VENEZUELA ANTE LA OPERETA DE LA RADICALIZACIÓN IDEOLÓGICA
En esta opereta bufa que la han llamado “Revolución
bolivariana”, todos los movimientos parecen ya marcados por el pasado. Es una
sugerencia de interpretación, desechable como todas las sugerencias. Solo que,
puesto que puede acercarse a la realidad, también funciona como advertencia.
Por eso la propongo.
Asistimos a una nueva radicalización. Ante las otras, siempre
nos preguntábamos hacia dónde iba todo. Y en esa versión light y romántica de
algunos, se decían que hacia el socialismo. Es decir, esa utopía de fraternidad
donde fuese expulsado de este paraíso el macabro y despiadado capitalismo, la
usura y la explotación ¡Al fin una sociedad solidaria!
Por supuesto que esta lectura peca de la ingenuidad propia de
quien tiene una formación de folletines. Porque ni siquiera se trata de un
modelo democrático donde el Estado intervenga más de la cuenta, para reordenar
cosas como la economía. Y todo esto a cuenta de atender a los últimos de la
sociedad ¡No! Aquí se trata de una dosis de aceite de ricino, de aquellos que
tomaban los abuelos y bisabuelos.
El planteamiento es un recrudecimiento y radicalización de la
Revolución, como opereta, que se guía cantinfléricamente a la letra de los
postulados profetizados por los germanos del siglo XIX y la tropa de seguidores
del siglo XX. Y esto, por supuesto, lo pasan por alto los más adeptos y
desinformadores seguidores del chavismo y su líder supremo: ellos no saben que tampoco
van pa’ la fiesta.
Porque se trata de seguir línea por línea lo postulado y
preconizado por las otras fallidas epopeyas, nada tendría de sorprendente,
aunque sí de sombrío, esta interpretación.
El chavismo (entiéndase “gobierno”) pasó por unas carreras de
susto en el último trimestre del año pasado: un petróleo en caída, sin
esperanza de recuperación, unido a una inflación galopante que convivía con la
evaporación del dólar, unos billetes que desaparecían, una frontera que abría y
cerraba, un hambre que acorralaba y una oposición que parecía liderar un referéndum
revocatorio.
El golpe de escena lo dio Maduro no en sus vociferadas giras
de las que solo traía fotos y suvenires, o sus aburridas alocuciones
televisadas. Fue cuando desvió la ruta en pleno vuelo para aterrizar en las
pistas del Vaticano (el Vaticano no tiene aeropuerto, pero para el caso es lo
mismo: Fiumincino hizo las veces). La incorporación a la escena de Francisco y
el Vaticano sorprendió a todos (me incluyo). Cuesta trabajo desde fuera, no sé
si por la manía de aplicar el recurso del chivo expiatorio, no saber por qué
rayos la Oposición no previó dicho escenario. Pues si una de las tácticas de
guerra desde los tiempos bíblicos consisten en crear confusión en el campo del
enemigo, el chavismo oficial lo consiguió. Así que no se supo qué hacer con la
calle ni con las conversaciones ni con nada. Que fuera a mentir la gente del
gobierno, era cosa de esperarse. Uno considera, a veces, que el instinto de
supervivencia es más poderoso que las obstinaciones, pero no, no siempre. Por
lo que se dilató todo convenientemente como para lavarse la cara el gobierno y se
arrancara las hojas del calendario, sin que existiera una reacción contundente y
armoniosa de quienes dirigen la Oposición. Sentarse con el Vaticano no era
olvidarse de los propios intereses, que son de carácter más elevado que mirarse
a la cara para ver quién será el próximo en sentarse en Miraflores. Los tactos
diplomáticos, hasta de colaboración, no pueden confundirse con acolitados. Eso
dice la talla que tiene, en nuestro país, la madurez cristiana.
Con este escenario, de clara ventaja para el Gobierno (no sé
si de triunfo, pues las historias solo terminan así en los cuentos de hadas),
sorprende un movimiento de última hora en los primeros días de enero de este
2017, previa a la instalación de la Asamblea Nacional y el nombramiento de las
nuevas autoridades. Se venía amenazando el desconocimiento de la misma. Se
decía que podía desatarse una persecución contra personalidades de la
Oposición. Y, de repente, hay un enroque en el alto gobierno. Figuras
siniestras, y no solo en cuanto al uso preferencial de la mano, sustituyen a
otras de veterana política. Análisis hablan del desplazamiento interno del
personal de Diosdado Cabello (¿será así, cuando todavía es la persona que “controla”
la sala constitucional y el Tribunal Supremo?) por figuras del Frente Francisco
de Miranda, como El Aissami y Elías Jaua ¿Es la maniobra detrás de la que se
encuentra la isla del “mar de la felicidad”, donde en vísperas de que asuma
Donald Trump la presidencia de los Estados Unidos, el médico y disidente cubano
Oscar Elías Biscet es encarcelado, como el general Baduel lo vuelve a estar en
Venezuela?
