Parroquias en tiempos de la prehistoria
Hace algunas semanas me llevé la sorpresa de asomarme a las
actas del consejo parroquial de la Parroquia Basílica de San Pedro, en Caracas,
en tiempos del P. Miguel Acevedo, al principio del presente milenio. Era un
volumen grueso y, lejos de las actas que se aprueban luego de reuniones
periódicas, allí aparecía con relativa claridad un proceso de misión
parroquial, con división por sectores y diversos objetivos. Así que, no de
manera óptima, pero se podía seguir las líneas y las acciones que se llevaron a
cabo en ese momento.
Me llamó la atención porque, al contrario de la impresión
que tengo de otras parroquias (incluyendo el par de ellas que me estuvieron
confiadas), el registro escrito es casi nulo. Hay libros de bautizos y confirmaciones
(en Estados Unidos hay libro para inscribir a los neocomulgantes), los de
inventario y los de fábrica, que correspondería a la contabilidad. Está el
libro de gobierno que, en el caso de una de las parroquias a mi cargo, prácticamente
que la última información era de los años cincuenta (luego incluí, porque me lo
dijeron, mi nombramiento como párroco y, posterior, el del vicario).
No estoy seguro (porque eso pasaba con los sacerdotes que provenían
del clero regular sin experiencia de parroquias, como era mi caso) si habría
algún libro de crónicas (creo que sí debería existir, pero no sé qué se
reseñe). En las comunicades consagradas, servía para recoger los hechos diarios
más relevantes para la comunidad.
Como una de las parroquias donde estuve había estado a cargo
de un instituto de vida consagrada desde hacía décadas, algunas reseñas del
libro de crónicas no sé si corresponderían a las de la vida de la comunidad
consagrada o a la parroquia. Recuerdo que se reflejaba la tirantez en las
relaciones entre algún sacerdote y el párroco, más cuando una serie de incidentes
desembocaron en el choque de uno de los carros. Pero fuera de estas
referencias, y sin tener datos para generalizar, pareciera que lo que se
escribe queda circunscrito a los libros referidos.
Hacia una cultura de la escritura
Al carecer de una cultura escrita, mal se pueden trazar
planes pastorales. Siempre me refiero a las parroquias, sobre todo las que he
conocido directa o indirectamente. No puedo generalizarlo a servicios como
secretariados, departamentos o curias. Sea que los planes hayan sido impulsados
por iniciativa única del párroco o que hayan correspondido a un proceso de
elaboración grupal o comunitario. Al final estamos en una cultura de tipo oral.
En parte, el párroco dice las directrices, la catequesis funciona con la precisión
de un reloj suizo y los mayores logros son los programas parroquiales de
Navidad, Semana Santa o fiestas patronales y, a lo sumo, la cartelera
parroquial. Me refiero a los planes pastorales, pues los despachos son hasta
puntillosos en el registro de los sacramentos.
Por esto hablo de “parroquias en tiempos de la prehistoria”,
porque, para los historiadores, lo que separa una de otra fue la invención de
la escritura y la posibilidad de registrar por este medio la memoria.
Las veces en que he llegado a una parroquia (pocas), casi
que la única fuente para la historia de la comunidad es la “tradición oral”:
uno comienza a preguntar por aquí y por allá, ubicando a las personas
relevantes (según los demás) y así situarse un poco. A lo mejor leyendo
entrelíneas las actas del consejo parroquial, si existiesen y estuvieran
disponibles, pero la información termina siendo escueta.
Así que queda la pregunta de qué se recuerda. Y me da la
impresión de que es una memoria litúrgica, de las celebraciones año tras año.
Si la historia tiene que ver con la identidad, como mencionaba el cardenal
Baltazar Porras en estos días, es una identidad litúrgica. Lo que supone una
reducción de la realidad parroquial, que debería incluir el aspecto de koinonia
(comunidad), formación y servicio. En ello se juega el sentido de si se está en
una pastoral de mantenimiento y autorreferencial o en salida y misionera, con
la necesidad de justificar la misión tanto desde los principios como desde las
realidades.
Parroquias y sinodalidad
Por otro lado, pues caminamos hacia una iglesia con sentido
de participación, corresponsabilidad y pluralidad, si lo que cuenta el
sacerdote sería lo mismo que lo que contaran las religiosas o los laicos, por
poner un ejemplo.
Si se nos ocurre comparar el libro de los Hechos de los
Apóstoles y lo que se puede entresacar de las reseñas y memorias parroquiales,
los puntos en común son escasos. Puede que haga falta prolongar los Hechos de
los Apóstoles para empatarlos con “los hechos parroquiales”.
Esto tiene varias consecuencias. Por ejemplo, si se quiere
construir una Iglesia sinodal, donde la comunión no solo sea afectiva sino
efectiva, se requiere de la participación de todos para definir el camino
parroquial. Se supone que la conciencia de misión hace que los temas a discutir
no sean dónde se va a colocar el pesebre este año, quien va a comprar las
flores para el Monumento o las batidas para conseguir la pintura. Sin restarle
el valor y la importancia, dicho sea de paso. Detrás de ello hay entrega, tesón
e ilusión de muchas personas.
La metodología de planificación, la identificación de
objetivos y la manera como se vayan a evaluar (por ejemplo, la selección de
indicadores según el caso) pueden resultar claves del discernimiento
comunitario. Entre otras cosas, porque permite tener una referencia externa a
la subjetividad del párroco (a la consulta constante al párroco), a la hora de
desarrollar planes, de si se puede hacer esto o no se puede hacer esto otro.
Impulsan el que se asuma un lenguaje y unas categorías, que puedan facilitar la
comunicación (por ejemplo, lo que se entiende por “sinodalidad”). Y, además de
la importancia de verter por escrito el
plan pastoral para facilitar su ejecución, también resultaría relevante para la
evaluación, en el sentido más amplio (no solo lo que se consiguió o no se
consiguió, sino por qué o qué cosas sucedieron y, si lo que estuvo por fuera
del plan escrito, resultó favorable o no, que es una manera de discernir el
Espíritu).
Finalmente, regresando a la historia, esto pueda permitir
tener memoria y unos datos no solo sacramentales, sino pastorales, desde
diversos ángulos. Esto puede ayudar a tener una identidad y preocupaciones
distintas. También puede ayudar a revisar intentos de evangelización
anteriores, con resultados plasmados en una memoria (registro), que muestren
las dificultades y retos según los sectores parroquiales. Sea para corregir,
evitar o reintentar.
Que las parroquias consigan reinventar la escritura es un
desafío que, solo se conseguirá superar, cuando sea algo tan normal que no nos
demos cuenta que lo hacemos. Que se haga de manera práctica y concisa, sin
muchas vueltas. Que se pueda leer sin mucho enredo y accesible a todos. Reservando
los ríos de tintas para otras cosas fuera de lo común.
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