Impresiones sobre la Roe vs. Wade y la posible revisión de la histórica sentencia
Esta entrega pretende comunicar algunas impresiones sobre la posible revisión de la sentencia de Roe vs. Wade intentando evitar simplificaciones y queriendo proponer el largo camino que conduzca hacia una especie de pacto social alrededor de una cultura de la vida.
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Una información se
filtró en días pasados. Sobre un supuesto cambio de postura de la Corte Suprema
de Justicia de Estados Unidos en relación con Roe vs. Wade, caso que elevó el
aborto en ese país a rango de derecho constitucional. Después la información
fue confirmada. Se trataba de un borrador. Si bien no sé a dónde irá a para
todo esto, me gustaría compartir mis impresiones. Y espero hacerlo de la manera
más organizada y fundamentada posible.
Lo primero que
diría, sin ser abogado, es que, si es cierto lo que se ha dicho a partir de
declaraciones de la mismísima Norma McCorvey (Roe), es apegado a la lógica
jurídica revisar y, de confirmarse, anular esta sentencia. Porque sería
inadmisible que un caso con visos de haber sido forjado siguiera invocándose por
sentar jurisprudencia para permitir leyes permisivas referente al aborto. Pues con
este comenzó a considerarse como un derecho amparado por la Constitución.
Pero, por otro
lado, siendo relevante desde el punto del derecho, nos dejaría casi en el mismo
punto del inicio. Es decir, lo que ocurriría es que se transferiría la
responsabilidad de legalizar el aborto de la Corte a los estados de la Unión. Estos
lo permitirían o no. Aunque, llegado a este momento, podría suponerse que
muchos lo consiguieran admitiendo. Muchas personas ya lo han socializado como
algo normal. Con todo, sin embargo, por paradójico que parezca, esta situación
se aproximaría con la postura del juez Antonio
Scalia, católico y provida. Él, como juez asociado, no argumentó su
oposición al fallo que estaba discutiéndose de la Corte por principios
bioéticos (que los tenía), sino que se opuso a que siete miembros de la Corte
impusieran su opinión a unos 211 millones de personas sobre un asunto más
propio del campo político. Por lo que debían ser los estados quienes lo considerasen,
lo que hubiera permitido, al menos en teoría, que se presentaran ambas posturas
al debate público e, inclusive, en algunos de ellos se hubiera resuelto en referéndum.
¿Basta con un cambio en la legislación?
Como decía, la
vía legal es un camino tramposo, a mi modo de ver, donde una postura se impone
a la otra. Con posibilidades de vaivén a lo largo del tiempo. De ahí que me
parece lúcido el criterio del papa Juan Pablo II en la Evangelium
vitae cuando hablaba de la cultura de la vida y la contraponía a la
cultura de la muerte (puede que algunos lectores no estén de acuerdo con el
antagonismo). Es decir, toda legislación que no se fundamente en el
convencimiento cultural y, por lo tanto, la obviedad del valor de la vida
humana desde la concepción siempre estará en riesgo de sufrir un revés jurídico.
De ahí la fragilidad de la postura (y confesión implícita de la pérdida de
influencia en países llamados católicos) cuando obispos de otros años
consideraban que la defensa de la vida se conseguía haciendo lobby en los
Congresos. Igual los políticos podían reservarse como carta bajo la manga la
posibilidad de chantaje, so pena de aprobación. Por supuesto que es necesario
que los congresos no se consideren el oráculo de los dioses y eviten promover
sus propios intereses y visiones ideológicas, así como una ciudadanía activa.
Lo cierto es que
se ha invocado la permisividad del aborto en ciertos casos y hasta se ha fijado
el plazo por tantas semanas. Abortos por motivos sociales (del qué dirán) han
ocurrido en clínicas venezolanas, aunque no haya una legislación que permita ni
este ni otros casos. Aunque en algunos sitios donde lo permiten y el articulado
legal considere cinco casos en que se permita, lo cierto es que el criterio
médico, o el requerimiento del paciente, hace que se extralimite. Y con ello el
texto jurídico también. Porque en Venezuela, sin fundamentación legal para el
aborto (fuera de lo que antes se consideraba aborto terapéutico, es decir, si
estaba en juego la vida de la madre), se dan sugerencias médicas a pacientes
para que interrumpan el embarazo (aborten) si los embriones presentan
deformaciones, tienen síndrome de Down o se detecta alguna otra anomalía. Al
final todo muy discrecional.
