado los objetivos del adiestramiento y hecha la selección de personal como corresponde, cada empresa debería proseguir con el adiestramiento en las operaciones concretas que toque desempeñar. Y como no se trata de inaugurar una misión más, debería desaparecer como propuesta coyuntural y darle espacio a la educación formal para el trabajo tipo INCE, con un trato más integral (no menciono el INCES, por la impronta ideológica que ha buscado descuidando su objetivo principal).

            Considero de gran importancia aventurarse a estudiar esta posibilidad porque en gran parte, si se hace un examen de conciencia, la estabilidad del régimen sacrificó la educación para el trabajo de una porción mayoritaria de la población, así como concedió beneficios en metálico a quienes se dedicaran a respaldar al gobierno de una u otra manera (marchas, contramarchas, afiliación política, etc.) sin participar en la actividad económica. Y eso necesita una corrección urgente, si no queremos que los sectores más vulnerables, que no cuentan con una destreza concreta que les pueda generar ingresos, busque una salida por la ilegalidad, se deslicen por el tobogán de la impunidad y pase a engrosar las filas de la delincuencia organizada. Hay que tener presente que un ajuste necesario en Venezuela pasa por la sinceración de precios. Quien trabaje creará ingresos que le permitirán enfrentarlo. Quien no trabaje le será mucho más complicado. Se entiende que, en el tiempo, la sinceración de precios, en el intercambio de bienes y servicios, permitirán también recuperar los sueldos y salarios sin intervencionismo estatal.

            Desmarcarnos de las camisas de fuerza y las gríngolas de quince años es vital para recuperar el país. Pero no solo debe haber una liberación, sino una proposición. Y para ello el aporte militar coyuntural también es necesario.



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