¿ES FRANCISCO COMUNISTA?
En verdad, quería tratar otro tema. Incluso para el programa
“Razones para la Esperanza”. En este, dado un evento empresarial que va a
celebrarse en la ciudad, pensaba explorar el aporte de las empresas al
desarrollo de organizaciones populares y de nuestras zonas populares. En el
caso de estas líneas, iba a resaltar el disparate de militares controlando
precios de artículos importados: si su entrenamiento es militar ¿no es en el
terreno del enfrentamiento dónde se prueban qué tan acertadas han sido sus
decisiones? ¿cómo van a probar dicha correspondencia en el terreno civil y
económico, cuando solo buscan la pleitesía de los subordinados? Lo que pueden
terminar ocasionando, si su intención no es además confiscatoria, el problema
del abastecimiento.
Pero la realidad me impone tratar otro punto que, a falta de
un título mejor y más claro, es el que aparece encabezándolo. De por sí me
parece un exabrupto tener que tratar ese tema, pero el enfoque sesgado de
muchos titulares (ABC, Runrunes, La Patilla, Telesur, Aporrea, RT) y la manera
cómo ha resonado en las redes, me obliga a variar la hoja de ruta. De por sí ya
los titulares suenan tendenciosos en el contexto de la actualidad nacional:
“Papa Francisco: son los comunistas los que piensan como cristianos”. En otros
portales resaltan lo que resalta La Repubblica, de Italia, que organiza la
entrevista: Francisco: “¿Trump? No abro juicio. Me interesa
solamente si hace sufrir a los pobres”( Il Papa a Repubblica: "Trump?
Non giudico. Mi interessa soltanto se fa soffrire i poveri" o la versión en español de parte del mismo periódico). Puede que en el contexto mundial
resalten la expresión anterior por razones conservadoras desde el punto de
vista económico y religioso. En el contexto nacional significa que, no solo
Zapatero, Torrijos y Samper juegan del lado del gobierno, sino que el
representante del Papa también. Y eso no es verdad. Pueden ponerse de acuerdo
para regresar a Mons. Celli a Roma, si quieren. Pero no porque sea un agente
comunista infiltrado enviado por el Papa.
Pero ¿Es el Papa comunista? NO. En las siguientes líneas
intentaré sustentar esta afirmación, si bien examinar meticulosamente todas sus
intervenciones me resultaría arduo. Y habría que hacerlo desde su etapa como
Arzobispo de Buenos Aires.
Primero ¿qué entendemos por comunismo? El comunismo podría
enfocarse de triple forma: desde su concepción teórica (el marxismo-leninismo),
desde el comunismo histórico y desde las personas que dicen ser comunistas.
La concepción teórica está ligada a Marx-Engels. Si se
atiende a su proposición teórica como una labor intelectual (no como una excusa
para asaltar al poder o unas líneas que supuran azufre), Marx está influenciado
por Hegel: para Hegel lo existente es el mundo de las ideas, el Espíritu o
Absoluto, que es dinámico, que está en continuo devenir con un movimiento
dialéctico (tesis, antítesis y síntesis), que se hace presente, como una
encarnación, en las instituciones de los pueblos. Para Hegel, la máxima
expresión desarrollo del Espíritu será Prusia, lo que hoy es la parte norte de la actual Alemania, en aquel
tiempo otra nación. Este movimiento histórico del Espíritu se da en las
relaciones (dialécticas) entre el siervo-esclavo y el señor, que permite el
avance de la cultura, en el sentido sublime para Hegel, sin que le inmute la
pregunta por la justicia.
