DECIR LO POLÍTICAMENTE INCORRECTO, CLAVE CONTRA LA ABSTENCIÓN



"Y él les preguntaba: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro le contesta: «Tú eres el Cristo.» Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de él.Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente. Tomándole aparte, Pedro, se puso a reprenderle. Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: «¡Quítate de mi vista, Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.»" Mc. 8, 29-33


Comienzo con este texto bíblico, porque me parece relevante. Es un momento crucial en la vida de Jesús. Está por definirse todo. Sus discípulos abiertamente lo reconocen como el Mesías. Y, en este momento que pudiese ser el de mayor gloria, se le ocurre a Jesús hablar de la cruz. Pedro entiende que tal cosa es políticamente incorrecta. Que a la multitud hay que tratarla con otro lenguaje. Además que parecería absurdo tal destino para ese a quien se consideraba la respuesta y solución a las grandes dilemas humanos. Aun cuando a los tres días resucitara.

Palabras estas que, perdonando la distancia y la diferencia, recuerdan las de otro hombre, en verdad aislado: la palabra aislar proviene de isla, en el sentido de quedar separado de los demás, y esa situación era la de Winston Churchill e Inglaterra en 1940 ¿cuáles fueron las palabras del recién nombrado primer Ministro? «No tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor», popularizada según el título de edición de sus discursos como “sangre, sudor y lágrimas”.

¿Por qué comienzo estas líneas, que corresponde a mi postura y reflexión personal sin que se pueda generalizar a la Iglesia, con esta frase? Por lo siguiente: tanto la postura de votar como la de no votar adolecen de la misma enfermedad, ninguna de las dos está enmarcada en una estrategia. En lo personal, voy a votar porque creo que es ventajoso sobre el no votar únicamente en una cuestión: cuando voto estoy haciendo algo, en vez de no hacer nada, que es lo que ocurre si no voto. Pero si me dicen que voy a enamorar para que otra gente vote o no vote, eso no lo voy a hacer. Primero, porque tal tarea debe corresponder a la sociedad y principalmente a los partidos políticos. Si estos necesitan que la Iglesia tenga un pronunciamiento oficial de lo que estas organizaciones deberían promover, el diagnóstico de la situación es reservado. Pero también debo añadir que percibo que las cosas se están conduciendo de tal manera que pueda existir una muy alta probabilidad de que se frustren las nobles expectativas de muchos. Y, en verdad que ganar la mayor cantidad de gobernaciones es importante, pero la clave, en el fondo, está en sostener en el tiempo el apoyo popular bien direccionado, aun si se debiesen enfrentar resultados adversos. Mi análisis quiere dirigirse en esa dirección y no al simple escepticismo.

Escribía que votar y no votar adolecían de la misma enfermedad: no se sienten encuadradas en una estrategia mayor. Nadie me ha dicho qué debo hacer si decido no votar. Porque en Inglaterra, Suiza o Francia, quizás no votar y quedarme en la casa es sinónimo de protesta que deben interpretar los políticos con alarma. Pero no en Venezuela. Solo se puede no votar si sustituyo esa acción por otra, dentro de un conjunto de decisiones que llamamos estrategia. Entre hacer y no hacer, yo opto por el hacer. Pero el hacer, en este caso votar, debe encuadrarse igualmente en una estrategia. Sino todo se transforma en una partida de ajedrez donde muevo un peón porque no se me ocurre qué otra cosa hacer. Los escenarios optimistas pasean la imaginación sobre el triunfo abrumador en la mayoría de las gobernaciones. Pero en verdad este es el escenario de ensueños más cómodo de enfrentar, luego del esfuerzo por captar la mayor cantidad de votantes. Los escenarios que deben analizarse son otros, los adversos. No solo si la gente no acude a las urnas. Está, por supuesto, todo el tema de los testigos y defensa de los votos. Pero igualmente aquí nos enfrentamos ante situaciones inéditas: las formas se han perdido a tal punto que el gobierno puede buscar imponer sus propios candidatos. Si no lo hace, será por las mismas razones que no ha eliminado la Asamblea Nacional: la presión internacional. Pero esa no es la única carta que juega el gobierno, que actúa de manera abusiva por una parte pero, por otra, como buen estratega con estilo inescrupuloso. Siempre puede inventar cargos para destituir e inhabilitar, o para encarcelar a los vencedores, o montar gobernaciones paralelas. Inclusive, en el mejor de los casos, puede usar un resultado que le sea cómodo para intentar congraciarse con los países que están poniendo la lupa sobre Venezuela, usando a los gobernadores opositores como elementos decorativos o, también, como monigotes que manipule cual titiritero. Además que un punto de honor para el gobierno (porque en ese movimiento se haya la explicación de toda su estrategia de supervivencia dentro de un mínimo de formas) tiene que ver con la llamada Asamblea Nacional Constituyente. Supervivencia y cuotas internas de poder entre las facciones. Que el proceso de elecciones a gobernadores lo haya convocado esta pudiese explicarse tanto porque veía a la Oposición desmembrada como para recuperarse en mes y medio, así como una forma de desviar la atención sobre la legitimidad de origen de la misma Asamblea Constituyente, desviándola hacia este terreno electoral regional. Conseguir que los ganadores hagan una genuflexión ante el llamado poder constituyente, forma parte de los logros simbólicos que aspiran obtener.