Pero en otras países
también la legalidad puede ser discrecional en manos del legislador. Pues hasta
en misma determinación de las semanas para permitir o no un aborto ¿hay alguna
fundamentación médica o biológica o todo queda a merced del pulso “divinizado”
de quien redacta la ley? Por cierto, que todavía desconozco la manera cómo se
consiguen las estadísticas de abortos clandestinos, una de las justificaciones
para avalar la legalización del aborto, si al final son clandestinos
(¿emergencias clínicas por prácticas caseras, acaso?). Lo cierto, de nuevo, es
que en el caso de Venezuela se han dado abortos a la carta para las clases
pudientes, en lugares asépticos, mientras que las familias populares protegen
la vida sin estar pendiente del qué dirán si la hija quedó embarazada. Así que
la pirámide de los abortos parece inversa a la pirámide social.
Desde un punto
de vista biológico y, por lo tanto, válido para todas las especies de animales,
es que existe un individuo distinto desde el momento de la concepción. Hay
intercambio de materia y energía con el entorno que, por supuesto, debe ser
adecuado. En el caso de los mamíferos tal cosa ocurre en el útero de la hembra.
Pero, en el supuesto de otro ambiente adecuado, pudiese desarrollarse también,
cuestión de momento imposible. Solo puede hacerse durante algunas horas en un
tubo de ensayo. Tampoco cualquier animal, ni siquiera el ser humano, puede
vivir en ambientes inhóspitos. No es cuestión solo de embriones. Tan sencillo
como considerar todo el equipo que necesita para sobrevivir al frío extremo,
las profundidades del mar o permanecer en el espacio exterior.
Otra cuestión es
que, para la biología, el código genético es suficiente para establecer si el
embrión es de un tigre, mono o mamut. Para la legislación, la pertenencia a la
especie humana es posterior y a causa de un fallo que estable el estatus
jurídico de persona. El resto de los animales no solo está libre de tan retorcidas
argumentaciones, sino que los defensores de animales harían subir al cielo sus
gritos si se tocase la gravidez de cualquier hembra del reino animal. Cuestión,
por cierto, que aplaudo.
Cuando la política se entromete
Pero prefiero
tocar otro punto: es el secuestro de la causa provida por parte de políticos
que se dicen contrarios al aborto. Porque, una vez más, detrás hay un problema
cultural. De hecho, quienes buscan hacer avanzar la agenda abortista, también
consideran clave el cambio cultural. Su táctica parece ser de corte conductista
o de programación neurolingüística, por lo que se le da tanta importancia a la
neolengua, eufemismos y neologismos, a la par de legislaciones y políticas que
premian ciertas conductas y castigan otras. Supongo que cualquier persona
provida pueda entender que esa opción no puede hacerse desde esta orilla.
Importa, por curioso que sea, mostrar lo obvio, las convicciones y los
razonamientos escuetos.
Regresando a los
Estados Unidos, para abordar las incongruencias por fallas en la cultura de la
vida, es habitual que sean los republicanos los defensores de la vida y opositores
a la muerte (del feto). Pero en las elecciones Obama vs. McCain se dio el
dilema entre los católicos: puesto que Obama se mostraba a favor de políticas
abortistas y McCain no ¿por quién votar? Muchos suponían que el voto
obligatorio, por ejemplo, para los católicos, debía ser por McCain. Mas de
manera paradójica, por la fragilidad de la cultura de la vida, los republicanos
que en Texas se oponen al aborto, siguen favoreciendo la pena de muerte y la
venta libre de armas. Y en el 2008, según se apreciaba en la misma campaña
electoral, eran partidarios de mantener el conflicto en Afganistán, sin
mencionar la invasión a Irak por la supuesta fabricación de armas de
destrucción masiva, cosa que nunca se probó. Y, de manera más reciente, con un
estilo personalista, cercano al mesianismo y con pocos escrúpulos para
mantenerse dentro de la legalidad, Trump esgrimió la causa provida (y la religión)
como acicate hacia sus electores para pretender alargar su presidencia para un
segundo periodo.
Regresando al
2008, me parecía que la conciencia cristiana estaba en juego con cualquiera de
los dos candidatos de entonces. Solo que no era admisible votar y regresar a la
normalidad de la casa, sino que había que votar y buscar apoyar las causas
provida, sea favoreciendo las políticas a favor de la natalidad y en contra del
aborto, sea haciendo frente a legislaciones que siguieran favoreciendo la pena
de muerte, invasiones o venta libre de armas.