Marx le da un vuelco a este asunto cuando al idealismo de
Hegel lo transforma en materialismo histórico, ligado al control de los medios
de producción (capital, tierra, trabajo). El ser humano es un ser económico,
que interactúa con la naturaleza y la transforma, plasmando su espíritu en la
obra acabada. La manera como transforma la naturaleza, de ella derivan las
instituciones sociales. La sociedad industrial le ha dado un precio a la obra
de trabajador, transformándola en mercancía, y despojándola al trabajador, lo
que produce enajenación y miseria, según Marx. Esto debe ser superado a través
de la lucha de clases, con la colectivización de los medios de producción
(supresión de la propiedad privada) y, de esa manera, acceder a la sociedad
perfecta, sin clases.
El socialismo real o comunismo histórico se refiere a la
manera cómo han funcionado las sociedades de Europa del Este, China y el lejano
Oriente, así como Cuba, que se inspiran en el marxismo. Se distingue del
teórico, en el sentido de que su realización, con las correcciones que implica la
realidad a la teoría. Algunos lo toman como su verificación, otros ven en ello
una falaz aplicación de que buscaba Marx. Pero por supuesto que ese socialismo
real ha demostrado una crueldad sin precedentes, además de un rotundo fracaso
en sus realizaciones por conseguir una mejor sociedad a precio de la libertad
del hombre. Termina teniendo un parque industrial propio del neolítico,
altamente contaminante y de escasa eficiencia. El mayor exponente fue Alemania
Democrática (lo más avanzado del bloque comunista), que requirió un enorme
flujo de dinero de parte de Alemania Federal para ponerla a la altura, tras su
reunificación.
Considerar que el actual Papa, siendo Cardenal Bergoglio,
coquetease con el marxismo es ignorar diversas declaraciones y la historia
misma de la Iglesia en Argentina. Cuando el Pontífice se consigue con Gustavo
Gutiérrez, el padre del término “Teología de la Liberación”, se hace a través
del Cardenal Müller, prefecto de la Congragación para la Doctrina de la Fe, que
era amigo del sacerdote peruano. Se desmintió que fuese un reconocimiento de
esta línea teológica. Antes no se habían encontrado nunca. En la entrevista que
da lugar al libro El Jesuita (que luego toma el nombre de “El Papa Francisco,
conversaciones con Jorge Bergoglio”, de Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti),
el Cardenal indica que, antes de entrar en el Seminario, leía publicaciones
comunistas, en concreto de Leónidas Barletta, sin que por ello él llegase a
hacerse comunista, por un familiar que se las hacía llegar (p. 51 de la versión
digital; conoce lo que es el marxismo, así como Juan Pablo II tenía en su
biblioteca, como obispo de Cracovia, también los clásicos del marxismo).
También suscribía, al momento de la entrevista, la advertencia de las
Instrucciones vaticanas en tiempos de Juan Pablo II en relación con al uso del
marxismo como instrumento de análisis de la realidad, cosa que sería errada (p.
121). El encargado de la Instrucción fue el cardenal Ratzinger, después
Benedicto XVI. Por cierto, que algo que se ignora es que el mismo Benedicto
XVI, y creo que Juan Pablo II, afirman sobre la acertada crítica que el
marxismo hace del capitalismo, sin que su propuesta represente la alternativa.
Sea desde el punto de vista teórico como desde el apoyo factico, es absurdo
considerar que el papa Francisco pudiese ser comunista.
—Ocurre que —como lo expresé en una
visita a la
radio del santuario de San Cayetano— es
un deber
compartir
la alimentación, el vestido, la salud, la educación
con nuestros hermanos. Algunos podrán
aseverar: “¡Qué
cura comunista éste!”. No, lo que digo
es Evangelio puro.