Personalmente me extrañan estos movimientos, si se
interpretan solo desde la coyuntura histórica. Puede que me falte capacidad de peritaje
para estos asuntos ¿Por qué el Estado venezolano toma la faz más policial de
todos estos años? ¿Por qué cuando la Oposición pareciera más dispersa, toma una
iniciativa que le hace ver como nervioso en la tenencia del poder? ¿No bastaba
con cumplir las profecías que de manera previa se habían anunciado?
Es en esto donde no me queda claro que sea la Oposición la
que esté en la mira del Gobierno. Tampoco me parece que puede ser esa población
revoltosa que protagonizó actos de desesperado vandalismo en Ciudad Bolívar y
otros sitios. En esto la represión y los colectivos hacen lo suyo para regresar
a la gente a su casa. Creo que es el propio chavismo quién está en la mira: en
URSS, China y Cuba, por citar los más conocidos, se dio, lo que se llamó, purgas.
En el caso de URSS durante sus casi 70 años las purgas fueron
periódicas. Al principio se debió prescindir de todas las facciones burguesas,
social-demócratas, trotskistas y cualquiera que fuese sospechoso. De ahí el
recurso de la mayoría (dictadura de la mayoría, o sea, de los “bolcheviques”).
Pero no solo fue a nivel de cargos o decisiones políticas, sino exilios,
ejecuciones y deportaciones a Siberia. Así fue con Lenin, con Stalin y otros.
Así se controlaba el escenario político con el partido único, y el partido
único con la supervivencia política o biológica de solo los leales.
En China ocurrió algo similar. Mao Tse Tung (Mao Zedong)
estuvo refugiado en una provincia de orografía complicada. El sistema
feudalista chino, harto complicado, hacía que muchos de los campesinos,
incurridos en deudas y demás, viviesen como prófugos en las montañas y
subsistiesen del saqueo (¿los colectivos de entonces?). Mao se alió con ellos a
partir de ese momento. Aquellos pensaban que podían finalmente ser propietarios
de sus tierras. Por eso se enrolaron en las filas del Ejército Rojo. Cosa que
no solo no ocurrió, sino que la Revolución Cultural desdijo. Los que en otrora habían
sido aliados, debieron sufrir los sistemas correctivos de reeducación. Y
líderes como Xiaoping caminaron a provincias fronterizas, por ser identificados
como promotores de correcciones, que luego de la muerte de Mao demostraron ser
exitosas.
El caso cubano redunda en lo mismo, con una dosis caribeña,
por supuesto. El triunfo de la Revolución se da en medio del mimetismo del
Comandante. Ha conseguido agrupar facciones diversas, de desconfiadas miradas,
que conviven por la credibilidad que tiene el discurso del líder. Una vez en el
poder ocurren purgas en oleadas: los que servían a Batista y se rindieron, no
fueron reintegrados a la nueva sociedad. Los juicios sumarios del Malecón, bajo
la batuta de la figura icónica del Che, se encarga en aplanar cualquier posible
insurrección futura a punta de paredones de fusilamiento. Los que participaron
dentro de la Revolución, pero con ideales de justicia y democracia, o los
socialcristianos, tuvieron que hacer sus maletas para terminar en México, Miami
o Venezuela. Quizás en los últimos años la disidencia cubana haya sobrevivido
en mazmorras y catacumbas, cambiando los sepulcros por existencias espectrales.
Al final siempre se van eliminando no a los traidores, aunque los haya, sino a
los potenciales rivales, que en esas experiencias también se portarían de igual
modo. Si la muerte de Camilo Cienfuegos y el Che Guevara es sospechosa, lo es
en parte por ello: porque sus figuras eran capaces de ensombrecer a quien
requería sobre sí la totalidad de los reflectores.
Venezuela vive momentos sombríos. No todos los que están
apoyan al Gobierno y sus tropelías. Tampoco se oponen. La Oposición debe
recuperar el sentido de su existencia, como en cualquier drama existencialista.
La calle se reconquista en la medida en que vuelvan a conseguir su identidad.
Pues identidad y credibilidad van de la mano. Pero quienes, por candidez, por
pragmatismo político o por contabilidades de alcantarilla, han apostado por favorecer
al grupo que lidera la Revolución, podrán llevarse su sorpresa. Las
contradicciones internas no aguantan tanto tiempo. Ni tampoco enfrentamientos
propios de los mejores carteles. Es algo que, desde el fallecimiento del
comandante supremo, era de esperarse. Quizás se había postergado, porque había
que salir antes de la Oposición.
Es la hora de la acción. Pero de una acción con brújula,
sentido y seso. Pensar es exigencia previa a la acción. Pero sin acción, no
habrá cambio.
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