EL PAÍS DE LAS MUJERES MÁS BELLAS DEL MUNDO
Vivo en el país donde existen las
mujeres más bellas del mundo. Por lo que para mí no es una leyenda, sino una
realidad con la que me consigo todos los días.
Vivo en el país donde existen las
mujeres más bellas del mundo…
Bueno, ahora que lo pienso, eso
no es ya tan cierto. Muchas han debido emigrar. Así que la belleza en el mundo
está mejor repartida ahora que antes. Quizás haya sido un propósito de justicia
social, universal o cósmica… puesto que el proyecto gobernante era salvar a la
humanidad y no solo mandar sobre Venezuela. Y eso forma parte de su aporte
estético.
El país de las mujeres más
bellas, que hizo ver que había cosas más valiosas que el petróleo, puede ver
menguar a las que son sus mejores embajadoras. Este país de absurdos y
carencias no viste a sus musas con las túnicas vaporosas que los escultores de
la antigüedad ataviaron a aquellas, sino con ropa raída, que se va desgastando,
que corre el riesgo de transformarse en harapos.
El país de las mujeres más bellas
del mundo ve cómo la piel de ellas se va resecando por las interminables colas
a la intemperie. Cómo van ciñendo sin pudor la evidencia de los huesos. Como la grácil cabellera se oculta detrás de un trapo. Como la
epidermis adquiere coloraciones distantes al feliz mestizo variopinto que
invita a la alegría. Como las niñas cuidadosamente tratadas van de la mano de
unas mamás que se han descuidado por atenderlas a ellas.
Hay mujeres de este, mi país, que
muestran entrega y generosidad sin límites. Se siguen dando al hombre, con
abnegación, sea este el hijo varón o a su pareja. Sigue teniendo fuerza moral
su sola presencia.
Hay proyectos de paz, en barrios,
que han trabado los gatillos de las armas con la sola presencia de la
mujer-madre, conspirando por la paz en una mesa con algunas tazas de café (hoy
escaso y caro).
Pero hay mujeres que, en su generosidad (y generosidad hacia el varón), se creen defendidas por discursos feministas que las manipulan en favor de una errada, si no inexistente, revolución. Defendidas que defienden… El hombre (el macho) controla su sitial de honor, mientras la mujer hace el trabajo servil, solo que adulada y contenta, receta de perfecta y eterna esclavitud. Hay mujeres usadas en sus sentimientos más prístinos, y no solo por la pareja con la que comparten su lecho.
En este país de la decadencia, lo
femenino se transforma en mercancía “made in socialismo”.
Con la tragedia de las que huyen
del hambre a otros rincones de la tierra, para entregar la obra de arte del
Creador, que es su ser (alma y cuerpo), esa de fama internacional, para saciar
la voracidad semental de los varones, mientras ella consigue mitigar los
reclamos de su estómago y el de sus vástagos a precio tan alto. Hay mujeres que
ya no serán las mismas, porque saben a qué huelen los burdeles. Que deben
aprender a combinar los pasillos de los antros, los ojos de los clientes con la
mirada inocentes de sus hijos.
Pero hay mujeres que no huyen del
país, sino que permanecen esquivando las vicisitudes de la vida dentro de él. Si las
sociedades occidentales les convencieron que no son cuerpo (y alma) sino que
tienen un cuerpo (¿quién lo tiene?) para usar como quieran (¿cómo un Porsche,
un martillo o un trapo?), si lo pueden usar para conseguir placer, o lo pueden
usar para expulsar vida en formación (aborto), o decidir terminar con la vida
(eutanasia), también se puede usar para obtener lo necesario para seguir
estudiando y viviendo bien (la prostitución a nivel de universitarias). Pues yo
hago con lo mío lo que me da la gana (¿no suena a mercancía lo que se quiere
justificar como libertad individual y privada, cuando la propuesta es la supuesta
superación de todos estos lastres gracias al socialismo?). Cuando no alguna
adolescente (y no tan adolescente) publica fotos y frases sugerentes en su Facebook,
con un número telefónico discretamente incorporado, excepto para quienes saben
cómo se comercializan los cuerpos.
Hoy el país está en decadencia. Y
lo femenino también. Porque parte de la tragedia de este país es que el país es
femenino. Los hombres no hemos sabido estar. El macho es un hombre ausente o en
caricatura. El proveedor, en ocasiones, que es algo parecido a quien paga los
servicios recibidos. Pero ser hombre es mucho más: es poder ser complemento de
esa maravilla que se llama mujer, por lo que hay que estar a la altura.
Y tú, mujer, no te limites a
cultivar una belleza física, que nos ha llenado de orgullo como país, pero que
es pasajera. No creas que tu belleza reside en las reconstrucciones y cambios
físicos que consigue un bisturí. Considera tu belleza interior, esa que te hace
inspiración eterna de poetas y pintores. Esa que se cuela por los oídos con
cada palabra que pronuncias. Esa que logra exorcizar el miedo a la muerte. La
misma belleza que brinda una fuerza que el hombre no haya frente al infortunio
y la enfermedad, cuando está solo.
Cultiva esa belleza interior que
adorna con las palabras. Que rehúsa el lenguaje soez. Lo que sabes que no es
digno de ti. Que cultiva los mejores sentimientos. Que evita las experiencias lacerantes
que marcan más profundo que una cicatriz.
Cultiva conversaciones que
ennoblezcan lo que eres. Temas de interés distinto de la vida del prójimo. El
amor no solo por la propia belleza física. También por la verdad y la bondad. Si
está en ti las posibilidades, no te rindas y estudia. Fórmate. No temas perder
tu lozanía por entregarte a una causa noble, por entregarte a tus hijos, por
consentir a tus nietos.
Acuérdate que no eras casualidad
de la biología y la química. No eres el producto de las travesuras de enlaces y
moléculas, luego de un momento de pasión. Eres diseño del Señor. Vuélvete a Él
con todas tus fuerzas. Que Él no te fallará. Cultiva tu vida interior, con la
oración, la lectura y el servicio a los demás.
Entonces el mundo sabrá que las
mujeres en Venezuela… son mucho más que una leyenda.
Espero que algún día se pueda
volver a decir “¡Feliz día internacional de la mujer!”, sin que tal cosa suene
a sarcasmo. Mi oración para todas ustedes, por difícil que sea lo que estén
viviendo.
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