Porque, ojo, vamos a ser juzgados por
esto. Cuando Jesús
venga a juzgarnos le va a decir a
algunos: “Porque tuve
hambre y me diste de comer, tuve sed y
me diste de beber,
estaba desnudo y me vestiste, estuve
enfermo y me
visitaste.” Y, entonces, se le
preguntará al Señor: “¿Cuándo
hice esto porque no me acuerdo? Y el
responderá: “Cada
vez que lo hiciste con un pobre lo
hiciste conmigo.” Pero
también le va a decir a otros: “Váyanse
de acá, porque tuve
hambre y no me dieron de comer.” Y,
también, nos
reprochará el pecado de haber vivido
echándole la culpa por
la pobreza a los gobernantes, cuando la
responsabilidad, en
la medida de nuestras posibilidades, es
de todos. (p. 121s)
Hay que recordar que estando los Kirchner en el poder, que
representan cierto estilo de izquierda latinoamericana, el Cardenal Bergoglio
fue una piedra en el zapato.
Por otro lado, la línea teológica que fue impulsada en
Argentina se conoce como “teología del pueblo” o “teología cultural”. Es
también una teología latinoamericana pero que se distancia del análisis
marxista (que se desliza hacia una justificación de la lucha de clases). Su
referencia es el pueblo, como aquel estrato de gente pobre y sencilla donde
reside la cultura (estilo de vida, de ver y hacer las cosas) propias de una
nación. Este pueblo (distinto de la élites) tiene una reserva de fe que lo
manifiesta a través de la religiosidad popular, pero que es resistencia y
solidaridad en medio de condiciones prácticamente infrahumanas. El pueblo
sufrido impacta por su capacidad de conservar la alegría y la humanidad. Tiene
que ver con los pobres. Y los pobres son los predilectos de Jesús, según el
Evangelio y los documentos de la Iglesia latinoamericana. Según se le trate,
seremos juzgados (Mt. 25).
Si la Iglesia quiere ser fiel al Evangelio de Jesús, debe
sumergirse en el mundo de los pobres. Por eso es que él, como Cardenal, usa el
transporte público como uno más y vive en un pequeño apartamento a un lado de
la Catedral. Puede que el no haber tenido televisor (seguía los partidos de
futbol del San Lorenzo por radio) se debiese a su austeridad (no distraer los
sentidos para concentrarse en lo espiritual y laboral), pero el estar pendiente
de la Villas (barrios), movilizando personal y recursos y saliendo él al
encuentro de la gente, tiene que ver con todo esto. Su lenguaje, visión
teológica y visión humana están mediados por esta experiencia. No se contenta
con el análisis estadístico, sino que se zabulle en la realidad, con notable
sensibilidad. Esto marca su personalidad como pastor.
Sin embargo, no es una actitud de confortar al pobre con una
esperanza de vida eterna. De nuevo, desde esa experiencia, pero sin descuidar
la reflexión y encuentro con aquellos que puedan brindar luces, expertos y
asesores. Y, dentro de este encuentro, están los movimientos populares: gente
que desde la pobreza se organiza, como los cartoneros entre otros. Tiene que
ver con la parte de reivindicación. Por cierto, Bergoglio como arzobispo de
Buenos Aires no rehuía reunirse con empresarios, sin olvidar su preocupación
por la desocupación sino movido por ella. En él es muy fuerte el sentido de
trabajo, por el cual una persona reivindica su dignidad cuando puede llevar a
su casa lo necesario para sostener a su familia: puede mirar a los ojos a sus
hijos, dice Bergoglio. Con los movimientos populares va a hablar de las famosas
3 “T”: trabajo, tierra y techo.