Estos escenarios son los que de antemano provocan un desánimo, porque no se dice qué se va a hacer. Y está muy reciente la experiencia de la semana posterior al 30J, donde el silencio opositor fue ensordecedor hasta aproximadamente el sábado 5 de Agosto. Error garrafal.

De las cosas que se pueden aprender del presidente Chávez, sin compartir el fondo y la conducta, está en la manera cómo, muy a su pesar, encaró la derrota del referendum constitucional del 2 de diciembre del 2007 y, en los siguientes meses, se movió sagazmente para corregir parte del entuerto. Pero también me gustaría citar las enseñanzas de Carlos Saúl Rodríguez, el llamado psicólogo de la vinotinto, quien cita a su madre. De pequeño le recordaba la importancia de siempre hablar: “Mijo, nunca se calle. En clase levante la mano de primero cuando hagan una pregunta”. “Pero mamá”, le decía Carlos Saúl, “¿qué voy a decir?” “Mijo”, respondía ella, “lo primero que se le ocurra”. Si la Iglesia católica hubiese persistido en esquivar comunicacionalmente el problema de los abusos sexuales a menores, el daño colateral a la credibilidad de la Institución hubiese sido peor (mucho más importante es, por supuesto, el trauma de estas personas y los casos de impunidad). La película “La Reina” igualmente muestra el daño que hacía a la misma institución de la monarquía inglesa su silencio ante la muerte de Lady Diana, que el recién nombrado primer ministro, Tony Blair, intentó corregir con suficiente éxito. El silencio deja a la deriva la opinión pública, permite la suspicacia y variedad de interpretaciones, hasta de las teorías conspirativas, que el adversario hábilmente puede aprovechar.

Así que una victoria respetada es muy deseable para el 15 de Octubre. Pero más importante es la cohesión de la Oposición de base y la disidencia en general, con la superación del divorcio que ha habido entre el liderazgo político y la gente. Un resultado favorable sin que se supere esta fractura, haría endeble cualquier aspiración para recuperar el país. El apoyo popular no puede mantenerse en el tiempo de manera espontánea, sino que requiere de un esfuerzo, motivación y movilización continuos de parte de los líderes. De conseguirse eso, el éxito sería tan importante o más que ganar buena parte de las regiones. La gente necesita confiar en su dirigencia y apostar a que saben lo que están haciendo. Sin este grado mínimo de confianza, de conexión, todo resulta mucho más arduo e infructuoso.

Finalmente, quisiera referirme a la clave emocional que se le da al ejercicio del derecho al sufragio. Tales consideraciones, que pudiesen ser válidas en situaciones “normales”, equiparan el ejercicio del voto al acto de comprar un producto. Hay todo un marketing y apelo a las emociones como la alegría o hasta la rabia. A esto apuntan los estrategas durante la campaña, que se despiden al día siguiente de efectuados los comicios. Pero esta fría lógica, tan alejada de la democracia griega de la antigüedad o la norteamericana y francesa del siglo XVIII, no se cumple así en estos momentos. Porque la emotividad del venezolano tiene otra lógica. No solo es un asunto de desesperanza sino de desconcierto que se canaliza, en aquellos que pueden, hacia los aeropuertos. Resulta ridículo que, con toda la debacle que vive el venezolano, se le quiera emocionar o conseguir que canalice su rabia con el voto por tal o cual persona, pues no se siente conectada con ella. Es el problema de la autenticidad de las opciones y compromiso de vida en los líderes. El papa Francisco ha dicho que la política debe ser “una de las formas más altas de la caridad”... asumirlo así, no como frase decorativa, hace que en verdad los sacrificios del político se comparen a los del apóstol. En ocasiones así, como apóstol, se ha tratado tanto al Libertador como a José Martí.