Otra vez en Roe vs. Wade
El fallo Roe vs.
Wade de la Corte Suprema de Justicia, de 1973 sembró un precedente que derogó
las restricciones contra el aborto en los Estados Unidos. Según parece Margaret Sangers, una
enfermera fundadora de la Liga Estadounidense para el Control de la Natalidad
(American Birth Control League), que luego se transmutó en Planned Parenthood,
estuvo a favor no solo de los métodos anticonceptivos sino del aborto. Y esto
por causas más cercanas a la eugenesia y el racismo, rozando el nazismo, que
hizo que se execrara su nombre de dicha organización. Sus primeros intentos
fueron considerar el aborto como un derecho en sí mismo, pero fracasaron por la
valoración hacia la vida por parte de los norteamericanos. Más adelante ese se
abrió paso al relacionarlo con el derecho a la libertad. La opinión pública
creyó que la sentencia de Roe vs. Walle se hizo como una defensa al derecho a
la igualdad, cuando lo que se quiso invocar fue una enmienda en favor del derecho
a la privacidad.
Jane Roe, cuyo
nombre en verdad fue McCorvey, quedó embarazada por tercera vez en 1968. Demandó
al fiscal Wade de Texas por no permitir abortar un embarazo producto de una
violación y en diciembre de 1971 llegó a la Corte Suprema de Justicia. Más
adelante la misma McCorvey, que parece ser que era una camarera adicta al alcohol,
las drogas y relacionada con la prostitución, dijo que había mentido. Lo
que pasaba es que estaba sin trabajo y deprimida.
Pero su caso fue
tomado por las abogadas Linda Coffee y Sarah Weddington, que buscaban casos
para derogar las leyes que restringían el aborto en Texas. Cuando el Supremo falló
a su favor en 1973, ya su hija había nacido. Como las otras dos hijas, fue dada
en adopción. Durante un tiempo ella estuvo luego trabajando en una clínica
abortista, a la que renunció. Se sumó al movimiento provida y buscó sin éxito
que el Supremo derogase la sentencia anterior. Tuvo una conversión religiosa,
primero como evangélica y luego católica. Por lo visto mantuvo una relación con
una mujer. Según dijo, la relación era platónica, pero más adelante dijo que ya
no mantenía relaciones lésbicas.
Su muerte, acaecida
hacia 2017, tuvo aspectos controversiales. Ciertamente desde que abandonó su
posición proaborto en favor de la vida, su exposición pública fue abrumadora,
lo que supuso una presión desproporcionada. En sus últimos días un grupo a
favor del aborto la visitó y ella “confesó” que su postura en favor de la vida
era interesada por razones
económicas. Un pastor negó esa afirmación, si bien la apoyaban
económicamente, nunca fue tal como lo dijo. Explican que el video pudo resultar
así por la presión generada por el grupo de mujeres, sin descartar la
posibilidad de edición. El padre Frank
Pavone, sacerdote católico que la acompañó a lo largo de su vida y estuvo
presente el día de su muerte y asistió el funeral, dice que no corresponde con
su postura en favor de la vida.
Lo que interesa
para estas líneas es que el caso Roe vs. Wade mantuvo aspectos forjados que,
dado el precedente que significó para las leyes a favor del aborto, parecería
lógico revisarlo y hasta derogarlo, si existieran razones. Pero la regulación
del aborto, en vez de desaparecer, pasaría a las leyes estatales.
El largo camino hacia una cultura de
la vida
Así que no basta
considerar que el aborto sea un crimen. El camino para superar el aborto como
alternativa para cantidad de situaciones requiere de un largo camino a favor de
la vida. Y si hace falta mucha coherencia, el integrismo en cuestiones
importantes pero secundarias en comparación con el aborto puede ser
contraproducente.
Un primer
elemento para destacar es la importancia del rol de la mujer en la defensa de la
vida. Es cierto que involucra a toda la sociedad y, por lo tanto, también al
varón (más si es forma parte de la concepción) en la defensa de la vida. Es
cierto que los niños no nacidos (nasciturus) no tienen voz para defender su
derecho a la vida. Pero un elemento importante es que no se presente como una
imposición androcéntrica y patriarcal a la mujer, que se valore como una
decisión y convencimiento de la mujer y que, aun cuando no se esté hablando del
cuerpo de la mujer sino de la vida del cigoto, no se utilice válidamente la
expresión propagandística de “no te metas con mi cuerpo”.
