ENCUENTRO EN EL VATICANO
Debo comenzar aclarando que no conozco personalmente al padre
Numa Molina, párroco de san Francisco y acérrimo defensor del proceso. Puedo
decir que lo he escuchado en alguna oportunidad, tras la muerte de Chávez, donde
pareciera que sus palabras confirman lo que de él dicen ambas partes, los que
lo apoyan y adversan, por lo que considero que cuento con base suficiente como
para escribir estas líneas. Confieso que no sigo sus cuentas ni opiniones,
porque en general tengo reparo a lo que cuesta mucho digerir y no conduzca a
ningún lado, lo que expropia el tiempo de los demás sin ninguna utilidad
pública, lo que luego de leerlo o escucharlo, deja una oquedad difícil de
describir. He visto su blog someramente, donde combina sus variados puntos de
vista, incluso sobre temas de diversa índole, con retazos de entrevistas o
escritos del Papa.
Prefiero leer, si de personajes de la izquierda se trata, a
un Marx, Lenin o el Che Guevara. Ellos ofrecen, a su manera, argumentos que han
emocionado y convencido a miles de seguidores. Han marcado la forma de pensar y
las decisiones que han hecho historia. Esto a pesar no solo de estar en
desacuerdo con ellos, sino de considerar que, dentro de las consideraciones
propias de la historia (hay explicaciones como para que hayan aparecido sobre
la faz de la tierra), ilusionando con corregir errores de la época, empujaron a
pueblos por el abismo de la nada. Por supuesto que prefiero leer un Ratzinger,
un san Juan de la Cruz, Rahner, Pagola, Boff, Zubiri, Ellacuría, Jon Sobrino,
asomarme a los padres de la Iglesia, a los documentos pontificios, a los
documentos de la Iglesia latinoamericana, repasar las tesis de santo Tomás y un
largo etcétera, que incluiría un Kant, un Hegel, Platón y Aristóteles, junto
con todos los que tienen algo que decir antes y ahora sobre cuestiones como la
libertad y la política, aunque sea usando de perno a la Ilustración francesa y
las teorías económicas keynesianas o saber qué hay de fondo a un Milton
Friedman. O sea, que cuando digo que ciertas arengas litúrgicas en cadena
nacional han sido insulsas e insustanciales, asumo el sentido literal de ambas
expresiones.
Ese usar la religión (o la fe) al servicio de la Revolución
es un asunto que me causa desagrado. Porque la Fe siempre debe ser una
instancia crítica. Porque tiene que ver con lo escatológico, hace la doble
reserva de “esto no es el Reino” (creo que es de Metz) y de “esto es contrario
al Reino” (Jon Sobrino). E impulsar la historia, el compromiso, la esperanza y
la conversión. La Fe no puede ratificar ninguna instancia, tanto que, si los
Estados Pontificios resurgiesen de sus cenizas, el Papa debería ser cribado por
los criterios de Fe como rey terrenal.
Una cuestión tan básica se la ha volado el padre Numa en
varias oportunidades, con un sentido de plasticidad de la Fe propia de un
jardín de infancia. A Fe no es de plastilina. La Fe no puede asumir la forma
que sea, aunque el recipiente (la “forma mentis”) sea “rojo-rojito”, porque se
transforma (o tiene todo el viso como para sospecharlo) en ideología. Una
ideología que no libera sino somete y manipula. Por lo que la sentida muerte de
Hugo Rafael Chávez Frías (¿tiene sentido usar títulos cuando alguien ha sido
igualado por la muerte a todos los mortales? ¿tiene sentido el título cuando lo
que se espera en la eternidad, por gracia y sin merecimiento, excede a todo que
hemos sido en esta vida? ¿hace más o hace menos? ¿no es una forma de pobreza el
estar despojado de títulos para dejarnos revestir por la Gloria de Dios?) pude
ser testigo de las acrobacias de “copy” y “paste” con las que el padre Numa se
refería al difunto. Cuestiones que no tenían nada que ver ni había forma de
emparentarlas, aparecían conectadas. Una liturgia no centrada en glorificar a
Jesucristo sino la obra humana (y discutible) de quien murió con la banda
presidencial. Cuando entre las normas básicas postconciliares está, en las
misas exequias no caer en la exaltación del difunto: “en las Misas exequiales
hágase habitualmente una breve homilía, excluyendo cualquier género de elogio
fúnebre” (Instrucción General del Misal Romano, n. 382). Creo que se le dio el
nombre de “misa ecuménica” a ese acto, que no sé si pasó de un momento de
oración (supongo que la advertencia igual tenga vigencia). Si realmente
existiera algún mérito (alguno tendrá, aunque haya sido aquello de decir “por
ahora”), que se encarguen los políticos e historiadores en demostrarlo. Pero
ese aterrizaje forzoso del Reino de Dios en el patio de atrás de Miraflores o
el Museo Militar, con la tesis del envío divino (¿tuvo audiencia privada con el
Creador, para que se lo confirmase?) de quien ha sido la causa de división
entre los venezolanos, no tiene mucho asidero. Como digo, lo mínimo que falta
es reflexión, para no poner en duda los insumos. Bien se sabe que ser ordenado
no equivale a gozar del auxilio divino del Espíritu Santo para suplir las horas
de oración, estudio y reflexión, ni para tener licencia de usar el púlpito y
micrófono incluido para cualquier ocurrencia (esto es aplicable a destinatarios
múltiples, que ejemplos y ejemplares hay muchos de variado pelaje político). Si
le sirviera de recuerdo, los reyes de la antigüedad también tenían a sus
profetas que se encargaban de las adulaciones para insuflar el ego real.