La conexión emocional es importante, pero no por razones de marketing. Porque el ser humano así reacciona ante lo que considera que es obstinadamente cierto. Puede que la psicología conductista intente modificar los patrones de respuesta a través de estimulaciones y reforzamientos; o que intente algo parecido la llamada Programación Neurolinguística (PNL). Pero en la tradición medieval y tomista, la reacción positiva ante lo que es hermoso está ligada a su verdad y bondad: lo hermoso es digno de amor, porque es verdadero y bueno. E igualmente en el caso contrario: la maldad es detestable por ser falsa, y causa repulsión su carencia de atractivo.

Nada suple las convicciones de los políticos y la capacidad de inmersión en lo que de verdad afecta a la gente. El dejarse quemar por las experiencias que afectan a la gente, por lo que las personas quieren decir y lo padecen con real dramatismo. La palabra brota, cuando se dan estas conexiones, de manera distinta, por identificación y empatía. Lo que no quiere decir hablar de manera complaciente (“solo ofrezco sangre, sudor y lágrimas”).

Una de las hazañas más importantes del Libertador ocurre con el paso de los Andes. Hay un claro diagnóstico sobre el terreno de la acción militar: enfrentar directamente al ejército realista, supone una derrota indubitable. El Libertador toma la osada decisión de remontar los Andes. Está en juego la libertad y la independencia. Esta decisión crucial supone un riesgo inevitable de pérdida de vidas. El sentido de la gloria y los ideales románticos de su tiempo hacen que se asuma dicho sacrificio. Tres mil hombres y acompañantes cruzan los llanos orientales colombianos con el agua por la cintura y luego acometen el ascenso por el páramo de Pisba, a más de 3 mil quinientos metros. La travesía comenzará el 27 de mayo y concluirá el 5 de julio: más de un mes de caminata. Mil ochocientos hombres quedaran tendidos sin vida a lo largo del camino. Pero la recompensa será una victoria apabullante.

No imaginemos una sumisión espontánea de aquel ejército a su General en jefe dentro de esas condiciones climatológicas: imaginemos el ejemplo del Libertador, que atraviesa las mismas dificultades y la manera como use el don de la palabra. Hoy como ayer es imposible el camino sin el sacrificio, que necesita del ejemplo y de la palabra: y lo que resulta difícil de perdonar son los sacrificios en vano y los olvidos.

Termino recordando los pasos por los que se asumen las derrotas en las situaciones límites de la vida (un divorcio, la viudez, una enfermedad terminal o incapacitante): primero se niega que se esté viviendo tal cosa, que tal cosa me ocurra a mí; en segundo lugar, se reacciona con ira, descargándola sobre los demás, haciéndolos culpables de la situación; sigue una etapa de manipulación, en que se intenta aprovechar de las circunstancias para conseguir beneficios alternativos, puede que en base a generar lástima; sobreviene la tristeza cuando se renuncia a cualquier mecanismo de defensa que niegue o distorsione la realidad de lo que ocurre; finalmente adviene la aceptación, que no es la resignación. En esta etapa se enfrenta la nueva realidad (por ejemplo, el divorcio o la viudez) o la fatalidad (en caso de una enfermedad terminal) de manera original y creativa, aprovechando al máximo las posibilidades que existen para crecer y trascender.

Algo así debemos vivir. Algo así deben ser capaces los políticos de acompañar.

La sintonía interior entre la gente y sus líderes es vital. Eso es importante para este 15 de Octubre. Pero debe trascender esta fecha. Tiene como referencia el diagnóstico realista. Todo el proceso que este genera hace que se evite el escape evasivo. Pero un diagnóstico realista no equivale a la parálisis, sino a la capacidad de resolver las situaciones desde una experiencia integradora que parte del interior.




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