ESTOS NUEVOS VIENTOS CON AQUELLOS VIEJOS TUFOS



            La semana antepasada señalaba en Razones para la Esperanza la estrategia económica del gobierno. En dichas líneas destacaba las contradicciones internas entre las líneas ideológicas y las decisiones prácticas, resaltando la connivencia entre los llamados dogmáticos y los pragmáticos. El común interés radicaba en la permanencia en el poder. Tal contradicción, que en criollo se llama “arroz con mango”, implosionó esta semana que concluyó. Los dogmáticos, que también pudiesen ser llamados radicales, barrieron con los pragmáticos y la tímida apertura a la participación del privado en la economía nacional que estaban permitiendo.

¿Qué fue lo que ocurrió?

Creo que tal situación se fue sirviendo con la designación de Vladimir Padrino como una especie de ministro plenipotenciario. Sea de manera más o menos consciente, se apostó a la maquinaria militar para hacerle frente a la problemática económica. Por supuesto que tal decisión surge de un pésimo diagnóstico, si es que tal no es interesado por manipulable: el problema de desabastecimiento se debe a una guerra económica tramada por la oligarquía y fuerzas conspirativas extranjeras. Ante ello pareciera que la respuesta es la toma militar con el control y agilización de todos los procedimientos, como por ejemplo el paso de las mercancías por los puertos. De esta forma se estaría desplazando (¿batiendo en retirada?) las fuerzas contrarrevolucionarias que planean y ejecutan la guerra económica. Todo un lenguaje y escenografía de epopeya épica que encanta a tantos y que envanece a otros, que sigue la línea de la historia, no de la historia real, sino la descrita en Venezuela Heroica.

Esta confluencia entre radicales-dogmáticos y militares es más causal que ideológica. Se parece a la alineación de los planetas, que hace que se muestren como un solo punto luminoso en el firmamento. Puede que haya sus excepciones, pero la confluencia se da en el estilo de mando vertical que no acepta la deliberación. Estructura que hace del aparato militar altamente eficaz… para la guerra. El PSUV reproduce esta estructura, porque es característica de los partidos leninistas-stanlinistas pero también porque su fundador es un militar. En el caso de Hugo Chávez Frías, con su carisma indiscutible pese a sus desaciertos, el partido y la política se organizan militarmente, cosa que confunde a sus oponentes. Su visión y estrategia parten de aplicar la lógica militar al mundo político, con gran tino para ganar elecciones. Solo que se da un primer error: no es en la estructura de mando donde acierta el PSUV sino en el carisma de su fundador. Si se acata y reproduce hasta en la “sala de batallas” de los Consejos Comunales es porque la gente se siente identificada no con el poder del fundador sino con su carisma, que le confiere poder. Pero el poder político es único, cuando se tiene una economía boyante, que en Venezuela equivale simplemente a tener el precio del barril por encima de los 100 dólares. Otro cuento es pasar del imaginario y la ideología a la realidad rampante. Y el aterrizaje forzoso de los paracaidistas del 4F se da en el terreno de la economía desde hace mucho, pero con la ausencia del llamado Comandante supremo, que la vida lo eyectó antes de tiempo.

Si bien la intervención militar se asemeja en la acción al dogmatismo de la vieja guardia chavista, no es necesariamente así en la intencionalidad y postulados. Se evoca el ícono del Comandante con algunos eslóganes, pero el propósito consiste en mantenerse en el poder. Puede que algunos castrenses pretendan servir a la patria de la mejor manera que puedan, pero otros solo quieren perpetuar la llamada estructura cívico-militar del gobierno (más militar que cívico). Las mieles del poder por supuesto que da para mucho: las acusaciones y sospechas norteamericanas de participación de algunos de estos en negocios cuestionables reivindica la tesis. Pero la radicalización ideológica por convencimiento debe escasear. Puede darse en aquellos que no tengan la delicadeza de hacer distinciones mentales.

Para unos, la situación actual de contradicciones es caldo de cultivo óptimo para radicalizar la Revolución. A simple vista para que la teoría ilumine así la práctica. Forma parte de la herencia hegeliano-marxista que se aplica de manera acrítica. El movimiento de la historia, por leyes internas de la misma, oscila entre afirmaciones y negaciones, contradicciones por tanto, que nos hacen ascender al siguiente nivel, por procesos de síntesis. Claro que forzar este razonamiento propio del siglo XIX al siglo XXI ya es una bestialidad. Con la experiencia de dos guerras mundiales es poco lo que vemos que las contradicciones construyeron. El recurso de la guerra no lleva a una síntesis superior sino a una desolación apocalíptica. Así que, para decirlo de manera clara y en categorías aristotélico-tomistas, tal causa no produce dicho efecto. Si luego de una guerra mundial como la Segunda puede levantarse una Europa como la que conocemos, es por otra “causa eficaz” (u otras): el plan Marshall, el trabajo germano y la mano de obra turca en el caso de Alemania. Es una causa exterior a la dupla contradicciones(guerra)-síntesis( sociedad próspera superior). Así que arreciar en Venezuela el radicalismo marxista no conducirá a la superación de las contradicciones, por mucho que lo rece el catecismo revolucionario. Lo de “empresa parada, empresa tomada” puede engrosar los papeles de registro, no los anaqueles a disposición de la gente.