Hace falta que
el movimiento provida tenga mujeres con buena proyección mediática y con
diversas posturas en cuanto a lo religioso, por lo que podría haber desde ateas
hasta creyentes. Es importante la participación de profesionales de la salud
médica y de las ciencias de la conducta, por supuesto. Y, dentro de ese
ecosistema es que se puede hilvanar el discurso bioético, con voces provenientes
también de parte de los consagrados y clérigos. Si bien vivimos tiempos de
cambio, una mala estrategia desde el punto de vista comunicacional presentaría
erróneamente como un poder del varón consagrado sobre las conciencias. Y una
cultura por la vida tiene que ser lo más amplia posible, abarcar la mayor
cantidad y variedad de personas y sin que pueda ser torpedeada por imágenes
distorsionadas que mantenga alejados a potenciales partidarios de esta causa. No
se trata de una imposición sobre las conciencias. Claro que en la medida en que
la Iglesia sea y se vea más sinodal, como comunidad que camina junta y no como
monopolio de los obispos, se entenderá mejor que la cultura por la vida es
patrimonio común y que puede hacer alianza con personas no creyentes y de otras
confesiones.
Otro elemento
complejo para considerar es la pertinencia de la penalización del aborto.
Porque en muchos casos el sujeto a sancionar ha sido la mujer. Si bien desde
las posturas provida no debería quedar duda sobre su oposición al aborto, la
experiencia pastoral ha indicado que la mujer que ha abortado vive unos
conflictos internos que constituyen una auténtica tortura. Por lo menos la
labor de los clérigos es colaborar en la redención, no profundizar conflictos
que no tienen mucho sentido hurgar. Puede que los casos sean muy diferentes,
pero la mujer, desde el momento en que está embarazada, experimenta una serie
de cambios internos que requiere un entorno de apoyo social y familiar. Cuando
esto no es así y se ve sola (sin la pareja ni la familia), la capacidad de
tomar decisiones serenas es menor. De ahí que, si debiera haber una
penalización, habría que incluir a los hombres que no quieren hacerse
responsables y a los centros de “salud”, que hacen de un “servicio” un
lucrativo negocio.
Porque al menos
hace unos años, según leí en ese momento sin conseguir ahora el enlace, solo existían
en el mundo cuatro empresas proveedoras de todo lo necesario para montar
centros para abortar (y quedaban en Estados Unidos). Así que, más allá de las
intenciones que puedan mover a los activistas en favor del aborto, los números
sobre el mercado mundial, entre quienes solicitan dichos servicios y los que se
prestan a equipar los centros, se mantienen en entretelones. Allí hay un
mercado y solo es posible mantenerlo si los números son azules. Y nada pinta
que se actúe por beneficencia (una técnico
denunció tráfico
de órganos en clínicas abortistas norteamericanas). Es muy distinto si se
está planteando un problema de tipo ideológico o si se está enfrentando un
problema de índole económico.
Uno de los
silencios que deben ser exigidos es el derecho al consentimiento informado. Es
uno de los pilares de la bioética que jura el personal de salud. De las cosas
que hacen sospechoso la supuesta bondad de quienes ofrecen servicios para
abortar, es el silencio sobre la situación, procedimiento y riesgos. Cuando los
grupos provida piden mostrar imágenes de ecosonogramas o escuchar el latido del
corazón, el argumento es que la persona sepa lo que está haciendo, no es para
conmoverla. Tampoco informan sobre la depresión que sigue al aborto, por
razones fisiológicas (cambios hormonales), que pueden acompañar también a la
conciencia moral. Un servicio íntegro debería incluir el acompañamiento
psicológico posterior, pero, tal cosa no ocurre. Sospecho que los números no
cuadran y ofrecerlos encarecería los servicios[i].
El rol de los estados y la
educación/formación sexual
Al final el
aborto se inserta dentro de sociedades individualistas y con poca disposición a
hacer concesiones de solidaridad. Pero es falso que la vida de un no nacido es
un problema individual. Tampoco me parece masificable el criterio de completar
el embarazo y dar los hijos en adopción. En España los abortos anuales rondan
los 100 mil. Puede que sea pesimista, pese a que acepte el valor de la vida y la
necesidad de estas para que sobreviva la cultura occidental, pero me cuesta
considerar que se consigan fácilmente y siguiendo procedimientos serios, 100
mil familias dispuestas a adoptar en un solo país. Hay que reconsiderar las
decisiones y estrategias a largo plazo, que tienen que ver con una liviandad
ante el sexo y el embarazo. El aborto es usado como una especie de método
anticonceptivo póstumo y no según la casuística legal.
