EL TRUCO DE EVO
Evo se encuentra en
México. Un exilio dorado… como un asilado “feliz”. No fue ni a Venezuela ni a
Cuba. Pero ¿ese es el fin?
Las incongruencias del caso
boliviano
¿Y si la intención es otra?
Lo que se sabe de Evo es que ofrece entrevistas
a Aristegui y a la BBC. Fernando del Rincón dice haber querido entrevistarlo,
pero sin éxito. Y el argentino y galardonado periodista de CNN, Carlos Montero,
lo defiende a capa y espada.
Mientras las arenas políticas se mueven
enturbiando el agua, exactamente para que no se vea lo que pudiera verse, yo
pude intentar tomar distancia este domingo entrevistando al joven politólogo
venezolano Doriam González. No tuvimos empacho en
pasearnos por las situaciones de Bolivia, pero
también de Chile y Venezuela. Por lo tanto nos paseamos por
todo el espectro que va desde la centro derecha hasta la izquierda (y un poco
más allá). No nos centramos en buscar al culpable, porque son cuestiones que
están pasando y se deben resolver. Buscar al culpable no garantiza que todo se
encamine a un feliz término, aunque en algún momento puede ser lo esencial.
Sino en analizar y, en parte, diagnosticar las situaciones (cuestión más a
cargo de Doriam), como para vislumbrar el camino de “normalización” de las
distintas sociedades… Porque ¿cómo hacen las sociedades para superar el colapso
de normas e instituciones, como para volver a cierta situación de convivencia y
gobernabilidad?
Las incongruencias del caso
boliviano
Sin embargo, poco a poco se van armando
incongruencias en el caso boliviano, comenzando por Evo. Lo intento analizar en estas líneas,
más allá del programa de radio. Evo dice que renuncia, para evitar un baño de
sangre en Bolivia. Luego se refiere a una guerra civil como posibilidad que
debe evitarse. Luego muestra a Jeanine
Añez como usurpadora, promovida por los militares golpistas… por
lo que hay que decir que no da puntada sin dedal.
Resulta plausible considerar, quizás
asesorado por sus socios venezolanos y cubanos, y queriendo retomar el guion
venezolano del 11, 12 y 13 de abril de 2002, cuando Hugo Chávez fue derrocado (en
realidad salió el general Lucas Rincón,
general de Chávez, que uno o dos meses después fue ascendido al grado de
General en jefe, diciendo que el presidente había
renunciado, sin mostrar carta de renuncia). Si bien luego se siguieron
derroteros nada constitucionales, pues se dijo que había renunciado, algunos
esgrimen la tesis del “vacío de poder”. El único que permaneció en su puesto
fue Isaías Rodríguez,
como fiscal de la República. Todos los demás se escondieron o refugiaron en
embajadas.
Puede que parte de ese guion, en el que
Chávez regresa de manera sorprendente y apoteósica, se haya querido montar en
Bolivia. Se dice que las historias primero ocurren como tragedias y luego se
repiten como farsa. Por cierto, que la frase es de Karl Marx. Y pudiese ser ese
el caso boliviano.
El calculadísimo cálculo de Evo pudiese haber
sido, dentro de las marañas de una elección forzada por anticonstitucional y
amañada por un fraude comprobado, librarse del asunto a través de una renuncia.
También el vicepresidente Álvaro
García Linera renunció. Cuestión que pasaba al Asamblea
Legislativa Plurinacional (Congreso), quien podía aceptarla o no (Art. 161). Se
debe recordar que la mayoría de la ha tenido el partido boliviano del MAS, que
es el partido de Evo (en las elecciones de 2014, esa fuerza correspondió al
61.36%, mientras que en la del 2019 al 47.08%)[i]. Por lo
que podían darse dos escenarios:
o no le aceptaban la renuncia y Evo seguía siendo presidente o la aceptaban y
la presidencia interina pasaba a la presidente de la Asamblea, Adriana Salvatierra, que era miembro del
partido de Evo. Total, seguía todo en control Evo y su partido, lo que permitía
mantener el control sobre las instituciones, especialmente para nombrar a los
integrantes del Tribunal Electoral… Solo que no se sabe a ciencia cierta si la
senadora Adriana Salvatierra renunció,
como sí hizo Víctor Borda,
presidente de la cámara de diputados.
Según la Constitución
boliviana, las funciones de la presidencia, hasta nuevas elecciones,
pasarían al presidente de la Cámara de Senadores y, en caso de renuncia, al
presidente de la Cámara de Diputados.
¿Qué pasó en el intermedio, que tiene tan
preocupado al mismísimo Nicolás Maduro? No lo sabemos a ciencia cierta. Al
menos, y hasta cierto punto, se le fue de las manos a Evo, por lo que se
inviste, sin las formas que deberían acompañar tal acto la señora Jeanine Añez, vicepresidenta de la cámara
de senadores. Literalmente eso no está previsto en la Constitución. No sé si,
en caso de vacío de poder, pudiese colegirse que la vicepresidenta pasa a ser
presidente, a través de razonamientos propios de la jurisprudencia. Y que para
la juramentación no se dio el quórum de las cámaras.
La verdad es que Evo sigue en su exilio
dorado, sin saber cuánto vaya a durar (pareciera que calcula un regreso que
aspiraba a ser tan rápido como la duración del interregno de Carmona Estanga,
que fue impulsado y mal asesorado para asumir el vacío de poder luego de la
renuncia de Hugo Chávez, comunicada por Lucas Rincón).
¿Y si la intención es otra?
Parece que las instituciones bolivianas no
son capaces de aguantar el temporal de la convulsión política. Como diría el New York Times, entre una revuelta y
un golpe las diferencias son pocas (La crisis en
Bolivia ilustra la difusa línea entre golpe de Estado y revuelta y Tristes lecciones
desde Bolivia). El juego del caos, teoría que Hugo Chávez explicó con detenimiento
el día de la posesión como presidente de la República de Venezuela, en febrero
de 1999, es lo que se agita en el país andino. Puede que las órdenes no sean normalizar
nada, pues ya la misma regencia de la señora Añez comienza a mostrar debilidad
para respetar estándares internacionales de Derechos Humanos, a la hora de
querer impartir el orden y la paz. Por lo que debe enredar muchísimo que las
partes se pongan de acuerdo, como para nombrar a los integrantes del Tribunal
electoral y poder enrumbar al país hacia unas elecciones donde no esté Evo,
pero sí esté el MAS.
Mucho me gustaría que el sentido político, en
el sentido más majestuoso del término, pueda prevalecer. Que no se vea a Evo
como quien ha abandonado el país girando las órdenes como para evitar cualquier
normalización y así contar con los posibles muertos como tantos a su favor. Que
el MAS, una fuerza más que respetable en respaldo popular, pueda contar con un
sucesor de Evo que represente, si esa fuera la voluntad de los bolivianos, la
continuidad del proyecto de Evo. Y que Evo pudiese echar cuentas como para
maniobrar, direccionando el partido, hacia una consolidación de este, si la
Constitución no le permite la reelección o, si consiguiese alguna forma que
modifique legalmente las formas, de retomar la presidencia por vía del voto
limpio y popular. Por aquello de ver “cómo se bate el cobre” (expresión
venezolana que indica ver las cosas realmente importantes, que deben salir a
flote).
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