Por supuesto que para los más lúcidos e inescrupulosos, es la oportunidad para echarle manos a empresas como Polar. Sea porque concentra todo el poder para sojuzgar al pueblo en el gobierno o porque beneficia al grupo de aquellos que la oposición ha catalogado como “enchufados”. O sea, es la oportunidad para realizar pingües negocios. Solo que el medio utilizado no es el de la habilidad sino el de la bravuconerías. Y eso no garantiza el… como llamarlo en términos menos neoliberales… ¿el éxito?

Lo cierto es que la economía se escapa a la estructura de mando verticalista propia del mundo militar y marxista. Porque, como lo diría Marx en sus términos, la economía antecede a la política y la política es un reflejo, como la sociedad, de la economía, de los medios de producción. O sea, de la manera como una sociedad crea y produce aquellas cosas que necesita tanto para vivir como para sobrevivir. La política debe facilitar estos procesos corrigiendo externamente (regresamos a aquellos de la “causa eficaz”) cuando dichos procedimientos no benefician a la sociedad (como en el caso de los monopolios) o cuando el proceso de autocorrección falla, como en las conversaciones obrero-patronales, y es impostergable su participación con mesura.

La economía se escapa a la política y leyes castradoras, porque está de la mano con la imaginación e innovación. Lo nuevo no siempre cuenta con un marco jurídico regulatorio o necesita de uno con cierta amplitud. Tristemente se debe acudir a ejemplos de cocina para que nuestros dirigentes entiendan: si yo cuento con una serie de ingredientes, yo puedo repetir el pastel que siempre he hecho o puedo inventar uno nuevo sin que resulte conveniente estar pidiéndole permiso a nadie. Si yo cuento con ingredientes nuevos o me falta alguno de los tradicionales, igualmente invento algo. No hablo de ciencia ficción: ese es el origen de la pizza italiana. O sea, había hambre (por la guerra) y se usó lo que se tenía a mano para crear esta maravilla culinaria. Aunque de la hallaca sabemos menos, fuera del mestizaje, para algunosalgo parecido pudo haber ocurrido.

La economía es profundamente dinámica. Se presta a abusos o desviaciones en algunos casos, como también ocurre de manera flagrante en el mundo militar y político. Pero la persona que está directamente produciendo está haciendo constantes correcciones de todo tipo, al menor número de imprevistos posibles. Puede detectar una necesidad de negocio (creo u ofrezco algo que puede ser acogido por un público que se transforme en mi cliente) y busca la manera de concretarlo. En el caso del comercio, en la mayoría de los casos se parte de algo producido con anterioridad. Pero en el caso de la producción, que es la que corrige la escasez, se parte de la elaboración a partir de insumos, si no se quiere vivir permanentemente dependiendo de las importaciones de productos elaborados. Para alguien que se decida producir en la industria o en el campo, debe contar con un capital (con que comprar lo necesario para producir), adquirir maquinarias e insumos, y distribuir a puntos de venta para el público a precios razonables (que le permitan recuperar la inversión y obtener ganancias tanto para el bienestar del productor y trabajadores como para invertir en mejoras u otros rubros). Pero ese proceso no es lineal: un estación seca o de lluvias excesivas implican toma de decisiones inmediatas y diversas, quizás con acceso a créditos, pero nunca a la elefantiasis de la lentitud burocrática. En una fábrica de jugos, problemas con envases plásticos hacen que se tengan que buscar alternativas en otros proveedores de envases de vidrio o aluminio. O la falla en un conservativo por escasez o por prohibición por razones de salud pública debe suplirse por otro que haga sus funciones. Todo ello exigen acciones correctivas inmediatas. Y se podría seguir ampliando la lista. Lo que quiero destacar es que una realidad tan dinámica no se puede enfrentar desde la lógica de la guerra y desde la estructura militar, tanto del mundo de algunos políticos como el de los cuarteles. Cada pelotón es autónomo en economía, tanto como lo pueda ser una unidad militar perdida en el Amazonas o en el Guadalcanal.


La parte irónica de todo esto es que, para los que están haciendo todo lo posible por mantenerse en el poder, tal cosa se consigue transitando por la vía contraria a la que están siguiendo. Con el perdón de la comparación, pero hasta la Cosa Nostra sabe que no se puede sacrificar la gallinita de los huevos de oro porque, como diría tío Simón en su “Caballo viejo”, “después de esta vida no hay otra oportunidad”. Nada mejor que un negocio rentable a largo plazo. Pero qué difícil es  que quien se engolosina haciendo el mal lo entienda.


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