Un aspecto
urgente es que las sociedades deben favorecer la estabilidad de los jóvenes a
nivel laboral y con condiciones para que puedan formar una familia, si esa es
su opción. La fragilidad de las relaciones, además de una consideración fugaz y
la reducción a una necesidad física que debe ser satisfecha sin proyecto de vida
o estabilidad emocional no ayudan a vivir la sexualidad. Una educación sexual
para el consumo de sexo no favorece la responsabilidad necesaria como personas,
desde el punto de vista inclusive de crecimiento psicológico. Puede que algún
lector considere que si un hombre o una mujer se ven desbordados por las
pulsiones sexuales, lo “normal” es satisfacer los deseos de cualquier manera.
Pero un mínimo control, o educación, es necesario. Por lo que la información
sexual sobre la fisiología de los actos no basta ni es suficiente (aunque
importante) el discurso de los valores morales. Hace falta referencias o un acompañamiento
idóneo para maniobrar sin estrellarse en cuestiones pulsionales, que no son constructos
mentales sino sensaciones muy reales. Aun considerando que haya personas que
estos temas los enfoquen de diversa manera, lo cierto es que, por ejemplo, las
pulsiones que se justifican canalizar como sea cuando se está solo no son justificados
socialmente si alguien que tiene una pareja las canalizase de otra manera (por
ejemplo, una aventura en un viaje de negocios o un desliz si la pareja permanece
en la distancia por asuntos ajenos a la voluntad de ambos). No solo las
religiones en occidente, que se las ha valorado lamentablemente como
castradoras, sino las orientales plantean la posibilidad de cierto autodominio,
que nunca es extirpación de los deseos, imposible para el organismo humano. Maniobrar
es navegar aprovechando el viento y no estrellándose contra los acantilados o
sucumbiendo a las olas.
Finalmente, en
el camino de alcanzar una situación distinta a la actual disyuntiva entre el
aborto y la vida, está quienes se planteen seguir viviendo una sexualidad “libre”.
Explicaciones puede haber muchas y no solo las referidas al libre albedrío. No
seremos quienes formamos parte de la Iglesia los que aupemos la disposición y
uso de métodos anticonceptivos no abortivos. Para nuestra conciencia, aun en el
caso que yo no fuera sacerdote, es que la actividad sexual requiere darse
dentro de una relación estable de pareja. En el caso de los creyentes, esta
relación se expresa y ocurre en el matrimonio. La reflexión de la Iglesia sobre
la anticoncepción viene referida para los matrimonios católicos, con posibilidades
de extender el alcance de sus conclusiones más allá de ella.
Como en el
aborto, tampoco este puede ser un tema polarizado por los clérigos, pues le da
aspecto de imposición y fragilidad en vez de lo robusto de las convicciones y
argumentaciones. Es decir, la Iglesia no prohíbe las relaciones prematrimoniales
y extraconyugales con anticonceptivos, sino que considera contrario del
seguimiento de Jesús, por fidelidad al Evangelio, cualquier relación sexual
fuera del matrimonio. De ahí que, si alguien por la razón que sea va a extralimitarse
del ámbito conyugal para el ejercicio de su sexualidad, el uso de un
anticonceptivo no abortivo no lo hace más grave o menos grave la situación. Ninguno
viene, por ejemplo, a confesarse de haber pecado de infidelidad conyugal sin
protección o con ella. Si acaso lo hace más consciente y responsable de las
consecuencias que puede traer su conducta. Igual, en el terreno real se pueden
dar muchos excesos invocando libertades que, lejos de realizar a la persona, la
envilecen. No siempre basta mantener relaciones consentidas, si bien nunca
deberían darse relaciones sin consentimiento, mucho menos forzadas.
[i] Una decisión de un juez fue
revertida en un estado norteamericano, cuando este dijo que los abortos debían
realizarse en lugares aptos para atender cualquier complicación (emergencia).
Tal asunto no convenía para los números de contabilidad del centro abortista.
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