Resulta curioso que, en el 2015, el Papa haya decidido visitar antes, como primer viaje planificado por él a América, acudir a Ecuador, Bolivia y Paraguay. En el mismo año en que iba a acudir a los Estados Unidos, que terminó antes pasando por Cuba. Puede interpretarse equivocadamente, como una decisión ideológica. Pero lo considero inexacto: ni desvió el avión para Venezuela ni se detuvo en su amada Argentina, todavía bajo la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner. Tomó la arriesgada decisión de acompañar a dos pueblos en busca de algo nuevo (Ecuador y Bolivia, a los pueblos, no a los gobiernos), para en Paraguay, la tierra de las famosas Reducciones (la película “La Misión”), en el encuentro con representantes de la sociedad civil advertir sobre los peligros de las ideologías y de quienes detentan el poder (23'"30-25'25"):
No sirve una mirada ideológica, que
termina usando a los pobres al servicio de otros intereses políticos o
personales (cf. Evangelii Gaudium199). Las ideologías
terminan mal, no sirven, las ideologías tienen una relación o incompleta, o
enferma o mala con el pueblo, las ideologías no asumen al pueblo, por eso
fíjense en el siglo pasado, en qué terminaron las ideologías, en dictaduras,
siempre, siempre, piensan por el pueblo, no dejan pensar al pueblo. O como
decía aquel agudo crítico de la ideología cuando le dijeron pero esta gente
tiene buena voluntad y quieren hacer cosas con el pueblo, todo por el pueblo
pero nada con el pueblo, esas son las ideologías. (Aciprensa).
En Bolivia se hizo presente en la II cumbre de movimiento
popular, que hace un par de semanas volvió a reunirse en Roma. Su presencia y
palabras avalan esta búsqueda desde que era obispo de Buenos Aires. No existe
este compromiso con el modelo cubano ni venezolano. Incluso parte de su
esperanza por reducir el impacto ambiental, Francisco lo deposita en la lucha
de los movimientos populares.
Desde este panorama (los pobres y el medio ambiente), puede
interpretarse su crítica a lo que él llama la idolatría del dinero: hombres y
recursos se sacrifican a un dios falso, que solo produce dividendos. Por
ganancias, se descuida al hombre y a la mujer, que deben ser el centro de la
economía. Al igual con el ambiente. Por ello dice que el sistema está mal y es
perverso. Es una crítica que es moral: impele la voluntad de las personas para
buscar otros caminos o para comprometerse a no pensar solo en las ganancias.
Por ello en Estados Unidos dice que la libre empresa está bien, si sirve para
crear puestos de trabajo.
Es cierto que no se refiere, normalmente, a Cuba y Venezuela,
modelos ambos fracasados, para criticarlos. Pero es que Cuba y Venezuela no
tienen ninguna incidencia a nivel mundial: son un agujero negro en la historia.
Y él más que a países, se refiere al sistema. El neoliberalismo sí tiene un
impacto global: sea cuando le da preferencia solo a las ganancias, cuando
promueve una globalización que aplane las diferencias o que considere a jóvenes
y ancianos como descartables. Y esto último también es llamativo. No es que el
Papa esté mal informado. Sabe que la industria hoy en día tiende a la
automatización y robotización. Si antaño una factoría se mudaba a puntos de la
tierra con una serie de ventajas, como el costo de la mano de obra en China,
hoy en día las industrias pueden permanecer donde sea, que no va a encarecerse
el producto final, puesto que la cantidad de personas empleadas puede ser
mínima. Sobra gente de los procesos de producción. Y nadie se toma en serio que
haya una masa juvenil, por ejemplo, sin posibilidades de labrase un futuro con
su trabajo (discurso al Parlamento europeo, en oportunidad de recibir el premio
Carlomagno, el 6 de mayo de 2016). En esa ocasión el Papa vuelve a hablar del
sistema (económica líquida), y propone, en la línea de sus sucesores, pasar a una economía social de mercado.
Tiene que ver también, por supuesto, con la educación. Ese sentido de la indiferencia, porque no hacen falta, lo ve con las guerras, los refugiados y desplazados. Y con el medio ambiente: la depredación del medio ambiente lo relaciona con la misma globalización y alianzas económicas. No lo dice Bergoglio sino yo: en el documental “La guardiana de los ríos”, que recoge la lucha de Berta Cáceres y las comunidades indígenas hondureñas por la preservación de los ríos (que recomienda el New York Times), ellas dicen que la creación de embalses al final no los beneficia, aunque los políticos digan que es para el progreso del país. Decían los indígenas que era para sacar energía hacia los Estados Unidos. La secretaria Clinton, en el último debate, defendió ante su contrincante los tratados comerciales con América porque, ante el agotamiento de las fuentes tradicionales de energía, ellos servían para traer nuevas fuentes, como la electricidad, en otros países (28'-29'). En el documental las comunidades indígenas les dicen a los políticos que ellos les prestan el aire, pero no el agua, para que puedan sacar la energía que les haga falta.