El que el Papa haya “recibido” al padre Numa Molina no me
extraña. Coincide en que ambos son jesuitas. Aunque la coincidencia se da en la
misa matutina en la Casa Santa Marta. Esta, por muy privada que sea, se
participa haciendo las diligencias con unos trámites bien definidos y
accesibles para cualquier sacerdote (hoy en día no es tan “privada”, pues
siempre hay participación del pueblo de Dios). Supongo que si sobre el
sacerdote en cuestión recayese una pena canónica que le impidiera celebrar, no
habría estado allí. Pero estuvo, por lo que esa pena no existe. Que se hayan
saludado, es un asunto de cortesía del Papa hacia cualquier sacerdote (¿sabrá
quién es el padre Numa?). Que el Papa haya enviado oraciones y bendiciones a
Venezuela ¿es extraño? Que haya dicho que apoya el diálogo, es también creíble
¿Todo esto constituye una especie de audiencia privada? No ¿El padre Numa le
contó sobre los logros que él dice que ha conseguido la Revolución Bolivariana?
No ¿El Papa esperaba que el sacerdote en cuestión lo actualizara sobre el
acontecer nacional? No ¿El Papa convocó al padre Numa para que lo asesorara? No.
Fue un encuentro cortés, luego de la misa, donde se dice algo cordial. Así de
simple. Probablemente ocurrido en la sacristía o cerca de ella.
Que la foto pretenda utilizarse, es otra cosa. Si el gobierno
necesita esos recursos, es como para versionar la visita de Maduro de meses
atrás y hacer ver que el Vaticano está con el diálogo que el Gobierno defiende
y la Oposición dinamita.
¿Alguna novedad en todo esto? Que el gobierno sigue
maniobrando, por lo que el piso no está muy firme. Consigue que los venezolanos
caigamos en cuenta de lo que la Oposición no consigue convencer: el resbaladizo
piso político sobre el que se apoya el Gobierno termite que él vislumbre varios
escenarios, que pretende controlar vía religiosa ¿ese el servicio que el padre
Numa fue a prestar al Vaticano? No lo sé. Ojalá que no.
Por cierto, que, en alguna entrevista, queriendo apoyarse de
alguna manera en Francisco, se decía “la opción por los pobres no se negocia”.
No sé qué de especial tiene este descubrimiento. Podemos ser o no coherentes
con lo que nos pide Jesús. Pero la opción por los pobres es constitutiva de la
Iglesia (Pedro Trigo). Lo que no implica un único modelo de apoyar o acompañar
a los pobres en su camino de liberación (liberación integral, señalaría Pablo
VI). Y mucho menos su utilización propagandística o real para edificar las
ciudades granero Ramsés y Pitón que
necesita el ego revolucionario, a costillas de la esclavitud (cf. Ex 1,11). Ni
como mampara para evitar investigaciones a fondo de funcionarios señalados de
narcotraficantes y de lazos con grupos terroristas, mucho más criminales que
los sicarios y zelotas del tiempo de Jesús, que Jesús no apoyó, pese a que del
último grupo provenían alguno de sus apóstoles.
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