LA REVOLUCIÓN ES DE FACHADA. BARQUISIMETO NO
De manera llamativa y colorida, en los días anteriores al
día de Barquisimeto vi cómo se refractaba la ciudad. Término confuso para
muchos, pero seleccionado porque se refiera a modificaciones (que pudiesen ser
mejoras) pero también a la propiedad física que hace que ciertos cuerpos
modifiquen, por ejemplo, la luz, produciendo distorsiones tales como los
espejismos.
En distintas partes hay una exhibición de dinero que no se equipara
a la inversión social. Ni que decir al funesto año escolar que está por
iniciar. O los temas ligados a la salud. Por no mencionar la productividad, la
justicia, lo salarial y tantos otros etcéteras.
En un discurso con un componente ideológico que funciona
como tapadera (hay implementos de cocina también refractarios), el presunto
guiso se cocina a fuego lento. Porque la estética socialista, esa de cuño
soviético o maoísta, dista mucho del exhibicionismo de las sociedades de
consumo, al menos en papel. De hecho, suele estar más marcado por cierta
monotonía oficialista. Con todo que coincido con la crítica que se pueda hacer
al derroche de luz y color de las publicidades y vallas de las metrópolis
occidentales, por temas que varían desde el problema energético (hoy en día las
luces led solucionan parte de esta crítica) hasta cuestiones de fondo, como
propuestas exclusivamente ligados al consumo (en realidad, son ofertas de
venta, no podrían proponer filosofías o preceptos religiosos), la atmósfera
termina siendo cautivante. No solo hay cierto tipo de estética, sino que
consigue agradar los sentidos. Y corresponde, porque está exhibiendo lo que se
pueda comprar, con un aparato industrial robusto, que justifica el propio
sistema de vida.
En el caso venezolano, tal como se refleja en Barquisimeto,
la exhibición de la revolución bolivariana tiene mucho de espectáculo (por no
decir de circo), en lugar de transformación y hombre nuevo. En este decorado
todo el mundo es coaccionado a ser feliz… aunque sea de sonrisa y de mentiras.
Los operativos de limpieza y acicalamiento recuerdan al decorado propio del
tercer mundo para cuando llegan jefes de estado extranjeros… que disfrutan de
unos minutos de modernidad que no son accesibles para los lugareños.
Los colores de papagayos y paraguas (por cierto, muy
bonitos), están marcados por la fatalidad de una ventisca, que pueda llevarse
los recursos y los adornos. Los que por un salario de hambre, si es que llegase
a $ 3, están por diversas partes como hormigas (no solo en Barquisimeto, sino
también en otros estados) perciben casi que con seguridad el fruto de
operaciones financieras de compra/venta de divisas. Se dijo que empresas privadas
estuvieron presionando en agosto por cambiar sus ingresos en moneda fuerte.
Pero también se sabe que operaciones de este tipo las hicieron entes del Estado,
como PDVSA.
Con $ 100 dólares no se puede vivir actualmente en Venezuela, pero, con el
equivalente a 100 chocolates de precio módico en el mundo, se puede pagar el
salario mensual de unos 30 empleados. Una golilla para el Estado.
Cuando las inversiones son tan absurdas, o cuando se intenta
decir #NoMoreTrump con una escenografía de película (sin importar lo que vean
los ciudadanos de este país), queda la pregunta de dónde está el negocio.
Porque alguien autorizó colocar los bonitos paraguas en distintas partes de la
ciudad ¿se justifica una inversión que no debe alcanzar el año de vida? ¿quién la
aprobó? ¿cómo se aprobó? ¿quién se beneficia?
Son preguntas que exigen el respeto por la ciudad, que no
son sus fachadas, sino sus ciudadanos.
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