El Papa es muy preciso ante la desconfianza en el sistema. No
solo tiene en cuenta las estadísticas. Leí que “en 2011, desde el sector
privado, el “Global Wealth Report” (Estudio Global de la Riqueza) del
Credit Suisse Research Institute halló que el 10% más rico tenía el 84% de la
riqueza mientras que la mitad más pobre solo un 1%.”, sin calcular el dinero
oculto en paraísos fiscales. En la
comida que se bota en los países desarrollados, se podría alimentar al resto de
la población mundial hambrienta, recuerda el Papa en una entrevista a Henrique Cynerman, en la
Televisión Vaticana (30'-36').
Cuando un sacerdote, como en mi caso, se mete a un barrio,
puede encontrarse con grupos que luchan con este en diversos frentes: el
cultural, el deportivo, el educacional, etc. Los llamados luchadores sociales
son, normalmente (al menos antes que algunos fuesen cooptados por el gobierno)
o cristianos o gente de izquierda (hasta comunistas). No me refiero a la
actualidad, sino desde los años 90. El sacerdote que no se encierre en su
parroquia y quiera proyectar diversos servicios se encontrará con esta
realidad. Los que tienen posturas políticas tradicionales suelen rezar, pero no
hacer trabajos comunitarios. Así que uno puede conseguirse con personas de
izquierda muy convencidas que pueden actuar con sentido oblativo. El reto
pastoral puede ser engranar con estas personas, si hay proyectos de interés
para la comunidad como la lucha contra las drogas. Incluso pudiese formar parte
de la tolerancia y respeto hacia las diferencias. La cuestión es cuando del
trabajo comunitario o luchas o protestas (que puede tener un sentido político),
se utiliza a las comunidades cristianas para influir en la población para
inclinarse por una opción política que contradice la fe, o cuando se pretende
manipular el trabajo para impulsar una lucha de clases. Esa es la dificultad
que no puede enfrentarse desde la distancia: ¿si el médico del ambulatorio dice
que es comunista, no se va a poder coordinar con él un proyecto de salud? Eso
forma parte del tercer aspecto de la reflexión: las personas que han asumido el
comunismo como forma de vida y de servicio, desde lo apuntado anteriormente. Ni
el Papa ni cualquier sacerdote va a negarse a tratarlo. De hecho, el Papa
consiguió salvar diversas personas que estaban siendo perseguidas por la
dictadura argentina, por ese motivo. Aunque él recuerda que también la
dictadura persiguió a simples agente de catequesis parroquiales, que hacían
labor en la villas (barrios).
Y esta gente que está convencidamente mentida en las comunidades, pretendiendo superar la pobreza, es la que el Papa se refiere cuando dice “si acaso son más bien los comunistas los que piensan como cristianos”. Por cronología, el cristianismo tiene 20 siglos profesando el amor por los más necesitados (ahí está san Francisco de Asís). La sociedad fue perdiendo su referencia religiosa quedando aspectos de la valoración de la entrega, como la filantropía, pero sin la referencia a la Divinidad. Inclusive Hegel es un cristiano a su manera que está influyendo directamente a Marx. Los comunistas de base pueden pensar como los cristianos. Lo que le faltó decir al Papa es: “y los comunistas terminan haciendo lo que les tocaba a los cristianos y se negaron a hacer”. Por andar discutiendo si el Papa es comunista, en vez de colaborar por tener un mundo mejor y ser considerado dignos del Reino celestial.
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